Poesía

after ego[i], de Diego Rodríguez Reis, la herida y la sutura

 Por Marcelo Gobbo

Entrevistado por Sven Birkerts en 1979, el poeta ruso Joseph Brodsky dice que es una insensatez aquello de que «el poeta oye la voz de la Musa» cuando no se especifica la naturaleza de la Musa, y se refiere a la intervención del lenguaje «en uno y dentro de uno. Ese famoso verso de Auden sobre Yeats: “La loca Irlanda te hirió hasta la poesía…”. Lo que a uno le “hiere” hasta la poesía es el lenguaje, el sentido del lenguaje».  E insiste: «si uno se fija con mayor detenimiento, la voz de la Musa es la voz del lenguaje. Es mucho más mundano que como lo estoy diciendo. Básicamente, es la propia reacción a lo que uno escucha, a lo que lee».

No es casual que el último libro de poesía de Diego Rodríguez Reis haya sido publicado por la editorial que codirige el poeta Alejandro Cesario. Con estilos en apariencia diametralmente opuestos, la reacción a lo que cada uno de ellos escucha y lee provoca en ambos autores un mismo afán central: el de querer absorber y plasmar una totalidad del lenguaje; en el caso del editor, rescatando del olvido o la ignorancia las gemas más remotas de nuestro vocabulario para crear una tensión entre la forma y lo enunciado que nos devuelva a esa vastedad que se revela en los pliegues de sentido; en el caso del autor que nos ocupa, abarcando los trazos del habla como quien procura alcanzar con la palabra una transformación: la experiencia de una completud o, al menos, ser atravesado por el lenguaje hasta dar con la herida de esa experiencia: ahí nos anda / a todos / el lenguaje (de espía en cualquier parte) y ahora vendrán las palabras a despertarme / a despabilarme el sentido (de post onettiano).

De allí la precisión del epígrafe saeriano que abre el volumen: una humildad por lo menos me has enseñado, / la de buscar algo eterno fuera de mí. Los versos pertenecen al poema que Saer le dedica a James Joyce y la cita sirve de indicación doble: en estos poemas hay una ambición que elude el corsé de la modestia, pero también señala que esa ambición no se dirigirá hacia lo íntimo, que no encontraremos en estos versos una sucesión de espejos (otro punto en común con Cesario). Y, por ello, el título del poemario: after ego. Pero ese after no implica la ausencia de un ego: puede existir un después porque ese yo se ha cristalizado ya en un estilo, en una serie de maneras y obsesiones que preexisten en la obra de Reis.

Tomemos por caso el tiempo: en su poemario previo, La anchura y la llanura, Reis ya había incursionado en algunas variaciones sobre el tema (por ejemplo, la procrastinación en Postergación de la poesía, la demora en Multiplicación de los helechos, el envejecer en Mi cara, o la serie Otras para las casas donde, como en un prisma, reflexiona sobre el tiempo en sus distintas acepciones, incluído el mito). En after ego, la demora regresa en astronauta en agosto y la procrastinación se asoma en en busca de lo efímero y cormoranes, pero la erosión constante del tiempo (bicho do mar) ha adquirido matices más dramáticos y no sólo por la edad (primer grado, relato, piedra papel tijera, entre otros) sino, sobre todo, por la noción del estar-en-el-tiempo. Comparemos el poema quinto de la serie Para las casas que pertenece al poemario anterior:

No tengo tiempo

vivo como un animal

lo prefiero así

Con encadenado al oso de after ego:

soy un hijo

puro elemental

del circo

 

hay magos malabaristas

trapecistas enanos

payasos

pero yo estoy

encadenado a un oso

 

encadenado al oso en el tiempo

hombre del tiempo no sé bailar

 

no hacemos malabares

magia no sabemos

ni hacer reír

menos

 

tenemos apenas

esta rueda

sin manubrio ni pedales

antes fue una bicicleta

sólo sabemos hacerla girar

 

la gente en general

quiere

espectáculo

pero yo estoy

atado a este oso en el tiempo

 

encadenado al hombre en el tiempo

oso del tiempo no sabe bailar

 

nadie me dijo

que iba a ser así

el circo

 

