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“Ifigenia”, de Silvia Zarco
Sobre la magnífica puesta en escena de esta obra en el 70º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
Por María José Muñoz Spínola
«Mi hija viene con su vestido de novia y yo voy a matarla… ». Con esta impactante sentencia comienza el texto de Ifigenia redactado por la filóloga clásica, docente y dramaturga sevillana Silvia Zarco. La obra, que ha cerrado el 70 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida 2024, nos presenta una tragedia equilibrada y magistralmente escrita donde los hilos argumentales de ‘Ifigenia en Áulide’ y ‘Hécuba’ de Eurípides, así como de ‘Agamenón’ de Esquilo se entrelazan y nos sumergen en las profundidades sombrías del conocimiento de las leyes divinas basadas en la idea de la justicia de Esquilo y las humanas de Eurípides. Con una sensible fidelidad, Zarco entrelaza con un estilo poético, que las eleva aún más en su puesta en escena, las antiguas tragedias griegas, convirtiéndolas en espejo de la violencia que habita en los corazones de hombres y mujeres en un tiempo donde los dioses dictaban el destino y los mitos eran la ley.
Según el mito, los aqueos estaban a punto de zarpar hacia Troya para recuperar a Helena, pero la flota se vio detenida por vientos poco favorables que solo cambiarían si Agamenón sacrificaba a su hija menor, la joven Ifigenia. Aunque inicialmente se opone, Agamenón finalmente accede presionado por el ejército y su ansia de poder y triunfos en nombre de Grecia. De esta forma, envuelto en su conflicto entre el deber personal y la devoción religiosa o nacional, convoca a Ifigenia con el pretexto de casarla con Aquiles. Su muerte en la ciudad de Áulide, principio necesario para la partida hacia la guerra de Troya, y el sacrificio de Políxena por la muerte de Aquiles, que pone fin a dicha guerra diez años más tarde, desencadena la furia y la sed de venganza de Clitemnestra y Hécuba, madres de las sacrificadas injustamente por la gloria de Agamenón y Ulises. «La de Ifigenia es la primera muerte violenta de una mujer en la literatura occidental. Agamenón, su padre y jefe del ejército griego, sentencia y clava como una bandera la raíz de la violencia contra niñas y mujeres en el origen de nuestra civilización. Siguiendo el rastro de sangre de Ifigenia llegamos hasta el sacrificio de Políxena, princesa troyana, y el hallazgo nos incendia la rabia en la garganta: La Guerra de Troya terminaba como empezó, inundando el mar de sangre virgen…
Con Ifigenia trazamos un mapa desde el kilómetro cero de la violencia contra las mujeres hasta el regreso a casa del ejército perpetrador victorioso. Una obra de nueva creación, tejida a partir de tres tragedias clásicas, por las que transita la épica de la victoria griega en la Guerra de Troya: Ifigenia en Aúlide, Hécuba y Agamenón. Una obra sobre el altísimo coste que tuvieron que pagar las mujeres para que los hombres alcanzaran la gloria.
Hécuba y Clitemnestra, reinas de vencedores y vencidos, madres de las asesinadas, albergan en su vientre una herida salvaje que se abre. La rabia muta en furia lenta. He aquí la transformación de las madres en fieras… Se abre el portón de acero de la venganza… Rasga el silencio el instinto voraz de una bestia atormentada y un grito atronador sediento de sangre asesina. Esta es la historia de las olvidadas y de sus madres condenadas. Es una rosa de sangre entre las manos ensangrentadas.
“Ifigenia es una grieta de luz en la cueva oscura a la que ha sido arrojado el dolor y la culpa de las mujeres. Un haz de luz para iluminarlo todo, para que sus nombres no se borren de la historia. Porque no es inocente el silencio. Sus gritos atormentados se clavaban en mi vientre como cristales cortantes. Y ya no tuve miedo de arder. La Luz es Nuestra», escribe Silvia Zarco para la presentación de la obra.
