Educación pública

La universidad inconclusa

Por Marcelo Ruiz[i]

Las dimensiones constitutivas de la universidad pública han sido amenazadas en varias etapas de la historia de nuestro país. No obstante, es hoy la primera vez en la historia que la agresión material y simbólica proviene no sólo del propio aparato de estado –no sería una novedad- sino de un poder ejecutivo que desde el estado impugna al estado, más aún de modo paradojal, anuncia su disolución. 

            La amenaza de privatización de uno de los principales organismos científico-técnicos (CONICET) vinculados a la universidad, los recortes presupuestarios en educación y, finalmente el veto a la Ley Nº 27.757 de Financiamiento Universitario forman sólo algunos elementos de “prueba” de dicha agresión.  Cabe mencionar que dicha Ley fue aprobada por el Congreso de la Nación y luego parte de dicho órgano respaldó el veto, mostrando las complicidades de una buena parte de la representación legislativa que convalidó la agresión.  Estas decisiones del gobierno nacional forman parte de la secuencia de acciones de una “motosierra contra la educación” (Leandro Bottinelli, 2024), de un ejercicio de capital inhumano de avanzada anti derechos (Cels y Revisa Crisis, 2024).

                        Los embates contra la universidad pública sólo pueden comprenderse en relación a procesos de disputas más globales, en torno a ciertos “modelos” de desarrollo que se van imponiendo, lo que implica comprender- entre otros aspectos- las dinámicas de la apropiación de la renta y la construcción de la hegemonía político-cultural.

Educación, ciencia, tecnología y proyectos de desarrollo

 

Las universidades públicas nacionales (UUNN) forman parte del Sistema de Educación Superior y, si bien hay una clara delimitación normativa de su arquitectura institucional, las mismas se inscriben en un proceso socio-educativo y cultural en continua transformación, cuya dinámica está caracterizada por consensos y tensiones, rupturas y continuidades en un mapa de creciente complejidad, especialmente en las últimas décadas.

            Parte de esa complejidad está dada por la imbricación de la universidad púbica con el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (SNCyT), dado que en ciertas áreas de este último un alto porcentaje de la producción está alojado en las UUNN. El organismo con mayor atravesamiento mutuo con la universidad pública es el CONICET, no obstante, el SNCyT se compone además de los institutos nacionales de Tecnología Agropecuaria y de Tecnología Industrial, de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, de la Comisión Nacional de Energía Atómica y de otros organismos que son también de importancia decisiva para cierto tipo de desarrollo nacional (Jorge Aliaga, 2019).

            Nuestro país se inscribe en un orden mundial desigual que, de acuerdo a Wallerstein, configura un sistema social, con fronteras y estructuras que se organizan en torno a la división internacional del trabajo[ii], en países centrales y periféricos, tal como lo cita Érica Carrizo (2019), al importante referente de las teorías del sistema mundial. Este orden legitima la apropiación mayoritaria del excedente de la producción mundial por parte de unos pocos países, más aún de pocos habitantes del planeta. Esta dinámica mundial incide en la estructuración -especialmente de los países de la periferia y semiperiferia – de una relación asimétrica de un bloque de poder a veces denominado “conjunto de poderes fácticos” que se apropia de la porción principal de la riqueza que produce la ciudadanía, el pueblo.  

            Como afirma Diego Hurtado (2024), haciendo un recorrido histórico es posible advertir en el sector científico-tecnológico y en relación a los gobiernos nacionales en los últimos cuarenta años de democracia un carácter pendular: “dos proyectos de país en pugna”.  De un lado, el promovido por gobiernos que representan a las fracciones económicas dominantes, relacionadas con el poder financiero, los grupos concentrados nacionales y los recursos naturales, que identifican al sector de Ciencia y Tecnología con el gasto público que hay que recortar”. Y del otro lado, gobiernos que podríamos denominar progresistas que impulsan un proyecto de país basado en un desarrollo que conjuga desarrollo industrial con trabajo digno y, para el cual la ciencia y la tecnología juegan un papel decisivo, como también advirtió Enrique Martínez en nuestra UNRC (2022).   Hoy estamos asistiendo, al igual que en el período 1989-2001 y en el 2015-2019, a la presencia de un gobierno nacional que pone toda la fuerza del aparato de estado a favor de la financiarización de la economía, con el consecuente debilitamiento -sino destrucción- de la industria nacional y, por ende, de la reorientación del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología a favor de esos intereses. Merece otro desarrollo – por razones de extensión de esta nota- la relación entre estos proyectos en pugna de la etapa democrática con las etapas de dictaduras y terrorismo de estado en décadas anteriores.

