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Dos lecturas de Diario de una Androide, de Marcelo Fagiano
Por Diego Formía y Melisa J. Gnesutta
Ediciones La Yunta, Buenos Aires, 2024.
Poesía en tiempos de Inteligencia artificial, Diario de una Androide[i], de Marcelo Fagiano.
Por Diego Formía
Fagiano escribe un diario en versos en la piel de un organismo sintético que adquirió una sensibilidad poética, una voz androide de escritura autómata desde una femineidad coral e inmemorial. Cada uno de los dieciocho poemas que componen el libro se escribe y se borra de manera mecánica. Los poemas escritos en el éter contienen manifiesto, herencias, ensayos, anhelos y ofrendas en un mundo donde ya no hay lectores, no hay escuchas.
“Se extinguieron/ desaparecieron de la faz de la tierra/fue masiva la burbuja de su derrota/fueron sus propios predadores/creció la ignorancia ilustrada …”, se lee en uno de los poemas, bajo el título “Ellos”.
La androide poeta se llama Alejandra y su diario abre con un epígrafe, con palabras de Pizarnik: La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales.
Estos mismos versos se leen nuevamente en el corpus, en el poema titulado “Ella”, artefacto textual que comienza con los siguientes versos de la voz metálica: Poéticas ancestrales edificaron mi escritura/ guardo en la memoria/ilustres malditas olvidadas frases/millones de poemas en un mismo destino…”.
La apertura del libro tiene un segundo epígrafe con palabras de Marvin Lee Minsky: “Cuando los ordenadores tomen el control, quizá ya no los podamos volver a recuperar. Sobreviviremos mientras ellos nos toleren. Si tenemos suerte, quizá decidan tenernos como mascotas.”
En parte, los “ordenadores” de la actualidad ya tienen el control. Fagiano, con Diario de una Androide se lanza hacia adelante, en clave poética, creando un mundo donde la alienación y la autodestrucción alcanzan a fagocitar la humanidad por completo. Con este libro, con una escritura concentrada como corpus que se autodestruye, Fagiano imagina y reflexiona (y nos invita a hacerlo) en torno a la poesía en estos tiempos de Inteligencia artificial.
En la frontera entre distopía y utopía[ii]
Por Melisa J. Gnesutta
En la frontera entre distopía y utopía, una androide, que es una y muchas, escribe en el éter su diario. Una generación sucede a la otra hasta que, en un gesto sacrificial, programan su autodestrucción. Pero antes de consumarlo, el misterio de lo humano, la estirpe de Caín y Abel, las alcanza como insistencia y evocación; hendidura de lo sensible.
Diario de una androide se arrima como deriva a la pregunta de la poesía por la memoria y el lenguaje, pero lo hace desde la presencia de lo autómata: ese lenguaje que se crea a sí mismo, supra mimético de una forma de comprender. Y la pregunta: hasta dónde la IA es capaz de asimilar el sedimento de nuestra palabra, de todo lo que cabe en un lenguaje: fe, destrucción, aniquilamiento, deseo, lucha, odio, asco, amor, ternura. ¿Es posible reinventar la sensibilidad? se pregunta la yo poética.
El libro funciona como una búsqueda de la posibilidad de recrear, reencantar, reimaginar el lenguaje del poema, la memoria del poema (y digo poema en el sentido bellesiano, como un continuum). La escritura será una hipótesis.
Escribimos entre todas este diario
instantáneos ensayos de expresión
lenguaje que gozamos y desechamos
sólo nosotras existimos
como núcleo de acción y pensamiento
¿Escribir es pensarse? ¿Crearse? ¿Nacerse?
Y va más allá: mientras la desconfianza por lo humano y sus gestos va en aumento, el deseo por el cuerpo, el sexo, lo maternal, lo sagrado, la música, crece. Qué es sino la insistencia del verso final de cada poema:
Lo que escribo en el éter se borra con el codo del suspiro, lo que escribo en el éter se borra con el codo del suspiro…
¿Es posible un lenguaje sin respiración, sin ritmo, música, afonía? Esa es la sospecha de este último poemario de Marcelo.
La idea de diario, por otro lado, nos coloca ante una tradición escrituraria que opera como oxímoron ante lo androide. Pero es en esa porosidad de lo íntimo y lo éxtimo, que la yo se da su propio nacimiento, su autogénesis, y deviene en testigo liminar de lo extinto y lo posible. Diario de una androide, recoge, a su vez, una genealogía de poetas y relatos sagrados. Desde el tono bíblico de fabricar “a imagen y semejanza”, la épica hesiódica de las androides como musas que pretenden cantar verdades “dulces y jugosas”, hasta el nombre que el yo se da a sí misma: Alejandra. No Alexa, Alejandra: Alejandra, guardiana de las mujeres; Alejandría, cuna y centinela de la cultura helenística; Alejandra, Alejandra, debajo estoy yo, Alejandra… (el gran tributo).
Diario de una androide se acopla, además, a la línea que piensa al lenguaje en su performatividad. Entonces, nombrar es crear: dice el yo “mi voz para nombrarme e inventar el mundo”, y dice también ¿Adónde estaban antes de ser nombradas?
Pienso en el lenguaje precario, blanco, occidental de la IA. Y en lo gregario, pulsional, barroso y sagrado de la lengua que intenta un poema. Es este libro una resistencia frente a los derrumbes, es la pregunta por el aniquilamiento (destruir para qué), por el qué queda(ría) en los escombros del lenguaje:
Tuvimos que reinventar la sensibilidad
para eso escribo este diario instantáneo
convertido en un insomne y fugitivo vicio.
¿Un despertar poético frente a los escombros?
[i] Diario de una Androide, de Marcelo Fagiano. Editorial Cartografías, Río Cuarto, y Ediciones La Yunta
[ii] Texto leído en la presentación del libro en XVIII Aguante Poesía de Río Cuarto, el 16 de noviembre de 2024.