Olvidarse del paisaje, de Guillermo Mena

Por Guadalupe Garione 

“Las montañas van a estar”. La creación artística con lo natural, una invitación al trabajo con otros en Olvidarse del Paisajei , de Guillermo Mena 

“Dibujar un cielo gigante frente a un montón de gente/puede sentirse como un error de principio a fin/y aun así sostenerlo” (Mena, 2023, p. 59). Al leer por primera vez Olvidarse del paisaje, de Guillermo Mena, esta frase me llamó poderosamente la atención. En ella, se concentran muchos aspectos del libro que me resultan claves a la hora de pensar en él. 

Siguiendo la linealidad de la frase, me interesa enfocarme, en primer lugar, en la palabra “dibujar” con la que la cita comienza. Para comprender su importancia, debemos tener en cuenta la estructura del libro. En Olvidarse del paisaje, se alternan dibujos realizados con carbonilla, así como fotografías de algunas instalaciones, y una serie de poemas; escritos del artista donde se comparten impresiones, sentimientos y sentidos en torno a una relación con lo natural. Ambas formas de expresión se organizan en cinco partes y las anteceden palabras de Adriana Musitano, directora de la e-ditorial Bosquemadura, en un prólogo y las precede un ensayo de Gabriela Milone. A este último le sigue un apartado final sobre la producción del artista donde se recuperan opiniones de diferentes críticos y autores. 

Ante esto, vemos cómo palabras e imágenes dialogan ya desde la manera en que el libro se organiza, compartiendo ambas un lugar primordial en él. Rescataba antes la palabra “dibujar” porque son las imágenes realizadas por Guillermo, quizás, un punto de partida para pensar lo poético; aquello con lo que las palabras se tensionan, dialogan, se vinculan. Al observarlas, uno puede preguntarse si lo escrito explica aquello que se está viendo; quien observa lo dibujado por el artista puede buscar en los poemas una explicación o viceversa. Sin embargo, no se traza entre ambas formas de expresión una línea directa, absoluta. Aquello que se dice y aquello que se dibuja se abre y estalla en múltiples aristas haciendo imposible una simplificación en la interpretación y es este uno de los triunfos de Olvidarse del paisaje: las relaciones entre las propuestas son diversas y están en constante crecimiento. 

En relación con esto, volviendo a la frase con la que inicié este texto, es interesante recuperar que aquello que se propone dibujar es “un cielo gigante”. Tanto a partir de los títulos de las obras como de la palabra poética que las acompañan podemos identificar una constante, que es el trabajo con lo natural: se lo observa y se lo dibuja. Y no solo eso, también se dibuja con lo natural, se vuelve materia para crear. En su texto, Adriana Musitano explica que, para realizar sus obras, Guillermo recoge ramas caídas, las quema y con eso hace carbón: “En Los Cóndores, Córdoba, fue algo muy concreto: recoger las ramas en el pueblo y luego hacer carbón” (Musitano, 2023, p. 4). Hay, hoy en día, múltiples teorías y lecturas sobre el trabajo, la conjunción, entre lo humano y lo no humano; es muy movilizante leer y observar un trabajo que piensa y pone en funcionamiento esto de una manera tan particular. El artista, desde la práctica que hace a los dibujos y desde aquella que hace a la escritura, se pregunta por ello; dibuja no solo el cielo, sino también la montaña, la nube, la tormenta, desde una materia que vuelve constantemente al bosque. Así, no dejo de cuestionarme quién dibuja: ¿es Guillermo?, ¿es el bosque?, ¿son los dos? ¿Qué posibilidades, no solo analíticas, sino específicamente artísticas implica una práctica que se abre a este tipo de sensibilidades, que reconoce su relación con la materia con la que trabaja?

En este sentido, finalmente, volvamos a la cita: “Dibujar un cielo gigante frente a un montón de gente/puede sentirse como un error de principio a fin/y aun así sostenerlo” (Mena, 2023, p. 59). Elegí este fragmento, entre otras cosas, por su línea final, por la idea de enfrentarse a algo que puede sentirse erróneo, que puede atemorizar y de todos modos hacerlo. Un trabajo con las peculiaridades que tiene el de Guillermo implica siempre un riesgo emocional y sensible tanto en el momento de realizarlo como en el de mostrarle a otros, a la comunidad artística o solo a una persona —a ese “montón de gente”—, aquello que se ha creado en conjunto con el bosque. Y es en la idea de “aun así sostenerlo” donde se encuentra la maravilla de esta propuesta. Atraviesa al libro, desde mi lectura, una latente esperanza, una fe en que hay en el acto artístico una valentía que se debe defender. 

En cierto momento, Guillermo afirma que “lo que es para siempre calma” y que “las montañas van a estar” (Mena, 2023, p. 12). Hay en Olvidarse del paisaje una promesa de esperanza, de confianza en ese trabajo con otros, con el bosque, con la carbonilla, que se transmite a quien lee el texto, a quien observa las imágenes. La obra se vuelve no solo una toma de posición por parte del artista al pensar su rol —quien dibuja y escribe sobre y con lo natural, para otras personas—, sino también una invitación a pensar el libro y por qué no también al mundo, al bosque, al paisaje, como una posibilidad de un trabajo en conjunto: olvidarnos del paisaje como algo fijo, lejano, pasivo, y arriesgarnos a relacionarnos de un modo diferente con lo otro, con los otros. Aunque eso se sienta como un error, aun así, sostenerlo. 


i Musitano, A. (2023). “Tomar la palabra, el papel, las pantallas”, en Mena, G. Olvidarse del paisaje. Córdoba: Bosquemadura, E-DITORIAL DE ARTE.

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