Entrevista a

JORGE RODRÍGUEZ HIDALGO, LA SOLEDAD COMO INCÓGNITA

Por Antonio Tello

fotos: Pepi Orihuela

Salvaje quizá también, la voz del viento

subestima el compás de espera de la tierra

y brota con sonidos de epifanía

tras los rumores vegetales.

No hay soledad, sino inhóspitas incógnitas.

 

Jorge Rodríguez Hidalgo, “Sonidos” (En tiempo inalcanzable)

Jorge Rodríguez Hidalgo (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 1961) es poeta, narrador y traductor, licenciado en periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su condición de hijo de inmigrados andaluces en Cataluña lo situó en la tierra de nadie de los desclasados y, en su infancia y juventud, entre los sonidos de dos lenguas, oficializada una y clandestinizada la otra por obra del régimen totalitario del franquismo.

Estas circunstancias tuvieron gran importancia en la formación de su carácter y en el desarrollo de su sensibilidad poética, que acusó, enriqueciéndola, las sonoridades y significaciones de ambas lenguas. De hecho, su labor como traductor al castellano de las crónicas del gerundense Josep Pla[i] puso de manifiesto no solo su alto conocimiento del léxico catalán sino también de la amplitud semántica que, muy probablemente, están en la base de su poesía y su voz en este idioma sin perder un ápice de la riqueza significativa de su escritura castellana. Algo que han apreciado los editores argentinos de Cartografías y La yunta, los poetas José Di Marco y Alejandro Cesario.

Jorge, si bien un poeta lo es antes de que él mismo se dé cuenta, convengamos que su carrera poética comenzó en 1997, cuando publicó Humanódromo, un libro en el que ya apunta una sensibilidad lírica en cierto modo radical, con un lenguaje descarnado con el que desnuda el alma. 

Efectivamente, Humanódromo recoge no mis primeros escarceos poéticos, sino una selección de lo que yo creía que era la asunción de una identidad como poeta. Pese a ello, pasaron muchos años antes de que me refiriese a mí mismo como tal, y aún más antes de considerar los libros que iba escribiendo una verdadera obra. A día de hoy, incluso, me cuesta hablar de “mi obra”. Recuerdo que el escritor barcelonés Ignasi Riera fue el primer lector “profesional” de Humadódromo. Tras elogiar los poemas, señaló que era más una antología que un libro unitario. Una buena enseñanza, sin duda, pues entendí la diferencia entre escribir al dictado de la inspiración y trabajar un tema a fondo. Ahora sé que un poeta es quien se sumerge en los abismos de sí mismo y en los de su circunstancia, por traer a colación al filósofo español Ortega y Gasset. La herramienta fundamental para lograrlo es el lenguaje; pero no un lenguaje pretendidamente “poético”, sino el que de forma precisa se acerque más a cuanto los sentidos nos aportan a fin de dar la noticia más aproximada de ello. En el recorrido posterior al primer libro, la palabra ha ido buscando la esencialidad, despojándose de elementos innecesarios, a modo de ruidos, en la comunicación para resaltar la poesía que todo contiene, en vez de poetizar las cosas. 

En sus libros posteriores – La sobriedad de la distancia, 2004, y El follador del puerto (Carmen adentro), 2015-, ese lenguaje esencialista se inclina hacia la visceralidad y su mirada parece centrarse, a pesar de su “carmen[ii] adentro”, en una realidad más inmediata, en la que se expone la carnalidad del dolor. 

La cuestión primordial, a veces, no es tanto encontrar la voz propia cuanto controlar el caudal interior de emociones y palabras que emerge impetuoso desde el interior, la conciencia de que el poeta ve más que los demás y se alinea con lo dicho más que decir, solo decir, y que sean los otros quienes lo tomen y lo hagan suyo, o no. Me ha costado mucho desasirme de esa visceralidad, porque no sabía que el mundo no necesita ser adjetivado, sino mostrado. 