En su magistral libro de relatos La forma del amor[ii], Reis había inoculado a su prosa con una profusión de adverbios a contramano de los manuales de instrucciones y había salido airoso; más aún: exultante. Aquí vuelve a hacerlo, aunque más cauto en cuanto a las terminaciones en -mente, y se atreve a ironizar al respecto: párrafo aparte llevo un diccionario de adverbios (en espejos de nada) y cuando aún /  no oscurecía el adverbio (en primer grado).

Los juegos de palabras, las aliteraciones y la mixtura de expresiones coloquiales y callejeras con referencias culturales más cercanas al ámbito académico siguen siendo una de las principales características del estilo de su autor, ya en forma de intertexto o como recurso de contraste o humorístico. Nótese en el poema que da título al volumen (y, de paso, compárese con el animal de No tengo tiempo…):

sin necesidad

de intercesores

guías espirituales

magos o mantras

esta tarde llegué

yo solito

al nirvana

 

uno es una bestia

que come achuras

y toma

vino en caja

pero de repente

ve que llueve y después

los pajaritos cantan

esas cosas terribles

y se le revuelve el alma

se le desparrama

en la calle

O:

mi abuelo

hermes

trismegisto

dios despedazado

primaria y secundaria incompletas

contador público regional

deudor de oficio

(caos y ocaso de un dios)

Y en poemas como pequeños poemas en prozac, sampler en patas, poética de los dos mil, un cristo apócrifo, por mencionar algunos. También en versos como freudianos casi tangueros (de juguete blindado) o plenas del spleen del pueblo (de ola perdida) o viejos son los tropos (de tragos).

Hay algo en la herida del lenguaje poético de after ego que permite soslayar el sangrado: gracias al manejo de la ironía y al balance entre estados de ánimo opuestos, percibimos únicamente la cicatriz, a lo sumo, la sutura. Poemas como judas de paso o la mirada de dios sirven de ejemplo para ese procedimiento: en el primero, el final (yo soy / el que sencillamente va / asesinando cosas) se carga a los hombros el impacto del cierre tal vez por la potencia de las imágenes que lo anteceden; en el segundo, el tono de fábula y el aire borgeano de los últimos versos permiten que la tristeza que lo atraviesa se esconda pudorosamente.

Si un poeta es, al decir de Miguel Casado, quien tiene un mundo-lengua personal, Reis se ciñe a la definición oximorónicamente: su mundo-lengua anhela abarcar todas las variaciones del habla, todas las inflexiones de voces, batalla contra las fronteras que se instalan entre lo académico y lo popular y, de tal modo, se interroga acerca de los límites. Lo suyo es una lujuria por el decir que poetiza como una manera de encarnar esa pulsión, de contenerla: formula para sugerir un contorno que sujete todas las posibilidades de ese universo que integra al yo poético un sinfín de yoes ávidos de logos y, así, recoger y discernir, sin expulsar tajantemente a ningún verbo, las pasiones que despierta el pensar la existencia.

after ego es el tercer libro de poesía de Diego Rodríguez Reis. El volumen reúne poemas que aparecieron con anterioridad en revistas, antologías, sitios web y en el libro colectivo Comoe, además de añadir otros que hasta ahora permanecieron inéditos. Fue publicado por ediciones la yunta e incluye un prólogo atinado y perspicaz a cargo del multifacético Gerardo Burton.


[i] after ego, Diego Rodríguez Reis, Ediciones La yunta, Buenos Aires, 2024.

[ii] No puedo dejar de señalar el parentesco entre Las bellezas de la familia, texto que abre La forma del amor, y el poema plagios textuales, de after ego.

 

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