Feria del libro Juan Filloy “40 Años de democracia”


Por Daila Pradoi

El lugar

Miro el lugar en el que estamos, el sitio, percibo la buena tierra que nos sostiene, el mismo cielo, la nobleza de los árboles. Esto, el paisaje, es lo que ha estado y permanecido durante siglos; hoy en este espacio existen, también, edificios públicos, transitables, accesibles; espacio abierto, compartido, vivido. Un “lugar antropológico”, siguiendo a Marc Augé, quien lo define como dado al tránsito de personas, tránsito que deviene en anclaje y en memoria. Todo lo contrario del “no lugar” al que caracterizó como sitio sin identidad, sin memoria.

Lugares antropológicos son éstos. La Plaza del Pueblo, El Andino, todas las plazas de todos los barrios. Los parques, escuelas, bibliotecas, nuestra universidad nacional, pública y gratuita. Sitios para poblarlos, y proyectar futuro, renovar utopías. Un lugar para llegar con el mate en la mano, aunque el pensador francés se hubiera desconcertado frente a una calabacita y su bombilla.

La Feria Juan Filloy a lo largo de 19 años fue ocupando y memoriando lugares públicos, clavó su banderita lectora, inclusiva, en distintos sitios de la ciudad. Este 2023 se ofrece aquí, en la Plaza del Pueblo, en el Viejo Mercado. Y la memoria desenrolla su madeja en varias direcciones:

1- Muy atrás, los habitantes originarios consideraban público cualquier sitio que transitaban y poblaban: era de nadie y por lo tanto, era de todos y todas. Después, en tiempos coloniales, las gentes se afincaron en la vieja y áspera frontera, inhóspita, y a fuerza de trabajos, amor y tozudez fueron convirtiéndolo en lugar público. En esa ventana iluminada que a lo lejos entrevén los caminantes en noches de luna nueva. Lumbre de la Vida numerosa, (en palabras de la poeta cordobesa María del Carmen Marengo).

-2 -En otra deriva, consecuente con la época, miles de personas extranjeras dejaron sus ágoras, sus sitios públicos y sus cunas de otros países, y memoriaron aquí la necesidad, el deseo, la potestad de legar algo que sobreviva la existencia individual.

3- Y en una dirección -ya contemporánea- la memoria nos instala hoy en un aniversario de vida, nunca más de muerte: el día, el año, el mes en que recuperamos la democracia. Había sol, hacía fresco, el mediodía entonaba su canción más gloriosa. La Municipalidad, el Concejo Deliberante, la Universidad, los gremios, las escuelas, el periodismo, los artistas y la cultura, volvían a ser lo que deben ser: actores primordiales de las políticas públicas.

Escritores y educadores, ellas y ellos

El hilo vital asoma desde muy atrás en el tiempo, y en esta tarde de noviembre, me complazco en compartir una frase de Paulo Freire. Dijo “La imparcialidad no existe. Todos estamos orientados por una base ideológica. La cuestión es: ¿tu base ideológica es inclusiva o excluyente?”.

La frase, con ese lejano eco shakesperiano: La cuestión es: ¿tu base ideológica es inclusiva o excluyente? interpela a la segunda persona singular, tú. Casi nos señala con el dedo. Sin embargo, dejemos el “tú” de lado para volver plural la frase, comunitaria, ecuménica, referida incluso a eventos, como éste. La Feria nace y permanece desde una raíz inclusiva. Nace desde el pie. En primer lugar, porque libro dado a leer desde lo más remoto de la humanidad, fuera el formato que fuese, jeroglíficos, quipus, pergaminos, códices, transmisión oral, arte rupestre, virtuales, audiolibros, podcast, bookpad, todos esos prelibros y postlibros con dispositivos diversos, nos dejan ver que su base ideológica es inclusiva, más allá de lo que contengan. Incluso a pesar de lo que contengan, en algunos casos.

