RAINER MARIA RILKE (EL VIDENTE Y LO OCULTO), DE MAURICIO WIESENTHAL

Por Jorge Rodríguez Hidalgo

 

El de la biografía es un género literario que a los lectores exigentes suele decepcionar, pues la mayoría de biógrafos se contentan con ofrecer fechas y presentar datos sin profundizar en el contexto en el que se han desarrollado las vidas de los biografiados. No es posible contener en cifras la sustancia de una existencia ni tampoco dar una idea precisa de la personalidad de nadie espigando solamente de su actividad vital y cultural algunos logros. Tampoco lo es, ciertamente, referir unas cuantas circunstancias consideradas determinantes en la conformación de una vida, sea esta más o menos prolífica en producciones. Escritores ha habido que han acometido la ímproba tarea de introducirse en sus personajes de ficción (como si fueran reales) a fin de “reproducir” casi en tiempo real segmentos de su tiempo: véanse, por ejemplo, James Joyce (“Ulises”), Virginia Woolf (“La señora Dalloway”) o Thomas Wolfe (“Del tiempo y el río”). El libro que nos ocupa, “Rainer Maria Rilke (el vidente y lo oculto)” i, es comparable a estos últimos en la intención de pormenorizar la miríada de teselas que conforman el mosaico, en este caso, de un poeta tan elogiado como en verdad desconocido y, sobre todo, mal leído.

Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943), otrora profesor de Historia de la Cultura, es un escritor de vasta formación intelectual cuyas raíces vitales y culturales hay que encontrar en el mundo germánico, lo cual le acerca al vate nacido en 1875 en Praga (entonces Imperio Austrohúngaro, hoy República Checa). Wiesenthal exhibe un conocimiento, difícilmente parangonable, de la Europa heredera de la Antigüedad clásica y cuya acta de defunción firmó la Primera Guerra Mundial (1914-1918) o Gran Guerra. Es por ello que la de Rilke, más que una biografía es un ensayo monumental sobre una civilización que tocó a su fin en las primeras décadas del siglo XX. El autor compone el libro con una prosa poética ad hoc que refuerza aún más la tesis de la pérdida -o las pérdidas- y la consiguiente desolación a que dio lugar el fin del Ancien Régime y la desaparición de la aristocracia como clase portadora de los valores profundos y positivos de Europa y la cultura occidental a manos de la emergente burguesía y los “ricos” socialistas.

Lo primero que llama la atención al tomar el volumen de “Rainer Maria Rilke…” es su grosor. Tras la lectura de la obra, la pregunta que se impone también guarda relación con la cantidad de páginas, 1.123: ¿por qué Wiesenthal dedica tanto espacio a persuadirnos de que el praguense era tan extraordinario poeta como hombre deleznable, un gran engañador de mujeres, un mujeriego incapaz de amar, un descastado, un ser inestable, frío en el trato afectivo, un arribista y miserable que vivió de sus mecenas, un padre que nunca convivió con su hija ni quiso conocer a su única nieta? En realidad, la biografía del poeta es el hilo conductor de un relato protagonizado por las últimas figuras de la cultura europea, así como ocasión para el autor de rememorar recuerdos personales (con Ana Freud o Nikos Kazantzakis, por ejemplo) que conectan su juventud con la ancianidad de personajes que fueron testigos del final del poeta y de la Europa aristocrática en que vivieron. Es decir, Wiesenthal presenta en paralelo tres “biografías” en una, donde da cuenta de sus preferencias culturales, filosóficas e ideológicas. A este propósito, la introducción con que se abre el libro viene precedida por un esclarecedor epígrafe debido a Borís Pasternak: “No estoy escribiendo mi autobiografía. Pero recurro a ella cuando así lo exige la del biografiado… La historia de un poeta no se encuentra sólo bajo su nombre y hay que buscarla bajo nombres ajenos, entre sus discípulos… El ámbito del subconsciente de un genio está fuera de toda medida. Se compone también de todo lo que sucede a sus lectores y que él ignora. No ofrendo mis recuerdos a la memoria de Rilke, sino que, por el contrario, los he recibido de él como un regalo” (de “El salvoconducto”, 1931). Wiesenthal es un declarado admirador del mundo eslavo, especialmente de la vieja Rusia y su espiritualismo, derrotados por el racionalismo, el gran mal que inficionó la Revolución Francesa en Europa por medio de sus “citoyens”. Asimismo, reverencia el mundo judío, especialmente la aportación del ocultismo y la videncia, que en el caso de Rilke coadyuvan a conformar la figura del “sacerdote” (recuérdese la segunda parte del título: “El vidente y lo oculto”). Wiesenthal se plañe, como el biografiado poeta, de la fragmentación de Europa a causa de los nacionalismos, responsables de la aniquilación del Imperio Austrohúngaro.