Su castellano, tan visceral como léxicamente rico sustentado en la tradición del Siglo de Oro, da carnalidad a las experiencias narrativas que se concretan en la novela La última vuelta del perro, 2007, en la que aborda con crudeza el proceso de gentrificación[iii] generado en Barcelona a raíz de las Olimpiadas de 1992, y los relatos de Bosquejo de Indalecio María y otros apuntes, 2020, que constituyen una suerte de aguafuertes, muchas de ellas al modo de los Artículos de costumbre, de Mariano José de Larra. ¿Hasta qué punto la lengua castellana determina el carácter de su obra? 

Menciona usted al gran periodista y escritor español Mariano José de Larra (Madrid, 1809-1837), cuyo dominio del idioma nunca obstaculizó su eficacia narrativa. Para mí es una referencia obligada: sus obras son una inagotable guía de aprendizaje del oficio de la escritura en cualesquiera de sus manifestaciones. Si La última vuelta del perro la impulsó la necesidad de contar la experiencia de la emigración que tanta gente había padecido en España durante la dictadura de Franco, el Bosquejo… surgió del gusto creciente por la lengua limpia al modo de la hoja de una navaja. Ahí, efectivamente, está Larra. El Siglo de Oro seguía, y sigue, ambientando las narraciones, pues sus autores principales, en cierto modo, inventaron el idioma literario más terrenal, o sea, aquel que da cuenta del día a día y de las pasiones más humanas, que, obviamente, se sustentan en las vísceras. La lengua siempre condiciona la escritura, porque impone su prosodia, además de la polisemia de muchos de las palabras que la informan. Puede decirse que la lengua cuenta como substrato con un contenido moral rector.   

Usted, como hijo de inmigrados andaluces a Cataluña, asume la lengua catalana también como instrumento de identificación con el lugar donde nace y vive. ¿Es por esto que no debería llamarnos la atención que su poesía alcance la claridad expositiva y la esencialidad en su lengua social como sucede en En temps inabastable[iv], 2022, recientemente publicada su versión castellana en Argentina? 

Mi lengua materna, en efecto, es el castellano, en que me he desarrollado durante las dos terceras partes de mi vida. Cuando nací, el uso público del idioma vernáculo de Cataluña, el catalán, estaba prohibido por la dictadura. En mi barrio, apenas tuve la oportunidad de conocerlo, pues la mayoría de sus habitantes eran inmigrados de otras partes de España, como mis padres, que eran andaluces; además, en el colegio, los niños catalanohablantes hablaban entre sí también en castellano, por temor a ser castigados. Del catalán solo oíamos falsedades: que era un dialecto, que no podía ser una lengua de cultura, que sonaba mal… En la enseñanza secundaria, ya muerto el dictador, se introdujo el catalán como asignatura, pero al principio se consideraba una materia prescindible. La enseñanza universitaria sí me permitió empezar a conocer los rudimentos del idioma que contó con una traducción de la Divina Comedia de Dante, antes que el castellano. Por otro lado, la televisión (dos cadenas públicas y sometidas a censura) solo en el tardofranquismo (1969-1975) empezó a producir programas en catalán en circuito cerrado para Cataluña. Es decir, el catalán lo escuchaba personalmente solo en el pueblecito costero barcelonés donde vivían los familiares de mis padres, que sí hablaban en catalán en privado. En 1998, trasladé mi residencia a un pueblo del sur de la provincia de Barcelona, Sant Pere de Ribes, donde mayoritariamente se hablaba catalán. Ello me permitió practicar la lengua propia de estas tierras, que también eran las mías, y conocerla. El día a día me llevó, de manera involuntaria, a escribir mi primer libro en catalán: En temps inabastable. Aunque sigo dominando más el castellano que el catalán, las diferencias entre ambas lenguas son cada vez más escasas, hasta el punto que en una conversación informal olvido en qué idioma estoy hablando, o incluso los mezclo inconscientemente. No obstante, mi menor aptitud con el catalán me ha obligado a pensar y escribir de manera selectiva, esencial. 

Antes de entrar en los contenidos de En tiempo inalcanzable y de Bertania, Berta o Berta, 2024, ¿qué piensa de la narratividad en poesía? 

