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Sociedad
INMIGRACIÓN Y XENOFOBIA EN ESPAÑA[i]
Dos mil kilómetros de vallas indignas no disminuyen la presión migratoria en las fronteras de Europa, pero incrementan el dolor de la huida, la crueldad de los vigilantes, el negocio de los traficantes y nuestra falta de dignidad.
Por Dardo Gómez Ruiz-Díaz[ii]
UNICEF informó el 29 septiembre de 2013 que al menos 990 personas, incluidos niños, murieron o desaparecieron este año al intentar cruzar el Mediterráneo central. Los datos de 2022 elevan al triple el número de personas que perdieron sus vidas en su intento de alcanzar las costas europeas.
Por su parte, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reporta que han sido unos 2.308 los refugiados y migrantes que corrieron esa suerte entre setiembre de 2022 y principios de agosto de 2023 en esa zona. En torno a mil de ellos eran niños.
A pesar de esas muertes y penurias miles de ellos llegan a las costas europeas y si seguimos las fake news que nos invaden a través de las redes sociales lo hacen con la intención de quitarnos el trabajo, violar a nuestras mujeres, hacerse con nuestros bienes y violentar nuestras creencias y tradiciones.
Para cumplir estos fines los migrantes son capaces de gastar meses de su vida en andar sobre desiertos entre el hambre y la sed, ser robados, golpeados y/o violados o asesinados para finalmente -si lo logran- abarrotarse en una patera y jugarse la vida en las aguas del Mediterráneo o desgarrarse las carnes en las alambradas de Melilla si, antes, un proyectil no les revienta un ojo o la cabeza entera.
Una vocación creíble sólo por los tontos
Se me ocurre que se debe tener una gran vocación por el daño si uno es capaz de afrontar todas esas desventuras con el único objetivo de venir a hacer daño a Europa… Sin embargo, este disparate es consumido y viralizado a diario por gran parte de la ciudadanía española mientras aseguran que no son racistas. Puede que no lo sean, pero como las meigas, “haberlas, haylas”.
Resulta muy difícil de entender cómo los simpatizantes del ideario de la extrema derecha se niegan a entender que sólo gravísimas situaciones pueden impulsar a estos millares de personas a jugarse la vida a sabiendas. Estos migrantes huyen de guerras y de conflictos de convivencia graves como la intolerancia religiosa, la violencia de las mafias, la violencia de género y los abusos sobre personas en condición de pobreza extrema.
La responsabilidad del odio al migrante también la tienen los fanáticos metidos a políticos que desde los escaños de nuestros parlamentos han sostenido barbaridades y falsedades como éstas: “es estadísticamente incuestionable que los extranjeros delinquen más que los españoles” o que “la tasa de delincuencia de los marroquíes es 4,1 veces superior a la de los españoles, y la de los nigerianos, ocho veces superior”, “la nación no puede estar abierta a cualquiera” o prevenir de que España vive un “proceso de desintegración” por la llegada de personas migrantes.
En su desvirtuada visión del europeísmo creen que la irrefrenable multiculturalidad de España y Europa es una traición a la patria y estos falsos demócratas proponen que se legisle para que los extranjeros pobres y oscuros de piel no tengan derechos ciudadanos y puedan ser discriminados o explotados, que es lo que de verdad quieren.
“La actual gestión de las fronteras en Europa es un cáncer que pudre el cuerpo social, que hace crecer el racismo y la xenofobia, que provoca un enorme sufrimiento y una insoportable cantidad de personas muertas”, se afirma en el último informe de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía que constata que la tan publicitada “invasión” apenas representa un escaso 4% de la migración irregular.
Ponemos muros más altos, pero los necesitamos
Este afiebrado disparate se convierte en algo del todo irracional cuando uno accede a informes que hablan del “suicidio demográfico” español y de que Naciones Unidas vaticina que, dada la baja natalidad y el envejecimiento de la sociedad europea, la población en edad de trabajar caería casi a la mitad en las próximos treinta años. ¿Cuál es la solución ante esa crisis? Muy sencillo: siete millones más de inmigrantes, que deben llegar sí o sí. Así que de ellos depende la subsistencia y el desarrollo de la vieja Europa.
La migración “puede ser una fuerza poderosa para generar prosperidad y desarrollo”, pues “cuando se gestiona adecuadamente proporciona beneficios para todas las personas, tanto en las sociedades de origen como de destino”, ha dicho el director gerente sénior del Grupo Banco Mundial, Axel van Trotsenburg, en la presentación del.
“Informe sobre el desarrollo mundial 2023: Migrantes, refugiados y sociedades” que demuestra con datos que muchos países desarrollados dependerán cada vez más de la migración para hacer realidad su potencial de crecimiento a largo plazo.
Sin embargo, la torpeza es tozuda y el pasado 10 de octubre las barbaridades de Viktor Orbán ante el Parlamento Europeo engrescaban las posiciones de países como la República Checa, Alemania, Dinamarca, Grecia, Finlandia, Francia, Hungría, Italia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Suecia y Eslovaquia, que pedían con urgencia una revisión de la política de retornos de los migrados. Algo que Suiza y Noruega ya han defendido en Schengen.
Lo que se pretende es que sean medidas con la suficiente laxitud como para vulnerar los derechos humanos de los migrantes en toda su extensión. Sin cortarse un pelo el primer ministro húngaro propuso crear centros de detención fuera de la UE; una infamia con la cual Alemania parece estar de acuerdo: una cárcel para inocentes.
Una idea que la ministra federal del Interior y Asuntos Internos de Alemania, Nancy Faeser, estima que debe considerarse ya que “se trata de procedimientos en otros países”. Tamaña inmoralidad, me temo, que estará en la agenda de la cumbre europea de los próximos 17 y 18 de octubre.
Puede ser que toda esta inmundicia se apruebe y será para nada ya que, como señala un informe de la Fundación porCausa “el número creciente de muros no ha conseguido que la gente deje de moverse”, solo ha aumentado la crueldad.
En 2014, el espacio Schengen contaba con 315 kilómetros de muros y vallas fronterizas; en 2023 ya sumamos más de 2.000 kilómetros de estos engendros equipados con sofisticados sistemas de detección, como cámaras, drones, sensores de movimiento y torres de vigilancia.
Nada de todo esto ha conseguido disminuir la presión migratoria en las fronteras de Europa; sólo han conseguido aumentar el dolor de la huida, la crueldad de los vigilantes, el negocio de los traficantes de carne humana y, claro está, nuestra falta de dignidad.
[i] Este artículo se publica por gentileza de “El observador”, de Málaga, España.
[ii] Dardo Gómez Ruiz-Díaz, periodista argentino exiliado en España desde 1976. Exsecretario de la Federación de Sindicatos de Periodistas de España.