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Carmen
Silvia Barei
Por Claudio Asaad
¿Qué modos tiene la memoria de ser una voz, de resquebrajar la trama del tiempo hasta convertirlo en sustancia, hasta cubrir la huida del sentido a fuerza de resistir con el cuerpo del lenguaje?
Hay dos. No una. Se llaman Carmen. El Prefacio del libro advierte sobre la veracidad de una ficción. Poco importa. Silvia, escribe: “Solo soy aquella compiladora que ha recibido el regalo o el legado de escrituras ajenas. Si en el futuro leen poemas míos semejantes a estos, sepan de dónde provienen”. Leo los poemas, una dos, cuantas veces se los necesita leídos, puestos a decir, tendidos como las telas aun sin pintar de Carmen P. Parecen balancearse, las Carmen, los poemas, las voces, por el desordenado mundo, una y la otra se ponen a desmembrar los deseos, a ver si las cosas comienzan a tener su propio lugar, si es posible recuperar el sabor eléctrico de los sentidos, ahí donde la poesía se recoge sobre sí:
Toca la piel del libro / el relieve de las palabras / el brillo de la escritura / el perfume de las hojas / antes de recorrerlas / escucha / sus ecos / el paso de su luz / el lugar donde otra dice
¿Quiénes dicen?, hay otras. Las/los invitados a hablar en esta conversa, operan sobre el poema desde el afuera más íntimo que nos es dado leer, suturan en una falta inadvertida, una provocación a modo de despreocupada cita que se integra al texto no como un paréntesis, pero si como una pausa, a media luz; hay que estar atentos a esos susurros, esos que calan profundo en la anatomía del poema. Nunca funcionan como un comentario aparte.
Silvia Barei, escribe con, por y a pesar de estas voces, las potencia, amplía el espectro de las intensidades que las identifican, remarca sus matices, sabe el momento justo en que debe entrar cada uno, cada una. Como en “Nosotras” Poemas en Diálogo (Alción, 2020), la escritura de Silvia habita y se deja habitar por el trazado de la escritura, lo ajeno pronunciado en el prefacio de Carmen, al final no lo es. “Las” Carmen respiran en cada asimetría de la escritura, se expanden a la vida de cada poema, a la vida. Barei nos muestra una vez que la palabra, ese gesto signo, llega a veces, o nos es entregado otras, sin un fin y un destino, pero también, en otras ocasiones, aquieta su viaje, reproduce su efecto espejo, transforma la ilusoria belleza en posibilidad, alcanza, aunque sea apenas dar un paso certero sobre el terreno ambiguo de los significados.
Dice alguien que escribir es como dibujar o como hacer una huerta.
Contarnos la historia. / Asegurarse de que el dibujo que se arma / sea, por lo menos agradable.*
Andan sus pasos / por los llanos de la patria / por un matorral sin nombre / un alambrado, un galpón, / una huerta vecina, / sombras que se vuelven largas / las acacias / empezando a virar hacia el marrón. Federico Falco: Los Llanos.
De cada Carmen su enternecedora voz, y más estremecedoras. Con mundos domésticos, cotidianos diferentes, uno las puede pensar cercanas, olfatear esos espacios, trepar sus relatos, merodear cerca de las sombras que dejan los versos, pero es difícil saber qué hacer con esa intensidad, la que irradian los poemas. Dicen la poesía no salva. Sin embargo, Cierta fuerza nunca forzada se eleva desde un fondo que no es, como un ojo que mira de frente para que uno intente ver, Hay que girar la cabeza, despoblarla de los ruidos del vivir, usar el rabillo del ojo, contener el respiro, un ratito nada más.
El libro, de Barei, se me ocurre una obra telar. La memoria ha sido dispuesta como un tejido trasparente, abierto, una telaraña de seda y lluvia, que nunca es la misma. La memoria se recuerda así, dibuja de cada Carmen unas formas del mundo. El ímpetu que regresa a la vida es una pulsión de la escritura, una insistencia imprescindible, un acto de vitalidad que se entrega. A muchas manos la red y su música y todas las cuerdas vocales que Silvia recupera con sutil maestría, buscar donde nombrar y porqué. Tensar y relajar asentando la armonía en la disonancia de lo ausente.
A 20 años de la colección archipiélago de la editorial Cartografías, se publica este libro/regalo Silvia Barei. Un deseo: que el coro nunca deje de cantar, que nunca acabe de tejerse la trama que abre la memoria. Cierra casi el libro, estos versos, que no quiero dejar de citar:
Algo anida escondido en el recoveco de la carne. / Me detengo / me preservo / de la singladura del desorden / de lo imprevisto que acecha / como el lenguaje del miedo.