ENTREVISTA

ALFREDO LEMON, DIOS ES UN POEMA QUE NO TERMINARÉ DE ESCRIBIR

 

Por Marcelo Fagiano

 

El encuentro con el poeta en un café de la capital cordobesa, aunque es la primera vez que nos vemos, transcurre como si nos conociéramos desde siempre, tal vez la poesía, esa conversación silenciosa que lleva cada creador frente a las palabras teje una red de invisible amistad que, más allá de las distancias terrenas, atesoran latentes vínculos.

Alfredo Lemon, nacido en esta ciudad en el año 1960, lleva en su cuerpo desde muy joven la mirada poética sobre la existencia humana a la par de haberse desarrollado profesionalmente como abogado y docente universitario. Ha publicado cinco libros de poemas: Eclipses, arritmias y paranoias (1983), Cuerpo amanecido (1988), Humanidad hecha de palabras (1991), Sobre el cristal del papel (2004), 23 (2023) y El búho de Minerva levanta vuelo al anochecer (2025). Además, en el año 1991 publicó el Ensayo filosófico El mono metafísico, Premio de la Asociación de Escritores Argentinos.

“La verdad permanece virgen como una navaja”, expresa en uno de los poemas de “23”. ¿Qué busca Alfredo Lemon al escribir poesía?

Creo que uno busca captar en esos breves momentos, una emoción, un flash, un relámpago, una música, la mínima fracción de una verdad que acaso pudiera otorgar algún sentido a la existencia. La poesía es, según entiendo, una forma de conocimiento y de ordenar el mundo: el de uno mismo y de lo demás circundante. La verdad es una piedra preciosa que mientras más se pule, apenas devela sus aristas. En última instancia es algo imposible de asir y por eso resulta intocable e intacta de la manera más rotunda. Cualquier intento deviene la búsqueda de respuestas a las eternas preguntas para nadie. El poema atraviesa las sombras en el último campanazo, para ser con su potencia, un nuevo adviento después de la tormenta.

En diversos pasajes de su libro “23” entabla conversaciones con voces de autores como el “No escribiré más” de Pavese (El oficio de vivir), escrito pocos días antes de su suicidio, o establece sutiles mutaciones con otra de sus imágenes: “Vendrá la primavera y tendrá tus ojos”. De acuerdo a su concepción sobre la literatura, ¿es posible crear artísticamente con el lenguaje sin detenerse en lo ya escrito?

Uno escribe con el peso de la tradición sobre sus hombros y al mismo tiempo tratando de eludirla y tener una voz propia. Con lo que conoce o con lo que ha leído o estudiado el tono de la escritura se va sedimentando. Así, al madurar, a medida que uno va escribiendo, el hábito y el oficio te permiten incorporar y jugar con ideas, sentencias o conceptos, títulos, que otros ya han utilizado; y reconvertirlos para darles otra vuelta, algún giro, y utilizarlos como si fuera la primera vez. En ese sentido, no reniego de las influencias de tantos autores que me acompañan al momento de la creación, incluso creo que hasta nuestros contemporáneos que están escribiendo junto a nosotros (y desconocidos) también nos influyen, porque son parte del inconsciente colectivo del espíritu de la época. Todo eso, resulta inspirador a la hora de decir lo propio, que siempre es, como decía Girri[i], lo de todos…

En el texto “Los ojos del búho” escribe: “No soy filósofo”, sin embargo, la filosofía como docente universitario acompañó su destino en las aulas por mucho tiempo. El diálogo entre el poeta y la palabra de los filósofos, ¿alimentó o inspiró la creación artística?

Sin duda que así fue; muy acertada tu observación. En ese poema cuando digo “No soy filósofo” quiero expresar mi creencia de que no es necesario tener un título que te habilite a filosofar, porque nuestra esencia humana intenta conocer por naturaleza, desea saber de algún modo, por qué habita esta tierra, para qué, cuál es el propósito, cómo encauzar de la mejor manera posible los días del cotidiano vivir. A veces un mendigo, un taxista, un panadero pueden enseñarnos más filosofía que un catedrático de una universidad. Porque tienen aguzado el sentido común y la experiencia y eso vale mucho…

¿Piensa que hubo aportes desde la abogacía para la nutrición del lenguaje, así como para abordar temáticas y elaborar visiones del mundo? Es decir, existió algún cruce entre lo poético y esa disciplina/ciencia?

 

Sí. Creo en la convergencia de ambos quehaceresLas diferentes visiones se complementan y se retroalimentan.