Sí, bueno, mis palabras mientras aguardamos que se abran las puertas de una Feria del Libro más en Río Cuarto, estos conceptos que me atrevo a expresar suenan bien; advierto sin embargo que están en riesgo de convertirse en palabras vanas, si es que hay lectores que no acceden al libro, y todavía más, no saben leer. Un oxímoron. Y todavía hay. Ellas y ellos.

Todo esto, estoy segura de que ustedes lo comparten, porque sabemos que quienes menos acceden a los libros son justamente quienes más los necesitan… y el celular, la pantalla, sirven, pero no alcanzan. Otrosí, lectores a los cuales llega el libro, pero no leen, por decisión, gusto o falta de hábito. Todos y todas quedan, volviendo a Freire, excluidos. Y aquí no quiero dejar de enaltecer a educadores de todos los niveles y también alfabetizadores contemporáneos, agradecerles y valorar, por supuesto, el sostén fundamental del estado, en todos los estamentos; entiendo que Argentina ha mejorado mucho en ese sentido, con muy buenos programas en marcha. Y no puedo dejar de traer acá, a esta Feria, sobre todo por el aniversario del fin de la dictadura, a los idealistas que pusieron alma y cuerpo, pusieron el cuerpo aún sospechando que podían perderlo, que podía ser vulnerado, violado, herido, derrotado, cosa que, en muchos casos, ocurrió. Mujeres y hombres. Me refiero a los grupos alfabetizadores de los ´70, surgidos en su mayor parte desde nuestra Universidad. En Río Cuarto. Chicos y chicas que habían nacido en cuna de libros, no de oro -ya lo dicen Los Redondos, “el lujo es vulgaridad”-, nacieron en casas lectoras, dejaron su comodidad y se mandaron a las villas para comenzar desde el alfabeto. La Gringa Berta Perassi vivía, no visitaba las casitas de la villa, vivía allí, con ellos, como ellas. Estudiaba Ciencias de la Educación en la Universidad, aún flamante. La sacaron de los pelos de una fábrica de galletitas en Córdoba, cuando se estaba escondiendo de lo que venía, y nunca más la vimos. Tenía 23 años. Y estaban Alberto Pinto y Viviana. Y otros, otras. Buscaban amortizar la deuda. Crear conciencia, pensamiento crítico, libertad para decidir. Incluso, arriesgo aún, brindar herramientas para elegir qué leer, y qué no, una deriva que se robustece en la actualidad.

Vuelvo a los libros. Oh sí, los libros están caros. La mayoría; otros, no tanto. ¿Por qué? Porque son posibles todavía ediciones un tanto caseras, artesanales, libros cuidados como a criaturas que deben vivir, de parte de autores y editores, que abaratan en lo posible su costo y distribuyen y socializan gracias al boca a boca, al pulgar arriba, al me gusta, al bookpad. Ejemplos cercanos, riocuartenses: UniRío, editorial de nuestra Universidad, con más de 500 publicaciones. El Puente. Cartografías. Interesante, el hecho de que en dos de ellas los directores, Hugo Aguilar, José Di Marco, Pablo Dema y Verónica Dema, son escritores, son autores.

En la feria del Libro de Chaco, este año, el escritor Mariano Quirós que la inauguró, entre otras cosas dijo: “Los libros hoy están carísimos y es gracias a las papeleras Celulosa Argentina Ledesma y Papel Prensa”. No sé, no sé; quienes escribimos tenemos escasas respuestas en un terreno que se maneja con cifras; no considero nuestra limitación como cualidad, creo que, en mi caso, es un disvalor; así y todo, pienso que habrá que hacer el esfuerzo y conquistar herramientas válidas y veraces, auténticas, para poder pensar en profundidad esos dichos, discutirlos, accionar, si cabe. Celulosa Argentina Ledesma, Papel Prensa. Hablamos de libros y hablamos de lectura, y hablamos de pensamiento, subrayado: lectura y pensamiento. Porque, si no, ¿qué somos? ¿Escritores, intelectuales, lectoras, prosistas, poetas, cultores del arte, así criados a la buena de Dios, no reconociéndonos portadores de un imperativo moral y ético? Pronuncio estas últimas palabras consciente de su peso, su volumen histórico, su fuerza -a veces- abrumadora.