Quedarse en las frases y expresiones de aparente corte feminista y de desmitificación del héroe que visten por fuera este mensaje no nos permitiría ver abierto el discurso para encontrar el sentido interior de la complejidad de las situaciones y de los personajes de Eurípides, tan bien captados en su esencia en la dramaturgia de Zarco, pues la obra representada no solo recupera la innovación en el tratamiento de los mitos, sino que, además, humaniza a los personajes al exponerlos arrastrados por sus emociones. Si bien los sacrificios que ensordecen los corazones durante toda la obra son el de las jóvenes Ifigenia y Políxena, quienes en los últimos minutos conquistan el escenario y trasmiten desde el Hades a una voz: «Nuestro mensaje ha sido oído para la posteridad», en la arena emeritense se muestran el odio y la violencia que puede albergar por igual a hombres y mujeres.
Conforme a ello, las conclusiones que saque el espectador como resultado del aprendizaje de todos cuantos nos han precedido son absolutamente necesarias si queremos avanzar en la construcción de un Mundo más igualitario. Bien lo entendió Ifigenia que, resignada a morir al comprender que su muerte es necesaria —conforme a los dictados sociales, culturales, míticos y éticos de la época, e inconcebibles hoy día— para que los aqueos puedan castigar el rapto de Helena, declama antes de su sacrificio: «madre, no guardes rencor a mi padre». Trascendiendo el carácter revisionista de la Historia hay una llamada a la conciencia propia de nuestra época que exige, más que nunca, de una coherente responsabilidad individual. Si «el genio convierte la excepción en la regla», como escribió Eurípides, la obra de la sevillana nos propone buscar la regla para la que se aplica dicha excepción.
Dirigida por Eva Romero y coproducida, junto con el propio festival, por Maribel Mesón, el montaje ha contado con un magnífico cuadro técnico para realzar la palabra conjugada con las creativas coordenadas estéticas que propone el texto que, siempre apoyado en la poética vibrante de los diálogos y en los ecos expresionistas de los espectros de los personajes femeninos asesinados, fue seguido con un silencio casi sagrado por el público, el cual, con un lleno casi total de las cáveas, culminó con la unánime ovación ante la extraordinaria y emocionante puesta en escena llevada a cabo por el coro y el notable elenco —sobresalientes Juanjo Artero, María Garralón, Beli Cienfuegos y Néstor Rubio como Agamenón, Clitemnestra, Hécuba y Aquiles, respectivamente— que dio vida, durante una hora y media, a una “nueva” obra llamada a perdurar.
Ficha técnica
Reparto
Juanjo Artero, María Garralón, Beli Cienfuegos, Laura Moreira, Nuria Cuadrado, Alberto Barahona, Néstor Rubio, Rubén Lanchazo, Maite Vallecillo, Gara Suárez, Catalina Fernández, Guadalupe Gutiérrez, Teresa Maraña, Fernando López, José A. Farrona.
Equipo artístico-técnico
Texto: Silvia Zarco
Diseño escenografía: Elisa Sanz (AAPEE)
Diseño vestuario: Elisa Sanz (AAPEE) e Igone Teso (AAPEE)
Música original: Isabel Romero
Diseño iluminación: Rubén Camacho
Caracterización: Juanjo Gragera
Espacio sonoro: José Peña
Ayudante de dirección: Pedro Forero
Ayudante de producción: Andrea B. Mesón
Ayudante de escenografía: Fran Patrón
Realización de vestuario: Luisi Penco y Lali Moreno
Peluquería y posticería: Gema Galán
Maestro de armas: Gabriel Ferrá
Efectos especiales FX: Pedro Rodríguez
Edición musical: Pablo Brenes
Realización escenografía: Readest montajes, José Corchuelo y Pedro Mancha
Montaje y maquinaria: Moisés Méndez
Video e imagen: Festival de Mérida
Creación de contenidos y RRSS: @PantojoMaLo
Fotografía: J. Antonio Ruíz
Maquillaje fotografías: Laura Gómez
Director de producción: Juan Ant. Mancha
Productora ejecutiva: Maribel Mesón
Dirección: Eva Romero
Una coproducción del Festival de Mérida y Maribel Mesón, productora y distribuidora teatral.