De la cibernética a la emancipación ácrata

 Por Abelardo Barra Ruatta

 

Los modernos siempre soñaron un lenguaje lógico, depurado tanto de las máculas teológicas como de las sensoriales. La ilusión de reflejar el mundo en la conciencia humana sostenía la envergadura de la intención. El empirismo lógico, el fisicalismo, el racionalismo crítico, dejaron a la humanidad a un tris de dar con la deseada meta.

El lenguaje computacional, transparente en su binariedad, elimina toda ambigüedad y deja expedito el camino hacia una ciencia unificada donde la realidad habrá de quedar definitivamente subsumida, transparentada.

Sin embargo, el afán unificador y totalizante, en su triunfante entusiasmo, no reparó en el excedente antropológico que resiste a encapsularse en prisiones lógico-matemáticas-computacionales. La expansión del mundo visual y la paulatina entronización de las imágenes como mensaje total, así como la instantaneidad con que ellas circulan, multiplicó la ubicuidad de su polisémico ser y su digitalización -lejos de la taxonimización absoluta- las abrió a las recepciones (y percepciones) individuales, creativamente singulares.

Pero no sólo a las imágenes les cupo el albur de abrirse a la multiplicación hermenéutica. Lo mismo pasó con todos los mensajes emitidos. La información (y por qué no el conocimiento tenido por científico) al ingresar al hipertexto de las grandes redes informáticas, asume un destino diverso al que presidía la razón de su creación: la comunidad de expertos es suplida creativamente por las singularidades profanas que conforman la comunidad y, con ello, la latencia esotérica del conocimiento se actualiza exotéricamente en multiplicadas subjetividades que aportan a la complejidad del collage epistémico. La pirámide, felizmente, se erosiona y se difumina en figuras cambiantemente creativas que repelen los vértices y toda forma de remate superior. El ilustrado ha perdido el usufructo de toda especie de monopolio, y con ello, ha perdido ascendencia, prevalencia, autoridad sobre los que no saben. El saber hegemónico se enfrenta a una multiplicidad de saberes, capaces de entender, comprender, interpretar y recodificar el conocimiento hegemónicamente distribuido por las agencias del poder. Por todas partes emergen hackers que recircularizan el saber en copias libres idénticamente aptas para continuar potenciando la creación de conocimientos. A los derechos de autor se opone la izquierda de las copias, de las recreaciones, de las reformulaciones de los textos abiertos que conforman el saber. La apropiación privada del conocimiento es cada vez más insostenible. El secreto ha sido -prometedora y definitivamente- revelado: todo saber supone una tarea social, colectiva, una comunidad de actores.

Esta profunda mutación, en el sensible y estratégico ámbito de la producción-transmisión de conocimientos, habrá de revolucionar los escenarios socio-políticos de una manera imprevisible. El nuevo proscenio no habrá de ser erigido en medio del fervor alienante de la actual tecno-ciencia y constituirse, por lo tanto, en vanidoso show de las todo-posibilidades de la Modernidad. La potencia e imprevisibilidad que concomitan a los revolucionarios cambios por venir tienen que ver más con las rupturas y las discontinuidades, con la innovación y la herejía, que con la maduración y continuidad de la tradición analítica racionalista. En ese sentido, es enteramente probable que las mutaciones en el estilo de pensamiento terminarán imponiendo límites al desarrollo puramente comercial y estratégico de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, con lo que tendríamos una metamorfosis de esa tecnociencia lucrativa a favor de una labor de suplementación antropomorfizadora de la humanidad. Ya he hablado en otros capítulos de este acoplamiento enriquecedor, que coloca al hombre en su naturaleza, al potenciarlo con la tecnología que brota del conocimiento socialmente construido.

 

La transformación de la sociedad -salvo imprevistos cataclismos cósmicos- no podrá acudir a las formas tradicionales de la violencia política con sus imposiciones de manual. El mundo por construir no puede ser el que piense una elite de elegidos, sino que habrá de ser el libre resultado del pensar y obrar convergente de la multitud de singularidades. Se supone que deberemos apelar a una batería estratégica de cambios: a veces violentos, a veces graduales[i], pero siempre dialécticamente progresivos, perfectibles y susceptibles de reformulaciones. En la gradualidad del cambio no se trata en absoluto de renunciar a la radicalidad de los mismos, sino que se rechaza recalar en una violencia idéntica a la que se está procurando neutralizar y erradicar. Gradualidad no implica negar la urgencia de la revolución, la necesidad imperiosa de cancelar la ignominia y la brutalidad de la injusticia: alude más bien a la apelación estratégica a un realismo que conmina a medir las fuerzas reaccionarias y represivas que el statu quo pone en acción contra quienes llevan adelante las luchas de resistencia y transformación. Reforma y revolución, pensadas durante tanto tiempo como modos antagónicos y excluyentes de la gestión del cambio socio-político, son, en realidad, absolutamente compatibles y complementarias. La revolución, esto es, la metamorfosis radical de una situación respecto de un estadio actual insoportablemente inicuo, debe ser gestionada mediante variados mecanismos, híbridos y originales. No hay dogma revelado en la revolución, pues si el estado de cosas a instaurar ya se halla acabadamente estructurado en la teorización del sujeto revolucionario, entonces, la realización concreta de esa idealización habrá de erigirse en un verdadero lecho de Procusto[ii] dentro del cual hay que hacer caber la realidad.

Esta transformación, que involucrará necesariamente todos los órdenes de lo real, implicará, por ejemplo, suplir tecnologías duras por tecnologías suaves, cultivar orgánicamente la tierra dejando de lado la hiper-industrialización del agro, utilizar fuerzas de energía renovables, etc. Pero no será fácil desarticular, de un día para el otro, el mundo tal como lo estructuró la Modernidad en un metódico trabajo de siglos. Habrá que continuar apelando a las tecnologías que nos legó una ciencia concebida como explicación/coronación última de la realidad. Habrá que apelar a las computadoras y a las redes informáticas para hacer nacer un estilo de pensamiento y de convivencia que permita la preservación de todas las formas de vida y de pensamiento existentes en el planeta, lo que seguramente sólo podrá alcanzarse dejando de lado los grandes fetiches ideológicos/mismificantes de la Modernidad. No podré detenerme en este tema fundamental, pero es indudable que el futuro habrá de emerger de una pluriversidad de saberes y prácticas, y no desde una universalidad mismificante erigida en paradigma excluyente. Polifonía de voces, saberes y haceres es lo que nos muestra el mundo cuando lo miramos amorosamente sin el encorsetamiento colonialista impuesto por el Occidente violento y conquistador.


[i] Como se enfatiza seguidamente, el recurso a la violencia es una suerte de recurso extremo frente a violencias insoportables. No se trata de hacer de la violencia el vehículo de todos los cambios sociales.

[ii] Procusto. Personaje de la mitología griega que torturaba y asesinaba a sus víctimas ajustándolos a una cama hasta que Teseo acabó con él

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