La poesía no tiene una modalidad concreta en que decirse. Parece ser que en la actualidad la narratividad es objeto de descrédito por escritores de versos (que no necesariamente son poetas) que, más que buscar la economía del lenguaje, carecen de conocimientos para defender un texto sujeto a una estructura o cláusulas predeterminadas. Quien critica la narratividad no ha pensado en La odisea y La ilíada (Homero), La teogonía (Hesíodo) o La Divina Comedia (Dante), por poner solo ejemplos incontestables de la literatura universal. Los poemas mencionados narran de forma alegórica hechos que participan de la historia y la filosofía tanto como de la poesía, pues no solo cuentan, sino que además cuidan cómo lo cuentan: las primeras luces del día no son propiamente las del Sol, sino las sonrosadas que anuncian el orto. Homero las quiso ver como dedos, es decir, dotó de poesía al hecho narrativo, de modo que este resulta más bello y sugerente que una mera descripción física. 

Hay jóvenes poetas españoles que reivindican la vuelta a la oralidad, al habla cotidiana y sus modismos como rechazo a la acumulación de “palabras poéticas” ¿está de acuerdo con ellos? ¿cómo entiende usted la oralidad poética? 

En lo que entendemos por literatura, y especialmente la poesía, una cosa es la oralidad y otra –no siempre coincidente- el habla cotidiana: esta es oral, ágrafa; aquélla no es habla cotidiana. Actualmente, la escritura, en cualesquiera de sus géneros, sufre la interacción de los nuevos medios de comunicación de masas y el desarrollo tecnológico. El acceso masivo a las redes sociales ha obligado a cambiar el contenido de los discursos y a “facilitar” su asimilación por todo el mundo. Es decir, ha habido que bajar el nivel cultural para hacerse inteligible, aceptado y divulgado, pues el fin no es en verdad comunicar, compartir conocimientos, sino acaparar la mayor cantidad de adhesiones con fines obviamente lucrativos: mercados, “influencers”, alienación política… El denominador común es la facilidad, el “facilismo” en el obrar: no es necesario conocer el idioma propio, ni la tradición literaria universal, ni la historia, ni la filosofía ni el resto de saberes con que contamos para entender y perfeccionar lo conocido. Las “palabras poéticas” son, para esa nueva mayoría, una distorsión del sentido recto y “fácil” de las cosas. Digamos que se plantea el antiguo debate de las mayorías y las minorías en literatura, debate que encarnaron, entre otros, y cada cual desde su perspectiva, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Blas de Otero, Nicanor Parra… 

Según ha declarado En tiempo inalcanzable[v] nace de una serie de notas que tomaba cada año, cuando llevaba a uno de sus hijos a una escuela de verano de la Sierra de Prades. En el libro esas notas se transforman en percepciones de paisajes interiores en los que el tiempo es el protagonista ¿es un tiempo demorado frente al vértigo de la velocidad del presente? 

Más que un tiempo demorado, es una dimensión que podríamos calificar de inmanente. Cuando por primera vez ascendí a las cumbres de esa Sierra vi claramente la materialización del tiempo en el espacio natural que me rodeaba. En las alturas estaban bien visibles las señales de lo que en otros períodos geológicos había estado cubierto por las aguas. Era posible viajar con la imaginación a un pasado remoto, pero sondable; contemplar con curiosidad, sin prisas, sin esa “velocidad del presente” a que se refiere. No se trataba de “parar el tiempo”, como reza el latiguillo tan recurrido y vacío de significado que está de moda entre los escribidores. El tiempo tiene sus condiciones, pero, como la energía, ni se crea ni se destruye, se transforma. En la Montañas de Prades puede verse el tiempo sin necesidad de ordenarlo: es una suerte de alumbramiento de cuanto es, porque principio y fin toman la misma apariencia. Lo que somos y cuanto existe constituyen una sola sustancia. 

En este libro, en el que rinde tributo a través de epígrafes a la tradición poética catalana, ¿cómo fue que surgió la idea de lo que puedo llamar “pie de verso”, con que remata cada fragmento? 

La idea del poema que recorre horizontalmente las páginas del libro como un rizoma se la debo a la poeta barcelonesa Lola Irún, autora del posfacio: ella me sugirió escribir unos versos que, a modo de hojas secas caídas, fueran sonando al ritmo de los pasos. 

