Cartas de la Palabra Río
Por Claudio Asaad
En Re menor
No debemos de pensar que ahora es diferente
Mil momentos como este quedan en mi mente
No se piensa en el verano cuando cae la nieve
Deja que pase un momento y volveremos a querernos
Volveremos a querernos
Franco Simone
Por Dolly
Escucho más voces cada vez. Una memoria se atreve lengua, arma una escena sin detalles porque lo que se susurra invita a la brevedad, aunque el relato no encuentre final.
Alguien llega, en segundos se va, desparrama migajas de silencio con intermedios cortitos de gestos. Afuera el paisaje y la luz. Todo es de verdes, inmenso, lo abierto. Puedo preguntar, mamá ¿Lo infinito es por qué no se ve? ¿Lo infinito es lejos, es hace mucho como para regresar, es allá a unos metros donde una mujer de celeste y ámbar se recuesta con un ramo en las manos? Pronuncia palabras que ya se fueron. El vidrio no trae el trino de los pájaros, convierte lo mirado en un lienzo mudo. La mujer con flores y helechos. Mira como si le hablara a un punto fijo entre las flores y la tierra. La luz viene del sol, tropieza sobre los ángulos del edificio, cae sobre las rosas blancas, los agapantos, y otras flores sin nombres para mí. Alguien fija un universo, dice es por aquí. Hay que ir despacio. ¿Qué es cerca? No hace falta tocarse el pecho para escrutar el mecanismo: bombeo de la sangre, la que corre por el mundo. La que se congela, aunque todo siga. ¿El tiempo se quiebra amiga, si alguien ya no dobla la esquina, y no es una voz cada vez más intensa, que está por acercarse a tu oído, al nuestro? Hay un perfume apenas, si, una pena rasposa, atacando el fondo de mi garganta. Me voy a salir de acá porque belleza y dolor se prometen ritual, corren por la orilla del vértigo, cosquillean el ánimo del pudor.
Los vidrios no son una pared, no separan ni unen, distancian un poquito la tentación de ir. Aumentan el deseo del ojo. Se reza: “Santa María madre de Dios…. Un réquiem se mezcla en el lugar donde la cabeza se ha ido a ensayar un paisaje sin imágenes, está dispuesto a buscar la latitud de un abrazo, la ceremonia de las cuerdas, lo solemne, se hace brío abriendo el paso a lo inefable. ¿Quién es esta música, madre, ahora que justo se despistan los recuerdos en la cima de este presente?
Nos invitan a darnos las manos con aflicción y duda, y más juntos ya no se puede estar. ¿Está mal, acaso si me quiero desunir porque no encuentro el espacio para que mes des la manito tuya?
¿Hay un rincón para la desobediencia? En ese ángulo de esta habitación dos vidrios en lugar de la pared, miro las rosas blancas; conversamos sobre esta luminosa mañana, no dejamos de sonreír provocados por la memoria, los efectos del amor, la ternura, tan dispuesta a ponerse en el medio de la ronda. Afuera, vuelan los vilanos de los álamos, y algunos pájaros silban en esta obra de lo real, que no importa si es.
Escucho menos voces cada vez, replegados sobre los cuerpos propios, nos movemos a favor del vivir.
Deja que pase un momento, siempre vamos a querernos.
Elías