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Desde el mirador
Allá donde no habite la esperanza
Por Kepa Murua
El mundo se puede dividir entre blancos y negros, listos o idiotas, grandes y pequeños, hombres y mujeres, hombres y animales, hombres y aposentos. Que se me olvidan muchas cosas, seguro, pero no importa. Otra clasificación válida puede ser la que divide a los que tienen trabajo y a los que no lo tienen, a los que son libres y a los que no lo son, a los que viven en democracia y a los que viven con la boca cerrada por si acaso, a los que vivimos en países capitalistas y aquellos que sobreviven en regímenes comunistas, por poner un ejemplo más certero sin pretender tener razón en nada. Vale, sé que todavía hay otras divisiones: los que tienen dinero y los que nada tienen, los que tienen trabajo y siguen de pobres, los que profesan una religión u otra, los que están acostumbrados a mandar y los que prefieren que les manden, los que tienen armas y los que no han visto una pistola en la vida. Cambiando de tercio, los que aman la cultura y los que son ignorantes, los que siendo analfabetos son felices y los que siendo lo que sea, no lo son. Una división más sencilla es la que parte el mundo en dos, con teorías para todos los gustos cuando no sabemos qué decir ni tenemos ganas de reflexionar sobre la vida y la economía, que es tan compleja que finalmente resulta como una sencilla pesadilla que olvidamos pronto. Otra división certera es la que agrupa a los que no olvidan y a los que les da igual una cosa que otra. Volvamos entonces a las divisiones, las de primera, las de segunda, las de tercera. Estarían los que les gusta el fútbol por encima de todo, los que les gusta el sexo sin que lo confiesen en público, los que les gusta que les dejen en paz a toda costa y no se metan en sus asuntos. Estaríamos entonces ante la división de los que defienden a capa y espada su vida y los que se convierten en lo que quieren ser como si la vida no fuera con ellos. En estas divisiones inferiores encontraríamos a gente con sentido común frente a personas que se definen sin criterio o auténticas veletas. Vale, estas últimas resultan divertidas y las otras tienden a ser aburridas, pero esta separación no es muy práctica que digamos, porque en uno y otro grupo están las personas que les gusta que todo funcione a su manera y las que les gusta reírse de todos, pero no aguantan que se rían de ellos ni que otros sean diferentes. Pero si volvemos al tema que nos ocupa, el mundo se divide en norte y sur, en este y oeste, como una metáfora cardinal de la gente que busca problemas como otros buscan soluciones allá donde no habite la esperanza.
Gente lista que intenta medrar por encima de otros y mira por encima del hombro al resto de los hombres, y piensan que además de ingenuos, son unos idiotas.