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Lectura
UN HOMBRE QUE SE PARECÍA A AL PACINO. Cuentos del primer café.
Justo Sotelo
Por Eduardo Larrocha
Envidiable esta obra de Justo Sotelo, no sólo por la variada manera de expresar sus vivencias sino porque esas vivencias delatan una memoria prodigiosa con unos recuerdos muy bien tejidos entre las diferentes áreas de la creación que le dan esa plenitud y optimismo vital. Además muestra una capacidad inmensa de relaciones sociales y un saber enciclopédico inmerso en su vida cotidiana.
Como a otros que han reseñado “Un hombre que se parecía a Al Pacino” me cuesta encasillar el texto ya sea como cuentos, relatos o ¿qué son realmente sus páginas? Es autoficción, casi un diario y una recopilación de prólogos, apuntes de facebook y redes sociales, lecturas y tan variadas formas de narración que lo que se puede decir de este libro es que es inclasificable. En esta obra se cruzan y se alimentan mutuamente la música, la literatura, la filosofía y el cine además de la propia vida del autor tomando café y encontrándose con amigos/as muchos de ellos artistas y creadores de diferente calado. Como lector he hecho una primera lectura rápida, tendré que tenerlo a mano y elegir los textos más sugerentes. Un libro para releer con calma y seguir sus indicaciones y propuestas. Entre ellas escuchar una obra clásica, de Bach, Mahler o una Ópera de Verdi, o volver a ver una película, de esas de las que no nos cansamos de ver, y el autor tampoco. “Con faldas y a lo loco”, “Desayuno con diamantes”, “El ciudadano ilustre”, el todo Visconti, especialmente “Ludwig”, “El Gatopardo” o “La caída de los dioses”. Y así podría el lector seguir las infinitas sugerencias.
Empezar en ese a modo de prólogo con “Al filo de la navaja” ya es un camino para entender al autor. Seguí la propuesta de Justo Sotelo y volví a ver la película de Edmund Goulding. En este drama basado en la obra homónima de W. Sommerset Maugham asistimos al proceso vital de Larry Darrell (magnífico Tyron Power) un hombre que siente una inmensa culpa. Padece la culpa del superviviente. Un amigo, soldado como él, le salvó de morir el último día de la guerra y tuvo la mala suerte de que el amigo cayó al salvarle. Para Larry la única manera de superar el trauma será encontrarse a sí mismo y lo hace en la India guiado por un maestro en una montaña. Posiblemente hay varias maneras de superar la culpa del superviviente. A Larry esa superación le lleva al sacrificio, un sacrifico que podemos no entender: casarse con una amiga de la infancia, viuda y alcohólica por desesperación. No ama al personaje que interpreta Anne Baxter (Óscar mejor actriz de reparto). En definitiva esa culpa lleva a Larry Darrel a pasar de ser un vago redomado por ser incapaz de centrar su cabeza a ser un hombre bueno que prefiere trabajar en minas y obras casi despiadadas por sostener esa idea del sacrificio. Comparto la admiración masculina del autor por Gene Tierney a la que vuelve a citar por su papel en “The ghost y Mrs. Muir”
Por su singularidad se puede decir que el libro está construido con una mirada postmoderna, como toda la obra de Justo Sotelo, menos el ensayo sobre Murakami que es más clásico y hasta académico. En su compañía y la del libro mientras se toma -me tomo- el primer café de la mañana recorro los mundos de intereses compartidos del cine, la literatura y, ¿cómo no? las músicas.
Dejo en la mesilla “Un hombre que se parecía a Al Pacino”. Algunos días el libro irá marcando mi camino. Insisto en que cada capítulo me sugiere una lectura, un visionado de películas que he visto mil veces como “Ser o no Ser” de Lubitsch. En algún punto esta película me sugiere algo que ya había escrito sobre ella y que me conecta con el espíritu libre de Justo Sotelo:
“Como en el principio de “Lo que piensan las mujeres” (1941), otra comedia que Lubitsch rodó en Hollywood un año antes, los lavabos de las damas son el lugar de la ironía. En el final de “To be or not to be”, los actores se meten en el baño de mujeres para salir luego aparentemente convertidos en soldados de las SS. Unos actores entran en el baño y cuando Hitler llega al vestíbulo, del servicio de mujeres sale el actor que por fin cumplirá el sueño de interpretar a Sakespeare. El teatro como salvación de la barbarie, la farsa para desenmascarar las mentiras del nazismo.
Más allá de los hechos que narra, “To be or not to be”, reclama al actor que represente bien su papel… debe distinguir y saber dónde empieza la vida y dónde termina el espectáculo. El soldado debe hacer bien la guerra, a los polacos, o cualquier pueblo oprimido, debe luchar contra el invasor. Aparece la duda, como en el título de la frase inicial de Hamlet.
Justo Sotelo sale cada mañana después del primer café preparado para interpretar bien su papel, aunque su vida como la de todos esté habitada por la duda. Quizás también por eso escribe. “Un hombre que se parecía a Al Pacino” nos confirma que somos, es el autor, lo que hemos leído, escuchado, visto, además de lo que has amado.