Cartas de la palabra río

Carta de la palabra Río
De cines y lenguajes.

Por Claudio Asaad

 

Dice Diana Bellessi en uno de los pasajes de “La pequeña luz del mundo”, ¿Cuál es el miedo a la poesía? La hija subversiva y díscola de la lengua con una pirueta de exceso y una demanda de pureza. El poema nace en la violenta y amorosa acción que reclama a la lengua volver a hablar.

Hablar como un signo del poema, que necesita del sustrato del sonido del lenguaje para hacerse un lugar en la boca, en la escucha y en la herida.

¿De qué relación estamos hablando cuando nos referimos al vinculo del cine con la poesía? En el campo de los estudios del cine, de literatura, de filosofía del cine, se ha tratado de indagar sobre este tema que es una pregunta, en realidad un problema que no sé si hay que resolver, pero que, sí merece atención, merece que lo miremos con mucho placer, inquietud y al mismo tiempo atentos al tiempo, a la reconstrucción de un espacio escénico que se diluye sobre sí, que muta sobre su propio cuerpo. El cine ata a su temporalidad la maravillosa tendencia a explorarse a sí mismo para resquebrajar la tiranía del tiempo y de un espacio, el de la puesta en escena hasta convertirlo en un lienzo expresivo, una superficie/mundo en la que es posible dimensionar el poder de las ideas, la errática e intensa maquinaria de la siquis social. Basta con volver sobe las creaciones de los expresionistas alemanes, del cine surrealista de Buñuel, las criaturas lisérgicas de Man Ray, los lirismos de Jean Cocteau. 
Nombrar a Ingmar Bergman y habitar el enigma.

Romper las normas, experimentar y elaborar un discurso con la lengua propia, desentramar el tiempo cinematográfico dilatando o comprimiendo su duración en la pantalla, aproximarse al discurso verbal de la poesía, intentar que lo metafórico se extienda a la construcción del discurso del cine, evitar los automatismos, desnaturalizar las continuidades, y sobre todo, hundir la piel de la pantalla, herirla hasta encontrar una zona de claroscuros desérticos para poblarlos de imágenes imposibles, o casi imposibles. Salir del relato, del discurso del cine, estallar el sentido en la médula del poema, allá donde se hace eco con una profundidad en abismo, donde toda pérdida es un encuentro con el otro, divino o no, pero excepcional.

Robarle al silencio su cuerpo mudo. Tarkovsky.

La búsqueda de Tarkovsky cala sobre el tiempo real en el tiempo del cine: Dice Bergman: “El sueño de Tarkovsky es absoluto, abarca la memoria y el tiempo y encuentra una dimensión metafísica.”

En “Esculpir en el tiempo” escribe el cineasta: “¿Cómo iba a imaginar durante el rodaje de ‘¿Nostalgia’ que aquel estado de tristeza aplastante y sin salida que marca toda la película, podría alguna vez ser el destino de mi propia vida?”

Una lengua propia, una precisa ausencia que cae por goteo sobre el paladar emocional del espectador. Cada encuadre, cada plano conforman con precisa armonía, con ritmo propio una poética acompañada por la cámara que se mueve sobre un punto de gravedad, por una banda de sonido que apenas cubre como la niebla la llegada de los símbolos.

La forma de poetizar es, proponiendo una promesa, que toda desolación será compensada por un pacto con la existencia, con un temblor cauto, pero sentido sobre lo inasible y su inefable vida, por fin, el poema.

Dice Hugo Mujica “El hombre es flecha de su arco (no su blanco)”

Elías

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