Televisión

LAS MIL MUERTES DE NORA DALMASSO[i]

Por Antonio Tello

El 25 de noviembre de 2006, en su casa del selecto barrio de Villa Golf, de la ciudad argentina de Río Cuarto, Nora Dalmasso fue hallada sin vida. Había sido asesinada, al parecer estrangulada con la cinta de su bata, y su cuerpo semidesnudo estaba sobre la cama del dormitorio de su hija. Era una mujer joven y atractiva, pertenecía a una de las familias más adineradas del lugar, y tenía dos hijos, Facundo y Valentina, fruto de su matrimonio con Marcelo Macarrón, un conocido y exitoso traumatólogo. Su rango social y las condiciones en las que fue descubierto su cuerpo causaron en la ciudad un gran impacto emocional, que pronto se propagó por todo el país.

Los medios de comunicación, principalmente los de Buenos Aires, se encargaron de despertar los prejuicios más calcificados de una sociedad víctima de la quiebra ética que la Dictadura había dejado en ella. Desde el primer momento, la víctima y su familia pasaron a ser el foco de la atención pública, pero no como reclamo de justicia por el crimen, sino como fuente causal del mismo, el cual parecía interpretarse como castigo ¿lógico? a una forma de vida supuestamente licenciosa.

Aquella mañana de noviembre, “inusualmente fría para la época del año”, Nora Dalmasso no sólo perdió su vida a manos de un asesino, sino también su dignidad como persona y como ciudadana. Como la protagonista de El honor perdido de Katharina Blum, la novela de Heinrich Böll publicada en 1974, el honor de Nora Dalmasso fue destruido. No quedaron perversiones que una sociedad pacata y reprimida pudiera imaginar que no se le atribuyeran. Cualquier chisme o especulación, por más burda y ofensiva que fuese, fue explotada por la mayoría de los medios de comunicación y asimilada por la mayoría social. La bajeza moral con que actuaron llegó a tal grado de denigración de la víctima y de indiferencia al dolor de su familia, que un medio hasta llegó a publicar las fotos del cadáver semi desnudo, y no pocos varones jóvenes a lucir camisetas con la leyenda “Yo no estuve con Norita”. Un modus operandi que, a casi dos décadas del suceso, lejos de haber remitido, se ha naturalizado en los comportamientos y expresiones de gran parte de la sociedad y tiene su correlato en la violencia verbal ejercida desde las más altas instancias gubernamentales del país.

Tampoco la llamada prensa profesional queda libre de culpa, ya que se publicaron notas y escribieron libros en los que las sospechas del origen de la fortuna del traumatólogo “explicaban” el asesinato. Este tipo de sospechas puede servir de inspiración para un libro, como el interesante El crimen del que todos hablan, novela de Manuela Centeno, pero no como fundamento de una denuncia periodística, a menos que se cuente con pruebas fehacientes que las justifiquen.

 

La breve serie televisiva Las mil muertes de Nora Dalmasso pone de manifiesto desde la primera imagen los factores que van a condicionar hasta el absurdo la resolución del caso, que a casi dos décadas sigue sin resolverse. El primer factor es la ineptitud de los funcionarios policiales que esa mañana de noviembre llegaron a la casa de la familia Dalmasso-Macarrón y no precintaron el lugar permitiendo la contaminación de la escena del crimen. Esta torpe negligencia policial se prolonga en los fiscales que se suceden en la investigación de los hechos sin ningún tipo de rigor al punto de llegar a imputar al hijo, a causa de su homosexualidad, y luego al viudo, por unas supuestas desavenencias conyugales. La desorientación y falta de profesionalidad de los investigadores los llevan en el curso de los días a buscar un chivo expiatorio y creen encontrarlo en uno de los operarios, que en esos días trabajaban en la remodelación de la casa. Esto provoca la reacción popular, que se manifiesta virulentamente en defensa de ese “hijo del pueblo” y al mismo tiempo contra lo que se considera un gesto de prepotencia e impunidad de los ricos, contra los cuales expresan su odio.

Lo que este documental acaba mostrando es el retrato social de una comunidad moralmente corrompida. Una sociedad en la que se hacen patentes las conductas ostentosas de las clases pudientes y el odio y la indiferencia ante el dolor de las clases vulnerables, cuyo grito de guerra es “¡hijos de puta!”, aunque su mayor e inconfesada aspiración sea ser como aquellos que denuesta. Todo este farfullo de una sociedad moralmente enferma oscurece y aparta del horizonte humano a la víctima de un femicidio. A una persona a la que, sin pudor, se la despoja de su dignidad y de su derecho a la justicia por su condición de mujer, ya que, de haber sido un varón heterosexual y promiscuo, esta promiscuidad hubiera sido celebrada. Esto parece explicar que a casi veinte años el caso Nora Dalmasso siga sin resolverse y que, acaso, el ahora recién señalado como presunto asesino vaya a quedar sin juicio “por prescripción del delito”. Todo un “atropello a la razón”, como reza el tango


[i] Las mil muertes de Nora Dalmasso (The many deaths of Nora Damasso), Jamie Crawford, Neflix, Reino Unido, 2025).

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3 comentarios en “LAS MIL MUERTES DE NORA DALMASSO”

  1. Silvana Cristina Tello

    Excelente análisis de esta serie, es lo que sentí como mujer al verla, gracias Antonio por tus palabras siempre certeras y justas, en un país donde a justicia es lenta, sin eficiencia y falta de confianza.
    Abrazos!
    Silvana

  2. Juan Carlos López López

    Análisis serio y respetuoso como todo a lo que nos ha acostumbrado la escritura de Antonio Tello. En un país donde la dignidad está en decadencia, no es raro que la complicidad de un prensa mayoritariamente cómplice de esa decadencia, haya dado por respuesta el espectáculo circense de baja calidad, cada vez más alejado de la veracidad de la información.

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