            Las vinculaciones entre el bloque dominante, los modelos de desarrollo en pugna, estado y democracia, hegemonía y subalternidad tienen un carácter de opacidad que es constitutiva del propio proceso de dominación. La afirmación realizada ya hace tiempo por Eduardo Basualdo y Enrique Arseo (2006) acerca de cómo la contraposición Estado-mercado tiende a “opacar la concepción del Estado como un instrumento al servicio, en última instancia, de los sectores dominantes y la del mercado como un mecanismo que opera condicionado por esa dominación y que posibilita su propia reproducción” tiene una gran vigencia.

Universidades nacionales: entre lo público, lo común y lo comunitario

            Como afirmamos al inicio, la universidad pública es parte de un proceso de transformación sujeto a múltiples tensiones. Neoliberalismo y emancipación son dos categorías que permiten explicar avances y retrocesos del proceso de democratización de la educación superior.  

            Luego de la recuperación de la democracia en 1983, la embestida neoliberal del período 1989-2001- que incluyen como actores principales a Carlos Menem y a Fernando de la Rúa- tuvo consecuencias de largo plazo, generando un sentido común y un conjunto de prácticas institucionales que persistieron en el tiempo.  Como sostiene Marcela Mollis (2003), en esa década perdida para la justicia social, la preocupación por la “calidad junto a la eficiencia universitaria” fue recuperada por agencias internacionales, principalmente por el Banco Mundial, generando un proceso de contrarreformas en el cual el conocimiento no fue el actor protagónico como tampoco sus trabajadores y estudiantes sino, las diferentes formas de subordinación a las lógicas del mercado. Es así que, la misión histórica de la universidad “orientada a la satisfacción del ‘bien público’ queda acorralada por los condicionantes urgentes del recupero de la inversión (pública o privada)”, agrega Mollis.                       

Sandra Carli (2024) introduce otra contraposición, ella advierte que “la disputa por la expansión/restricción de las fronteras de la universidad, en suma la expansión/restricción de su pulsión democratizadora ha sido constante” y, que si bien el proceso puede leerse como orientado al reconocimiento de derechos y demandas, también puede destacarse que “aún en contextos de notable adversidad como el presente se produce siempre la reactivación de la universidad como esfera pública democrática…” capaz de resistir al embate neoliberal.

            Esa pulsión democratizadora permitió, desde la tracción principalmente de las organizaciones de trabajadoras/res y del movimiento estudiantil, resistir a los intentos de subordinación a las lógicas del mercado y generar, en toda la región latinoamericana, nuevos procesos de transformaciones populares que le dieron continuidad a un impulso por una nueva universidad (Carli, 2018). El relanzamiento de las agendas a favor de nuevos procesos de democratización se da en contextos de brutales crisis económicas no sólo en la Argentina del 2000-2001 sino en América Latina luego de una década perdida con un enorme costo para los cuerpos y las subjetividades populares, como fue tan lúcida y críticamente abordado por Silvia Bleichmar (2006). 

            En el período 2003-2015 se intentó “hacer un pasaje de la universidad como espacio público crítico, al involucramiento y compromiso de las universidades con un estado creador de políticas públicas”, un ciclo de expansión de ciertas dimensiones de lo público (Carli, 2024). Pero no fue suficiente, recordemos que el carácter performador de las estructuras neoliberales estatales produce potentes subjetividades. 