Lo jurídico ha sido una parte importante de mi bagaje cultural y el ojo del lector lo advierte. Abracé y ejercí la profesión de abogado desde muy joven, me recibí a los 21 años, y luego tras 34 años, obtuve la jubilación. Pero hoy, a esta altura de mis 65, conscientemente asumido en el sendero literario, considero y me siento a veces, sin renegar de nada, que todo lo pasado y que hice, fue en otra vida, anterior, porque es como que se viven varias vidas en una misma. Entonces, agradecido de la abogacía y la docencia, las juzgo como una etapa cerrada y que ya fue. Por otro lado suelo referir que siento la proximidad de pensamiento y vida con Wallace Stevens, poeta norteamericano que también era abogado especialista en seguros. Sus páginas contienen excelentes enseñanzas que aún hoy me sostienen en mi labor. “La teoría de la poesía es la vida de la poesía; la teoría de la poesía es la teoría de la vida”.

Su poética indaga incansablemente en torno a develar los misterios de la existencia humana y, aunque manifiestes que “La pregunta inmensa no tendrá respuesta / por ahora”, el ejercicio de escritura, estéril en afirmaciones, calma esa búsqueda?

Sí, se persiste y se insiste en esa obsesión existencial que necesariamente se refleja en el poema, en la escritura. Pregunta tras pregunta, observación tras observación, balance y memoria se yuxtaponen para hilvanar la expresión de cada párrafo o frases hasta lograr algo más o menos satisfactorio. Pero los resultados son siempre del orden de lo provisorio, porque la vida transcurre rápido y es leve y pasajera…Por eso me gusta decir que se puede divagar hasta un punto y por ahora…

¿Qué lugar asignas a la poesía en el presente, tan eterno como fugaz, de la especie humana?

 

En lo individual, para quien la lee o la escribe, es importantísimo, sustancial e ineludible, porque la poesía es un destino, una catarsis, un refugio, un exorcismo, una devoción, un ejercicio del espíritu. Y también una militancia, una zona de resistencia en tiempos aciagos. Pero para la sociedad liberal capitalista y de tanta urgencia crematística como la que nos convoca, es una actividad más, y llega a considerarse algo inútil y que pertenece a unos pocos. Basta ver el lugar que ocupa la poesía en una librería. Está allá abajo, casi tirada al fondo del estante, a veces se la relega a un sótano, porque no se vende y hay que desocupar el espacio y darle lugar a lo comercial, a las letras-mercancía… No olvidemos que ya desde la antigüedad, Platón ninguneó a los poetas en su República ideal…

En el extenso texto “El mundo es un extraño diario leído de atrás para adelante” (2021), escrito en tiempos de pandemia y publicado con el auspicio del Ateneo Filosófico de Nueva Córdoba reflexionas: “sobre el exceso de información que tenemos tanto sobre las plagas y enfermedades en la historia y de las obras literarias que en su relación se escribieron. Hay también un llamado a no quedarse enganchado entre tantas noticias y discernir lo verdadero de lo falso, aunque todo se puede volver ficción y conjetura”[ii]. Dejada detrás la experiencia pandémica, traumática para muchos, pareciera que el ser humano no ha sabido capitalizar ese frágil estancamiento de lo cotidiano para resetear conductas socio políticas y migrar hacia situaciones globales que tengan una impronta humanitaria. ¿Qué piensa al respecto?

Sí; creo que todavía no se ha tomado verdadera dimensión de lo terrible y conmocionante que fue ese tiempo de pandemia que nos tocó transitar. Aun hoy no sopesamos los daños psicológicos, emocionales, individuales y colectivos que quedaron. Ni la debacle económica que significó a nivel global y la angustia planetaria de esa instancia. Creo que es una herida más, que la sociedad toda en su conjunto y cada uno de nosotros deberá sanar y sanear para continuar apostando por la supervivencia, una esperanza verosímil, no del todo probable como se vislumbra…Ojalá las generaciones que vengan puedan poner palabras nuevas a tanta destrucción y decadencia, trascendiendo al utilitarismo que nos quiere convencer que esa es la única vía… Las acciones debieran orientarse a crear un nuevo humanismo, un sistema más justo e igualitario basado en la solidaridad de las naciones y los pueblos…

Si bien enunció en su último libro que “Dios es un poema que no terminaré de escribir”, ¿tiene proyectos literarios en marcha?

Claro, porque la inmensidad, lo infinito, el absoluto, no pueden escribirse ni decirse cabalmente. Sólo pueden susurrarse, balbucearse en lo más pleno del silencio…

Con respecto a lo otro, te contesto que sí hay proyectos, seguir escribiendo, leyendo principalmente, estudiando, aprovechando cuando el ánimo está presto y las musas nos son propicias…

¿Algo que quiera agregar sobre su vínculo con la poesía? 

Sí; que ojalá me acompañe siempre y pueda leerla hasta el último momento…Dormirme en mi último sueño con un libro abierto sobre el pecho… Parece muy romántico ¿no?… 


[i] Alberto Girri (1919-1991). Poeta argentino de la Generación del 40, destacado por la singularidad de su estilo.

[ii] https://boletinliterariobastaya.blogspot.com/2020/09/dossier-poesia-y-cuarentena.html

 

“El búho de Minerva levanta vuelo al anochecer”[i], de Alfredo Lemon

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