Los epígrafes, por su parte, quieren ser un homenaje a la rica tradición poética catalana, que siempre se ha interesado por el medio natural y ha llegado a conformar una completa guía cartográfico-poética de las tierras de Cataluña. Además, las lenguas minoritarias como el catalán sufren el efecto negativo de las mayoritarias o hegemónicas hasta ser minoradas, subvaloradas e incluso corren el riesgo de su desaparición como instrumentos válidos para la literatura y la cultura en general. 

En tiempo inalcanzable está dedicado a sus muertos, naturaleza amada ¿La ley de la naturaleza es totalmente ajena a la ley de la naturaleza humana? 

Sí. La naturaleza, para empezar, carece de moral, que es lo que nos distingue a los humanos. La vida y la muerte en la naturaleza deben verse como condiciones sine qua non de la existencia: lo que nace y se desarrolla deja de ser bajo la misma forma hasta transformarse en el principio de lo que será de otra manera. Nada en el medio natural se plañe por su “suerte”, por “su destino”, según hacemos los hombres. En el medio natural no existen ni la propiedad ni la conservación, sino la sucesión. Mis muertos, o sea, mis padres y antepasados están insertos en el conjunto de la naturaleza, son naturaleza en el mismo sentido que toda la materia y seres vivos, animales y vegetales. A su muerte, mis hermanas y yo lanzamos las cenizas de nuestros padres al lugar donde dieron sus primeros pasos. Nos gusta pensar que quizá formen parte de la flora de su pueblo o que hayan servido de alguna manera a la fauna de su tierra natal. 

¿A qué recurrió para convertir un libro de circunstancias como Bertania, Berta o Berta[vi],  dedicado a la obra, vida y trágica muerte de la artista plástica Berta Paco Sánchez (Sitges, 1985-2020), en un poema genuino que trasciende el mero tributo? 

Lo dicho hasta ahora vale para responder a su pregunta. Berta, persona y artista, no es sino una igual entre sus congéneres y en la vida de la naturaleza. Ella era consciente también de que formaba parte de un todo. Sus obras, que poco a poco sus padres, Sílvia Sánchez y Albert Paco, van descubriendo y rescatando, se sumergen en la sustancia de la existencia, ajena a los avatares temporales. Pintaba porque vivía, su función era esa, al modo de un arbusto, estar y ser, sin un “hasta” ni un “para qué”. Sin duda, Bertania prolonga el sentido último de En tiempo inalcanzable en lo que respecta a la radicalidad de su planteamiento; es decir, resaltar la raíz, lo que prevalece, y desdeñar lo accesorio que, como en el monólogo de Blade Runner, que bien conoce usted, “se perderá como lágrimas en la lluvia”. 


[i] Josep Pla (1897-1981). Escritor y periodista español, cuya obra escrita en lenguas castellana y catalana, contribuyó sobremanera a la modernización del catalán tras la dictadura franquista.

[ii] Carmen. Voz derivada del latín “cano” (cantar) en su sentido religioso. Primitivamente significaba “encantamiento” y desde el siglo I equivale a “poema”.

[iii] Gentrificación. Proceso socio-urbanístico que afecta a barrios habitado por personas de bajos recursos, que se transforma y revaloriza provocando el desplazamiento de sus habitantes originales.

[iv] En  temps inabastable, Stomberg, Barcelona, 2022)

[v] En tiempo inalcanzaable, Cartografías Editorial, Río Cuarto, ediciones la yunta, Buenos Aires, Argentina, 2025)

[vi] Bertanía, Berta-o-Berta, El cep i la nansa Edicions, Vilanova i la Geltrú, 2025), poemario inspirado en la vida y obra de la artista plástica catalana Berta Paco Sánchez.

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4 comentarios en “JORGE RODRÍGUEZ HIDALGO, LA SOLEDAD COMO INCÓGNITA”

  1. Jordi Jimenez Gamero

    Preguntas y respuestas se dignifican mutuamente. Dos grandes poetas y una única verdad: la palabra siempre exacta en tiempo inalcanzable… He sido muy afortunado por la amistad de Jorge Rodríguez después de 42 años y por lo tanto, testigo de cuanto dice, y de parte de lo que se guarda. Gran entrevista. ¡Felicidades!

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