Cartas de la Palabra Río

Por Claudio Asaad

 

Punto ciego

“Es un mundo realmente extraño

A veces se siente como si no fuera mi mundo

Pero es el único mundo que tengo

O tal vez, tal vez sea diferente ahora, entonces?

“Summer Breeze” Seals & Crofts

 

Vos y tu cuerpo tienen once años, fiebre y frío a la vez. Tiritar se conjuga con tu respiración. Cortos vahídos de aliento. Tibieza y espesura chocando contra las sábanas celestes y la capa de frazadas de frisa. Tienen más años que vos, las frazadas, la cama, su queja de resortes y madera, la noche, la desazón del insomnio.

Es tu refugio, ese túnel desprovisto de defensas y sin ninguna otra protección que una mandarina rescatada del suelo del patio, y la radio chiquita, la roja que compro tu hermana Nely. Secuestrar ese botín es un riesgo que traerá consecuencias. Reproches y escenas repetidas. Pero el deseo es una necesidad que puja desde el cuerpo. No entiende, improvisa alguna estrategia para disolver el desasosiego.

El bunker esta oscuro, afuera un resplandor lejano apenas se filtra por la trasparencia de la tela celestial. Cubro los costados, evito que ingresen lo gélido y los sonidos de la casa. Las voces susurran en árabe bendiciones, y otros rezos repartidos a san Jorge y la santísima, a la que mama pide nos ilumine y nos saque de la oscuridad de la tristeza.  

Yo pido lo oscuro, no pienso en lo santo y apretujo entre los labios el primer gajo de mandarina para calmar la sed y el sopor de la espera. No tengo reloj, pero sé que el tiempo pesa sobre los párpados cuando las luces y las voces se apagan y puedo, por fin, poner el parlante contra el oído. El filo agudo de la trasmisión llega hasta el centro de mi cabeza, abre una rajadura en la capa de la tristeza.

El tiempo es una medida sin métrica a la que se monta mi conciencia hasta perderse en la vida finita de la música. Hay que entender: no es un disco, no es un casete. Es una radio: lo irrepetible, lo que sucede por única vez, y se rememora como un relato sin la materialidad propia de la experiencia. Una secuencia que extingue la exquisitez y la belleza por obra de la brevedad acumulada en la tensión entre la calma y el beneficio de lo sublime.

Espero “The Guitar Man”. Estrujo el espacio de mi memoria para que se queden otro poco, un poquito más, los acordes de “Summer Breeze”, la gravedad de Karen Carpenter en “Solitaire”. El cosquilleo lúdico de Ella en “Misty”. Estas ofrendas perdí mientras bebía de sus atributos: la sonoridad defectuosa y distorsionada en un idioma que no comprendía. La desaparición de la bóveda sonora. El rebote: silencio, el solo otra vez en su nido tenebroso.  

Todo es perdida y búsqueda. Regreso al punto ciego. Expansión de un cuerpo sudoroso, atrapado en el goce del abandono.

Las cáscaras de mandarina caen al piso, húmedas y fragantes.

Elías

 

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