Reseña

Lo que puedes hacer con el fuego
Rafael Felipe Oteriño


Pre-Textos, Col. La Cruz del Sur, Valencia (España), 2023

Por Jorge Rodríguez Hidalgo

 

    Uno de los grandes poetas argentinos vivos es Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945), quien acaba de publicar en España el poemario Lo que puedes hacer con el fuego (Pre-Textos, julio de 2023). Coincidiendo con el alumbramiento editorial, Oteriño ha sido galardonado, ex aequo con la también poeta argentina Mercedes Roffé (Buenos Aires, 1954), el premio “Dámaso Alonso de Poesía”, de 2023. Oteriño, miembro de número (ocupa el nº10) de la Academia Argentina de Letras, desde 2014, cuya vicepresidencia ostenta, estudió Derecho y Letras en la Universidad de La Plata. Ha sido profesor universitario y emérito de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (FASTA), que es un movimiento eclesial internacional integrado por laicos, consagrados y sacerdotes que a través de comunidades evangeliza la cultura, la familia y la juventud. Durante más de treinta años ha sido juez de la Cámara Civil y Comercial (de la que forma parte desde 1993), cargo que ha desempeñado al unísono con otras actividades, como la codirección de Ediciones del Dock y su colección “Época”, de ensayos sobre poesía.

    Oteriño es autor de más de una docena de libros de poemasi, el primero de los cuales, “Altas lluvias”, vio la luz en 1966, cuando el poeta contaba apenas veintiún años. Asimismo, ha publicado los ensayos Una conversación infinita (2016) y Continuidad de la poesía (2021). En la actualidad, prepara un nuevo libro de poemas, que escribe sin prisas, aquilatando cada palabra, consolidando cada pensamiento.

    Lo que puedes hacer con el fuego consta de cuarenta y cinco poemas que bien pueden constituir una larga meditación, pues la de Oteriño es una poesía de pensamiento, menos interesada en cantar que en indagar. A este propósito, en una entrevista a Rolando Revagliatti (Letralia. Tierra de letras, 06/09/2020), nuestro poeta afirma que “las palabras son para mí un mundo dentro del mundo”. Aunque los temas abordados en la obra son variados (la reciente pandemia de la COVID-19, la naturaleza, la poesía…), la constante en todos ellos es la averiguación de la sustancia del tiempo: en la infancia, en la juventud, en las cosas, en el mundo, en definitiva. Porque el tiempo no es sino poder vitalizador: fuego, y “el fuego está en todas partes, / pero debes saber qué hacer con las llamas”, nos dice en el poema que da título al libro, “Lo que puedes hacer con el fuego”. Pese a su omnipresente potencia, la conciencia del tiempo (que es una suma continua de fragmentos temporales), sin embargo, irradia de la comparación entre unidades sucesivas, como padres e hijos. Así, afirma en el poema recién mencionado que “hasta el día en que te empiezas a comparar con tus padres/ no piensas que vas a morir”. Pero no se crea que Rafael Oteriño se echa en brazos de la nostalgia o se deja atrapar por el miedo a la muerte por mor del tiempo. Antes, al contrario, el poeta busca ahondar en el presente, en el que ve las señales del pasado, pero también las del futuro (“Nada perdura, pero todo perdura”, asevera en “Pasado en limpio”). Es decir, como la energía, asistimos a una transformación o continuidad de la vida (“Contarlo todo de nuevo, pero contarlo distinto. / Tal es el desafío: reinventar el sol”, sostiene en “El día en que tu vida”) en que nada gana ni pierde si se sigue una “ética mínima:/ no vencer ni ser derrotado. / Comenzar de nuevo” (“Hacer tablas”).

    En este poemario se constata la “continuidad de la poesía” (parafraseando su ensayo homónimo), pues Oteriño no interrumpe la línea trazada por su obra anterior ni se desdice de los presupuestos que informan toda su obra. La sencillez formal no se contrapone con el firme propósito de sujetar el poema en una estructura sólida, algo que admira el platense en la obra del poeta español Joan Margarit.

    Lo que puedes hacer con el fuego confirma, por tanto, las características principales de la poesía de Oteriño; a saber: una economía del lenguaje que le aboca a la sobriedad, aunque “sin que la perfección formal ahogue la emoción”; observación del paso del tiempo a fin de fundar el presente y tenderlo al porvenir; escrutinio de la condición humana, que se mueve entre los extremos de la cotidianidad y la naturaleza; la reflexión sobre el hecho mismo de escribir (metapoesía) y homenaje a algunos de los autores de su predilección (el que más, sin duda, el polaco Czeslaw Milosz, a quien dedica el último poema del libro, “Pasado en limpio”, que concluye del siguiente tenor: “Sí, Czeslaw,/ todo recomienza/ en el lugar exacto/ donde el pasado empieza a retroceder”).

    La mirada de Rafael Felipe Oteriño es siempre circunstancial, pues hay un “exceso de luz/ [que] me impide ver más lejos”. De lo que se trata es del presente (“brillaba como diciendo ‘es ahora’”), pero un presente en sazón preñado de futuro (“¡Vamos, cuerpo! Avanza hacia lo nuevo/ con la misma convicción/ que te impulsó hacia lo viejo”, principia el poema “Ahora”). Porque Oteriño levanta expectativas, sugiere (nunca guía o manda), abre puertas para entrar en otras dimensiones: lo que dice acerca de las cosas es casi la excusa para que se hable de “lo otro”, lo que no se menciona, pero está, y para ello es fundamental la intervención del lector. Tanto es así que incluso algún poema adopta la forma dialógica, como en “Jóvenes”. El tú, entonces, se erige en esencial contraste del yo que de ningún modo pretende asentar verdades, sino propiciar búsquedas de sentido. Lo comprobamos en el poema “La extracción del agua”, donde afirma que “nada sucedía que no volviera a suceder”. Y más, nos invita -sí, a los lectores- a protagonizar una prospectiva vital: “Y el futuro, desde entonces, era eso:/ primero, agua turbia, con cristales de mica en el fondo;/ luego, borbollones sucios, inaptos para beber;/ recién, al final, agua fresca, hasta empañar el vaso”. Porque Oteriño nos exhorta a vivir desoyendo las cláusulas del tiempo, a vivir como si el tiempo fuera una sustancia inextinguible -y nosotros con ella-, como el agua (somos agua porque venimos del agua y con el agua vivimos), y “de este modo, sin pedir la palabra, Ella habrá hablado, / aunque debas esperar toda la vida/ para entender lo que dice, / mientras el lugar desaparece en poder del humo”. Ella, el agua, cuyo poder es omnímodo, es “tu diapasón y tu lágrima. / Nunca bebiste agua tan fresca”. Y el agua, definitiva y neutralizante del fuego, es fuego de otro modo, “lo otro” que tú, lector, habrás de dilucidar.

    i Campo visual (1976); Rara materia (1980); El príncipe de la fiesta (1983); El invierno lúcido (1987); La colina (1992); Lengua madre (1995); El orden de las olas (2000); Ágora (2005); Todas las mañana (2010); Viento extranjero (2014); Y el mundo está ahí (2019).

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