Reseña

Cuando el silencio habla – 
Prisionera tempestad, de Claudio LoMenzo

Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2023
Por José Di Marco

 

Además de fundador y codirector, junto a Javier Magistris, de la revista La Guacha, un medio de divulgación de la poesía argentina de alcance federal, que ha cumplido 27 años de existencia continua, Claudio LoMenzo (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 1962) es poeta, ensayista y crítico literario. Hasta la fecha, ha publicado tres libros de poesía: Doble latido (1992), Ciudad del presente (2018) y Prisionera tempestad (2023). 

  Con sus diferencias temáticas, en cada uno de ellos se despliega una poética de índole simbolista. Por simbolismo, se entiende una concepción de la poesía y del lenguaje por la cual las palabras se invisten de una significación que se aparta de las referencias explícitas adquiriendo una presencia sensual y sensible, síntoma de un discurso deliberadamente ambiguo que requiere de una acción interpretativa continua. 

  La busca de una verdad, ajena a las verificación es empíricas, que se explaya en una escritura que, con insistencia, indaga sus propias condiciones de posibilidad constituye el asunto dominante que articula los 23 poemas de Prisionera tempestad, encabezados cada uno por un número romano. 

El verso que preside el poema que inaugura todo el volumen dice: “El silencio desea la palabra”. LoMenzo hace hablar al silencio. Y lo que de allí proviene, de esa dicción por la que el lenguaje se compacta y ensimisma, es una meditación incesante, tramada por metáforas ahítas de antinomias, acerca del acto de escribir.

El título del libro acopla dos sustantivos. Tempestad, el núcleo de ese sintagma, es un término ya metaforizado que nombra, al sesgo, a la poesía, esa intemperie sin fin, un acontecimiento impar. Prisionera hace las veces de un adjetivo que le pone un límite a su disruptiva condición. La escritura de LoMenzo discute y combate ese encierro, esa frontera, esa clausura.

El poema que cierra el poemario ofrece una respuesta, al menos transitoria, al juego perpetuo en el que las palabras cautivan y se ocultan:

Ellas seducen, y se esconden

en su zona sagrada.

Abro el juego, avanzo.

Escribir es hacer visible

Crear es ver,

 no hay afuera.

Crearse en verse creado,

 afuera es adentro.

En mi mesa escribo,

la hoja se abre, 
 la noche se cierra.

La poesía abre un mundo. El mundo abierto por la que LoMenzo escribió en Prisionera tempestad es uno en el que la belleza está unida a la oscuridad y la incertidumbre.

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