Poetas e historiadores

Voy a apelar ahora a otra frase; no se me ocurrió a mí, lástima, y cito, en cambio, al venezolano Mariano Picón Salas, escritor, docente y ensayista: “El camino de nuestra psique ha de rastrearse, frecuentemente, por indirecta ruta emocional y estética. Requiere de poetas tanto como de historiadores”.

Yo hacía pininos en la literatura, cuando anoté esta frase hace mucho tiempo, y la olvidé. Sin embargo, entiendo que quedó en estado larval; volví a encontrarla, a pocas semanas de pensar este discurso inaugural de la Feria. ¿Casualidad? La casualidad pocas veces entra en los cálculos de poetas, de artistas. Hay otras fuerzas allí, en la médula de la vida y sus logros y desaciertos. Hay energías difíciles de nombrar y clasificar… pero nunca se reconocerán como casualidades. Nadie casualida lo que no busca (aún sin saberlo) casualidar. De paso, nadie puede encerrar la lengua en jaulitas, como las que transportan mascotas a las que se ha asegurado, contra daños o extravíos. La lengua castellana no morirá, no se extravía; está viva y es potente, su hermosura es elástica. No desaparecerá. Tendrá mejor suerte, sí, que aquellas lenguas nativas que el español castigó hasta hacerlas desaparecer, las mismas que hoy estarían enriqueciéndonos, formando parte del patrimonio de la humanidad.

Entonces, no fue azar encontrar esta frase de Picón Salas en medio de papeles que creía perdidos. Se requiere tanto de poetas como de historiadores. Sí: requerimos, necesitamos alguien que como Filloy poeta nos diga: “dulce analfabeta paisana de Cyrano, cada vez que salgo le pido permiso a tu recuerdo” (hace casi un siglo que escribió estos versos a la madre, e insistimos en necesitarlo). Requerimos de alguien que nos diga, y los tenemos, los tuvimos, historiadores que recuerden que nuestra piel blanca y ojos claros son tributarios de la raza negra que sirvió y murió en estado de esclavitud, acá, en este mismo suelo. Que somos deudores, además de los inmigrantes de otros lares, somos deudoras de comechingones y ranculches, aquellos que honraron y defendieron la Pachamama como no somos capaces nosotros, hijos de este siglo XXI anegado en glifosatos, donde se talan sin perdón bosques y montes; luego, donde hubo verde y vida rumorosa ahora hay muñones y ceniza. Y aquel lugar antropológico, resplandeciente, es ya un no lugar.

Tenemos necesidad, nosotras, sobre todo, mujeres, de beber de la pluma pionera de Susana Dillon cuando hizo punta (y nadie lo hacía) para revelar y actualizar cuestiones de género: “Estamos en plena contienda, pero hemos hecho un alto para mirarnos al espejo, para vernos al cabo de tantos años: ¡Mujeres, por algo se empieza!”. Precisamos volver a la riocuartense Glauce Baldovin cuando dice, poetiza: “¿quién me esperará en los confines de la patria/sino aquellos mismos que abandoné en la tormenta?”.

Y requerimos poesía e historia para no echar a las tristes fauces del olvido a quienes, antes de estos 40 años que hoy celebramos, fueron obligados a abandonar la patria, con sus parejas, hijos e hijas, solos y solas, y no tuvieron tiempo de llevar nada más que su desespero. Río Cuarto tiene dos “escritores recuperados”, expulsados como delincuentes: Antonio Tello y Gonzalo Otero Pizarro. Ambos volvieron y continuaron haciendo literatura, ofreciendo libros en honor a aquellos, propios y ajenos, que vieron arder en fogatas que nadie nunca olvida.

