La poesía de Verónica Durán i
Por María Eugenia Paz y Miño
Esta autora de origen ecuatoriano, esculpida entre lo onírico que se hace realidad y la fresca sencillez de la palabra, aparece con su antología: Pretextos para un bosqueii presentada hace poco en Quito, Ecuador, en el marco del encuentro internacional Poesía en Paralelo Cero.
Apenas se abre el libro, se abren, a la par, las puertas para que el sentimiento interior de quien lee aflore y que su mente se expanda hacia el análisis sensible de lo colectivo, a tal punto de ir de la mano de la autora, quien nos incita a beber cada verso, como si se tratara del mejor vino del mundo.
Verónica Durán aporta al arte de lo literario, un mundo poético multidimensional, que recuerda al teatro mágico de Herman Hesse en su inmortal El lobo estepario, en donde se atraviesa por espejos y puertas diversas para encontrar el sentido de lo humano, aunque en ella la dulzura es el ingrediente añadido que se incrusta en el alma desde el principio y, por supuesto, la poesía en esplendor, la cual se percibe como un regalo recibido del universo.
Los escritos de Durán dan cuenta de una autora que domina el arte de la metáfora y que al mismo tiempo pisa en tierra firme, en una mezcla de formalidades del lenguaje y paradojas del metalenguaje, con creatividad genuina, captando así “la dignidad de la poesía”, como diría el gran Lezama Lima.
Estamos ante una poeta extraordinaria, que puede propinar puñaladas metafísicas con cada poema, que denuncia las innumerables injusticias humanas o los contrastes íntimos del alma:
¿Has sentido un olor amargo en el aire?
Es el último grito calcinado de un niño.
Baja el volumen, ¿puedes escucharlos?
Esos llantos vienen en el viento,
esos gritos
de las madres desgarradas
como los cuerpos de sus hijos,
esa ceniza no es del pasado,
Los asesinos en serie son presidentes
y se dan la mano.
Su capital no sufre,
lo arropan con ojos abiertos,
lo cuidan y lo arrullan.
Los poemas de Verónica Durán se convierten en herramientas que nos facilitan el tránsito por un mundo contradictorio e impulsan a darle el lugar que le corresponde al sentimiento.
Ella es el personaje de un libro
Él cerró los ojos
y bebió un sorbo de café
que llegó a sus sienes.
Así nació, dentro de un girasol,
en una historia donde observa al mundo
en primavera persona.
Alimenta a la palabra como si fuera un pájaro.
Y, luego, sutilmente, casi al disimulo,
desde su mismo pico,
da de comer, tiernamente
a los cachorros humanos con palabras.
Me tejí
y ahora
no encuentro la hebra
esa que sabe
que soy
la amiga imaginaria
de dios.
La antología reúne textos de los libros Poemas menstruales (2001), Nueva Yo (2003), Runa nueva (2014), Aguaflorida (inédito 2015-2020), cada uno salido de vivencias en ciudades y países distintos, en donde Verónica Durán descubrió formas de ser diversas y tuvo encuentros con metrópolis así como con pueblos y nacionalidades, que no solo han enriquecido su poesía, sino que también la han convertido en una estudiosa del idioma kichwa y defensora de las culturas y lenguas indígenas.
ii Pretextos para un bosque (El Ángel Editor, Quito, Ecuador, 2025)