            Con Judith Naidorf y Silvia Llomovatte (2018) afirmábamos en pleno período del retorno (¿de lo “reprimido”?)  del Fondo Monetario Internacional a nuestro país de la mano de la Alianza Cambiemos que “A 100 años de la reforma advertimos con preocupación la restauración conservadora y neoliberal en el campo de las políticas en educación impresas por el giro a la derecha de la mayoría de los gobiernos”.  Fue una etapa de descalificación del “valor y la necesidad de los títulos universitarios, de la instalación del management público en el Estado y la reivindicación del emprendedurismo y la meritocracia, que provocaron una retracción de ese ciclo expansivo y a la vez una fuerte politización del debate científico-universitario en defensa del sector (Carli, 2024).

            Luego del “interregno” 2019-2023 de un, parafraseando a Hurtado (2024), “progresismo de baja intensidad”, vuelve el tercer ciclo en la última democracia de un gobierno nacional en manos del poder financiero. Sin dudas, como recuerda Carli (2024) la coyuntura de la pandemia – con su dimensión de extrema de crisis sanitaria, fue brutal en términos de desolación y muerte- provoca un punto de inflexión sin precedentes, dado que se “conmovieron y desestabilizaron fronteras instituidas”. Este acontecimiento produjo otros niveles de visibilización de las profundas desigualdades sociales y mostró la emergencia de nuevos imaginarios que pondrán en cuestión desde los propios sectores populares la capacidad de los progresismos para revertirlas cuando ocupan el aparato de estado. Branco Troiano y Diego Sztulwark (2024), Pablo Semán y Melina Vázquez (2024) realizan brillantes abordajes al respecto.  

            El historiador Alejandro Horowicz (1991) afirma que nuestra democracia – la que inicia en 1983- se fundó sobre una derrota, por un lado, de las juntas militares, pero al mismo tiempo, de proyectos sociales que prometían la transformación de la vida cotidiana bajo el principio de la justicia social. Esta derrota imprimió a la democracia límites de largo plazo que persisten hasta el día de hoy y que en parte explican el retorno del momento neoliberal.

            Iniciamos esta nota haciendo mención a la inusitada agresión del gobierno de Milei al Sistema de Educación Superior de nuestro país, en el marco de un brutal ajuste al sector público, al salario de las/los trabajadores y jubiladas/dos con un importante consenso de la representación legislativa en el Congreso Nacional.  Por supuesto que ese consenso está lejos está de ser igualado u homologado a consenso ciudadano o popular.

            No estamos asistiendo a un proceso de destrucción del estado sino de la reformulación de su arquitectura y de sus políticas a favor del sector más concentrado de la economía con carácter financiero como “determinación en última instancia”. Es un momento de retrocesos en el campo de los derechos laborales y civiles.

            Durante 2024 las movilizaciones a favor de la universidad pública han sido muy numerosas en muchas ciudades del país, en particular aquí en la ciudad de Río Cuarto, con la participación de diversos sectores sociales también de otros pueblos y ciudades de la región. La UNRC forma parte de las tramas locales y regionales, con inserción en sus dinámicas educativas, científico-técnicas, socio-productivas y culturales. Recordemos que una de las marcas fundantes de nuestra institución fue el entusiasmo y el reclamo popular por más educación para las futuras generaciones ¿es en algún sentido una persistencia de la memoria colectiva?

                        Considero que la condición de posibilidad de la permanencia de la universidad pública y gratuita sólo es posible con un aumento de su pulsión democratizadora, de concebir a la institución como territorio democrático en pugna, como sostienen Florencia Granato y Deolidia Martínez (2024).  Necesitamos defender el carácter público de la educación, sin dudas, pero al mismo tiempo señalemos el carácter insuficiente que esta dimensión pública tiene para garantizar el acceso a los estudios superiores de toda la población y, trabajemos activamente por una universidad más democrática, de allí que es importante concebirla como universidad inconclusa.  

            El proceso de democratización de un país puede entenderse como el movimiento cuyo horizonte societal es el acceso pleno a esos derechos por la totalidad de su pueblo. No hay libertad sin igualdad, no hay igualdad sin garantía de acceso a los derechos humanos, no hay libertad sin justicia social.