Otros y otras pasaron años en la cárcel, detenidos y detenidas por portación de ideas, a quienes sobrevivir les costó lo que ninguno de nosotros imagina.

Tantos y tantas corrieron peor suerte y están reflejados desde la creación artística, también aquí, en su imposible condición de desaparecidos. No los nombro porque no puedo hacerlo; treinta mil son demasiados, llevaría toda una vida. Ellos y ellas son también nuestro sustento, les guste o no les guste. Son la costra de ese pan arrebatado, los tiernos huesos de un esqueleto cuando por fin tiene nombre.

Bibliotecas y Ferias del Libro, ¿primas hermanas?

Irene Vallejo, española, arriesga que las primeras bibliotecas en la historia surgen de una necesidad: básicamente, la de evitar que el libro, impreso, estampado, copiado ya, pereciera. Ese objeto precioso, novísimo, escaso, lejos de estar al alcance de cualquiera, pero con voluntad absoluta de perdurar, necesitó agruparse y formar volumen, ocupar espacio, hacerse notar. Y los libros fueron juntándose, fueron visibles, molestos incluso porque se precisaba ese espacio para almacenar granos de trigo o cebada.

Aquí están, las crías de aquellos dinosaurios, vivos, en este caso. Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido su cualidad intrínseca no ha variado: necesitan de lectores.

Pudieron sobrevivir a las llamas, perseverar a pesar de roedores, polillas, humedad, inundaciones, mudanzas, desidia, etc.; pero no pueden vivir sin un par de ojos que leen. Como los enamorados, la mirada del otro, de la otra, les da sentido, los enaltece, los significa. Este invento tan maravilloso le da origen y sentido y significado a la feria Juan Filloy 2023 en Río Cuarto, Córdoba, Argentina. A 40 años de la recuperada democracia. Que quizá y probablemente, no hubiera llegado en aquel 83 sino más tarde, de no ser por la guerra de Malvinas, entre otras causas. No estaríamos celebrando el aniversario de número redondo.

Y sí, el camino de nuestra psique podemos buscarlo en la poesía y la historia. Gustavo Caso Rosendi, ex combatiente malvinero, en su libro Soldados: “Ese día el soldado Aguilera traía el sol/ […] no venía con la mirada caída de otros días/se recortaba triunfante en la colina/ apretando al sol/rehén bajo la axila/ […] ya entre nosotros lo apretó contra el suelo/ clavó su bayoneta en el ojo dorado/y rápidamente nos llenamos las manos/ y bocas con esa carne de cíclope/ que sabía a dulce de batata”. Emocional y estética, la ruta que nos lleva hasta el poeta Caso Rosendi.

Retomo el parentesco insinuado en el subtítulo: ¿primas hermanas, bibliotecas y ferias del libro?

Se me ocurrió que las bibliotecas de todos los tiempos y todos los barrios, sobre todo los más humildes y alejados, pudieron haber alumbrado la idea de una Feria del Libro en Argentina. En algún lugar, siempre público, siempre antropológico. No las grandes cadenas libreras, editoriales, distribuidoras, que llegaron después; me agrada suponer que habrán sido las más pobrecitas y empeñosas bibliotecas públicas, amparadas en el anonimato precisamente por su marginalidad de los grandes centros iluminados a giorno -como se decía-, armadas en escuelas rurales bajo el susurro del verde y el cielo expuesto, de a poco y con amor sostenido, como el amor a los hijos, a los nietos que vendrán. Así pudieron haber nacido. Pronto se sumaron los libreros, indispensables. Así, posiblemente, nacieron: como primas hermanas de la misma sangre lectora.

La Feria Juan Filloy

Modestas, las primeras Ferias del Imperio. Escasas, no de voluntad. La primera se hizo aquí, en este lugar antropológico.