Biógrafo y biografiado son hombres con determinación que conciben la poesía de manera similar, si bien recorren caminos distintos, incluso opuestos, impelidos por educaciones sentimentales bien diferentes. Rilke, el sujeto principal de la obra, es un hombre excesivo, pero con sordina, pues no manifiesta exuberancia en sus formas, sino la obstinación de quien vive exclusivamente para la creación de una obra que está por encima de su propia vida. Víctima de una educación infantil en que el padre es una referencia secundaria -por su falta de autoridad- y la madre -que le vestía de niña y le obligaba a realizar tareas domésticas tradicionalmente acometidas por las mujeres- se erige en indeseable antagonista, Rilke acaba por ver en las mujeres solo un medio de subsistencia y satisfacción de sus necesidades: artistas, jóvenes aristocráticas o simplemente mujeres de belleza destacable son objeto de su fría depredación machista. Las dos grandes excepciones son la princesa Marie von Thurn und Taxis, dueña del castillo de Duino, y Lou Andreas Salomé, quien ejerció de mentora de un joven poeta sin formación y a quien guio a lo largo de su vida. A estas debe sumarse la poeta rusa Marina Tsvietáieva, a quien conoció tardíamente. Dice Wiesenthal que “Rilke compartía con Marina algunos de los signos ocultos que formaban parte de su sabiduría iniciática y sacerdotal, y que no compartió con otras mujeres; a excepción de Lou Salomé y de la princesa Marie. ‘Somos dispensadores de signos’, le dirá en la “Elegía para Marina”. Es una referencia sacerdotal: los signos se dispensan, igual que se ‘administran’ los sacramentos”. Wiesenthal traza con riqueza documental las personalidades de estas mujeres, que ejercieron un ascendente crucial en la vida y en la obra de Rilke. Asimismo, a lo largo del libro el biógrafo da cuenta de las tendencias literarias y artísticas de la época, y profundiza en algunos de los autores y artistas que mayor influencia ejercieron en la obra de Rilke: desde Tolstoi, Stefan George o Hugo von Hofmannsthal hasta El Greco, Rodin o Zuloaga. Es decir, Wiesenthal biografía el ocaso de un tiempo por medio de sus figuras más relevantes.

Se nos presenta aquí a un Rainer Maria Rilke de dos caras opuestas: por un lado, el hombre miserable, desalmado y aprovechado, hijo de una educación marrada y de un tiempo periclitado que ocasiona dolor a cuantos le rodean; por otro, el difícil y hasta tortuoso camino que ha debido recorrer su escritura hasta lograr la excelencia por la que es conocido, por más que el hermetismo de su poesía siga exigiendo del lector la mayor atención a fin de dar con las claves de su oculta simbología; pero sobre todo, comprensión para un hombre que confesaba en una carta a Lou Salomé que “me va mal cada vez que espero algo de los hombres, si los necesito o si pretendo algo de ellos; todo esto me acorrala más en mi interior, en lo más turbio, y me conduce a la culpa. Los seres humanos no pueden saber qué poco me preocupan en el fondo, y hasta qué punto soy capaz de ignorarlos”. El mundo o yo: tal parece haber sido la disyuntiva rilkeana, para el bien de la poesía, pero no tanto para la vida. Rilke: una elegía lejos de Duino.


i Rainer Maria Rilke (el vidente y lo oculto Mauricio Wiesenthal, Ed. Acantilado, Barcelona, 2015.

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