
Desde el mirador
Tiroteos
Por Kepa Murua
Es terrible que la excepción se convierta en costumbre cuando los hechos tienen una carga insospechada desde el mundo de las ideas. A veces un hecho dramático entierra cualquier otra sensación, una contradictoria o desgarradora, por ejemplo, que no tiene explicación hasta que lo sufres en tu propia carne. De qué hablamos entonces, ¿de vida o de muerte?, ¿de desamor y soledad como tantas veces? La justicia conseguida mediante tiroteos posee su validez ideológica, nos enseñó la vehemente historia del siglo XX. Pero la muerte no honra a nadie, ni nos hace mejores ni más humanos. Todo lo contrario, difunde un manto de tristeza inevitable a través de todas las noches vividas en la historia. La muerte nos pervierte desde que se cree en la violencia para lograr algo que luego nos afecta a todos. ¿O crees que la justicia que habla de sentimientos es tan diferente de la política que habla de la vida? La justicia conseguida mediante tiroteos es un aparente amaño de hechos éticos, nos dijo el poeta, porque donde vierte la sangre su rabia, cuelga luego un velo manchado sobre las buenas intenciones. ¡Ah, las buenas intenciones! Una fatídica expresión en boca de tantos que levantan barreras sobre unas pocas ideas. Las intenciones de mejorar el mundo, el deseo de lograr la paz y erradicar la violencia, venga de donde venga. Sensaciones que no encuentran eco en la sociedad y en los hechos. ¿O es que la historia está alejada de los ciudadanos que se refugian en la vida para no claudicar ante las intenciones que se vislumbran en el mundo de la política? La justicia conseguida mediante tiroteos lleva consigo la escandalosa idea de un mañana que nadie verá en su sano juicio, antes de que el sonido del silencio nos arrastre a la locura en la vida cotidiana. Qué más irreal que esa justicia iluminada, tan difícil de equilibrar en una balanza e imposible de definir con igualdad ante las razones históricas que la sustentan, incluso desde el mismo siglo XX. La justicia –que no es nada si se consigue mediante tiroteos– llevará parte del drama en su propia historia, pero no por ello nos hace distintos de otros que vieron de otra manera lo que vivimos nosotros. Una justicia con balas, no es justicia, así como las palabras que se buscan para explicar argumentos aparentes, no son ideas ni razones sino confusiones mediocres que nos retratan en aquel que dispara con la mano mientras cree que su pulso tiene una carga ideológica y por lo mismo justificada. Los hechos son además inamovibles: uno dispara y otro muere. Pero la historia no se mueve tal como aparenta o pretenden algunos. Solo el que sufre en su propia carne el tiroteo podrá exigir una justicia que, aunque no se sufra directamente, nos señala con el dedo. ¿O es que crees que solo hablo de política?