Bibliografía

Abratte, J.P.  (2017). ¿Qué sujetos para qué reformas? Integración y conocimiento,Revista, UNC, 2017.

Aliaga, J. (2019). Características del Sistema de Ciencia y Técnica Argentino: algunas propuestas. https://jorgealiaga.com.ar/

Basualdo, E., Arceo, E. (2006).   Neoliberalismo y sectores dominantes. Tendencias globales y experiencias nacionales.  CLACSO, Buenos Aires.

Bleichmar, S. (2006). No me hubiera gustado morir en los 90. Taurus.

Bottinelli, L. (2024). Motosierra contra la educación. Edición 304, 2024, Le Monde Diplomatique.

Buchbinder, P. (2005). Historia de las Universidades Argentinas, Buenos Aires, 2005, Editorial Sudamericana

Carli, S. (2018).   “El sonido lejano de la Reforma de 1918 en el complejo escenario de 2018. Anacronismo,

memorias y emergencias” en Ricca, G. (Comp), La revolución de las conciencias: disputas en el centenario de la Reforma Universitaria. UniRío Editora.

Carli, S. (2024). Panel: “La universidad como espacio público que construye ciudadanía y democracia. Desafíos en tiempos adversos”. IX Encuentro Nacional y V Latinoamericano La universidad como objeto de investigación.: reconfiguraciones en la agenda académica, disputas en torno a la dimensión de lo público y debates para construir futuros posibles. 13, 14 y 15 de noviembre de 2024, UNLP

Carrizo, E. (2019) Ciencia y tecnología en la subalternidad, Ed. Teseo, Buenos Aires.

Cels y Revista Crisis (2024). Capital inhumano: los seis primeros meses del experimento libertario. Publicación del Centro de Estudios Legales y Sociales y de la Revista Crisis.

Franco, M., Levín, F. (2007). El pasado cercano en clave historiográfica. Capítulo incluido en en Franco, M. y Levín, F. (comp.). Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Buenos Aires.

Granato, F. y Martínez, D. (2024). Documento. 5d: memoria verdad y justicia. 17 años de la explosión en la planta piloto de la UNRC.

Horowicz, A. (1991).  Los cuatro peronismos. Editorial Planeta. 

Hurtado, D. (2024). La Ciencia y la Tecnología en Argentina en los 40 años de democracia. Revista CTyP.  UNLP.

Hurtado, D. y Martínez, E. (2022).  Ciencia y Tecnología: modelos tecnológicos en pugna. Disertación en el Ciclo organizado por el colectivo “Universidad y Comunidad”. Universidad Nacional de Río Cuarto.

Mollis, M. (2003). Las universidades en América Latina: ¿reformadas o alteradas? La cosmética del poder financiero. CLACSO.

Naidorf, J., Llomovatte, S. y Ruiz, M. (2018).  “El componente latinoamericanista de la Reforma Universitaria de 1918” en Ricca, G. (Comp), La revolución de las conciencias: disputas en el centenario de la Reforma Universitaria. UniRío Editora.

Ruiz, M. (2023). Universidad, Democracia y Derechos Humanos. Jornadas de conmemoración de los 40 años de democracia.

Vogliotti, A., Wagner, D. y Barroso, S.  Comp. (2021). 50 años de la UNRC.  UniRío Editora.

Semán, P. y Vázquez, M. (2024). “¿Giro a la derecha o subjetividad neoliberal?” en Los Monstruos andan sueltos, Podcasts de CLACSO-elDiarioAR. 

Troiano, B., Sztulwark, D. (2024). Proyecto de Pefiles Audiovisuales “Muecas”, a cargo de Troiano, B.  Canal de Instagram.


[i] Marcelo Ruiz es exrector de la Universidad Nacional de Río Cuarto (2011-2015). Profesor Titular. Director de la Maestría en Matemática Aplicada y de la Diplomatura en Tópicos de Ciencia de Datos.

[ii] Sobre el particular ver “Divide y vencerás, la fragmentación como estrategia de dominio”, de Antonio Tello, en ECM 1033. https://www.calameo.com/read/006456106481a3a43ab22 (N. del E.)

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