
“Odiseo en el jardín de Doña Pabla”[i], de Antonio Tello
Por Claudio Asaad
Hay un jardín. El poeta emprende un viaje por la profundidad del follaje. Roza el horizonte de la tierra con el cristal de la mirada. Antes de la palabra, palpa el sabor a marea y sal. Sorbe el secreto de las noches infinitas, retoma el oleaje que Odiseo desanda con fatiga y voluntad ofrendada por los dioses. El jardín de Pabla es un hogar abierto al universo, un cofre hallado en los ecos sordos del tiempo. El aliento marino flota como vapor de memoria lejana, se adhiere a lo mustio y lo perenne. Es la travesía de Odiseo, su memorable arrojo, la urgencia del retorno a Ítaca, las penurias y el ardor del deseo, las que impulsan al propio viento, desgarran las tormentas, replican en la voz murmurante del poeta: ¿Qué poesía es esa que no atraviesa las entrañas del hombre? ¿Qué justicia es esa que no late con el corazón humano?
Este libro es un largo, extenso poema y al mismo tiempo un relato reflexivo y delicado de como la historia de Odiseo se enuncia recuperada en la promesa del tránsito al jardín de la infancia, al sitio donde un jardín con nombre es creado universo, sentido profundo para hacer de la flor y el tallo, lugares para esculpir el pensamiento: “Y ante la flor me pregunto ¿cómo puedo recordar ese verso que aún no ha sido escrito?”.
A lo largo del poema el autor se ciñe con cuerpo y voluntad al lenguaje, bucea entre las certezas, no busca, halla para sí unos modos del decir: es la danza de la luz y las sombras reflejados sobre el agua. Un movimiento que alcanza a la voz poética, la cubre de preguntas, le demanda firmeza y precisión. Una tarea que el poeta emprende como Odiseo al peligro a pesar de la dificultad y la sordina del vacío/ lleno de la lengua:
“La pulsión del deseo que anima el alma es más veloz que el impulso del remo. El alma llega a destino antes que el cuerpo.
No hay una eternidad. Hay sinnúmero de eternidades.
Cada flor es, acaso, reflejo de una eternidad en expansión
que se desintegra en el tiempo del mundo.”
El universo poético de Antonio Tello abunda en variedad de recursos literarios, matices, texturas. Un hábitat en el que dialogan las aventuras de Odiseo, no sólo en el mundo creado por Homero, sino con el interior de sus contradicciones, infiernos y flaquezas. En el jardín es posible la promesa de la existencia y también el temblor del desarraigo, dice el poeta:
“El navegante y el poeta saben que, para ellos, la vida es ese rumor de la quilla cortando las aguas.
Más allá del jardín, la ferocidad de la luz aniquila las sombras.
Todo placer, aunque fugaz en su disfrute, abre una herida en el alma. A esta herida perdurable llamamos nostalgia.”
El poema como invención de una noción de libertad desde la evocación del encuentro, donde, sin embargo, el pasado ha dejado ir al tiempo del deseo, al fulgor de la flor antes de convertirse en relato, de transformarse en forma a punto de diluirse. Cuerpo de lluvia y luego río. Pronunciación de algo que ya no está:
“Flor. Escribo flor y, aunque no la salve de la finitud de la voz que la dice, la escritura la sustrae de la fugacidad cobijándola en el tiempo quieto de la grafía”
Un poeta no es solo un yo y una voz alimentando los modos del texto, gesticulando frente al opaco disturbio de lo incompleto, es también cuerpo edificado que crece y se ramifica en una patria propia. El Jardín de Doña Pabla es el logos de Tello, el terreno sin fronteras donde se entrelazan los motivos y el recuerdo del vivir:
“La flor es una vaga sombra que se escurre entre los pliegues del alma hasta que la palabra, comprometiendo sus colores, formas y aromas con la memoria, la fija en el tiempo y el espacio y la convierte en experiencia personal.”
En una suerte de epílogo incluido en el volumen bajo el título de “El sueño de Homero “, Antonio incluye un relato organizado en dos partes que cierra esta obra, en ese fragor desatinado de atemporalidad, ensoñación y verdad.
En el intento de dialogar con el libro, nada de lo que pueda decirse alcanza a tocar el centro de su belleza e intensidad. Para disfrutar la lectura de “Odiseo en el jardín de Doña Pabla” se necesita quietud, serena lectura y una escucha abierta, dispuesta a cierta perplejidad. A celebrarlo.
[i] Odiseo en el jardín de doña Pabla, Antonio Tello, Ediciones del Callejón, Los Hornillos, 2024.