Hoy, después de 19 años ininterrumpidos, en la recorrida encontrarán títulos conocidos, y no tanto; algunos sagazmente ocultos, porque también una Feria tiene la facultad de desocultar, revelar. Encontrarán nombres propios, presencias que vienen a compartir su palabra, su esperanza, su poesía. Y también van a percibir el vibrante aliento de las primeras ferias, diminutas, naciendo desde el pie, que sonreirán cuando ustedes abran un libro, lo palpen, lo acaricien. Habrá música, de la joven y no tanto; espacios destinados a la infancia. Quizá se reencuentren con la banda sonora de vuestra vida, así me dijo el amigo Elías Claudio, hace poco, cuando en el Aguante Poesía empezó a tocar y cantar Miguel Ángel Toledo. Él es la banda sonora de nuestra vida, dijo.

La Juan Filloy de este año, como las anteriores, fue pensada y puesta en práctica por instituciones públicas: el Gobierno de la ciudad, La Universidad, la Sade Río Cuarto, La Mariano Moreno, El Concejo Deliberante. Quiero nombrar, y no en segundo plano, a la sociedad de Río Cuarto, a esos anónimos que implícitamente, desde una fortaleza que ni siquiera ellos y ellas reconocen, desde su empeño y persistencia diaria, siempre con ese no sé qué que amalgama y refuerza y define un espíritu ciudadano, localista, inclusivo, reclaman, necesitan, dieron el permiso y dan hoy la bienvenida a la Feria. Aunque no lo sepan, son responsables vectores de una nueva Feria del Libro; nada, ni bueno ni malo, germina a espaldas de esa intención comunitaria, esa pluralidad, el sustrato que alumbra las mejores cosas.

Para ir terminando, mencioné recién a la Sade, hoy no es la única agrupación de escritores en la ciudad, allí tenemos a SER; es la única, sin embargo, que conocí en los comienzos. He pasado por varios círculos del infierno, y por algunos buenos tiempos. Sí: ingresamos con la timidez y también el arrojo destemplado de jóvenes que pronto, cuando vieron -vimos- que su lugar en la biblioteca Moreno estaba apenas cimentado, ahí nomás se dieron a la tarea nada ímproba de intentar masacrar a nuestros mayores. No sé si el remordimiento pueda sucederles a un Elías Asaad, una María Elena Berruti y José Luis Ammann, a un Abelardo Barra Ruatta, un José Di Marco, tan joven, una Elda Durán, una Bachi Salas, y más luego los Poetas del aire, inolvidables: Marcelo Fagiano, Ernesto San Millán, Di Marco. Y sí, me avergüenza que nos rebeláramos contra una literatura labrada y mantenida por un Juan Filloy, un Mastrángelo, una Michelotti, Juan Floriani, Solivellas, Bustamante, Sara Zimmerman, Osvaldo Guevara, y más. En cierto momento algunos de nosotros confrontamos directamente contra la SADE, no recuerdo bien el motivo, sí sé que seguimos a Susana Dillon en esa cruzada; ella, a veces, también se equivocaba. Pero cómo no seguirla; era una flautista, y nosotros, nosotras, sus fans hipnotizados.

Bien: Los compañeros y compañeras de aquel entonces son maravillosos escritores y escritoras, sobre todo del team poesía, sin desmerecer. Ya no anhelamos derrumbar a los precedentes… por las dudas. Sí, estamos acá, en un lugar significante, apuntalando, creyendo que una nueva Feria del Libro es una muy buena noticia. Celebrando la nueva era geológica de poetas, -Colectivo Glauce, salve-, narradores, ensayistas que provocan asombro y fundada ilusión.

En cuanto a la SADE, parece que en un punto se asemeja al tango: nos espera.

Y en cuanto a la Feria, como los antiguos ilusionistas, los aedas, los tramoyistas, porque todo eso también somos escritores y escritoras, digo: pasen y vean. Esta es nuestra Feria. Pasen y lean.


i Discurso inaugural de Daila Prado, socia de SADE, en representación de escritores, poetas y narradores orales de Río Cuarto

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