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Narrativa
Señor Baxter, unas líneas[i], de Kepa Murua
Por Jorge Rodríguez Hidalgo
Kepa Murua Auricenea (Zarauz, Guipúzcoa, España, 1962) es un poeta, escritor, ensayista y editor vasco la extensión y solidez de cuya obra le sitúa en la primera fila del panorama literario español. Es autor de más de veinte libros de poemas, siete títulos de narrativa, nueve ensayos, tres volúmenes de arte y un libro-disco (“Poemas y canciones”), este último en colaboración con el cantautor Tasio Miranda. “Señor Baxter, unas líneas” es su publicación más reciente. Se trata de una novela en que conjuga algunos de los géneros literarios que ha ido cultivando a lo largo de su carrera.
Formalmente, la obra plantea una trama de suspense. Un licenciado en Filosofía y exdocente decide dedicarse a su verdadera vocación, la novelística, tras el fallecimiento de sus padres, a cuyo cuidado se había consagrado en los últimos tiempos (“abandonó la docencia para entregarse a la escritura como una obsesión que no dio los frutos esperados”). “Osorio” narra en primera persona cómo ha debido asegurarse la manutención y de qué manera ha de abordar la redacción de su novela. Para ello, describe detalladamente cuál es la ocupación que le permite obtener su sustento y quién es su empleador. La novela se presenta como un ejercicio metaliterario que, en su decurso, confluye con la realidad del otro protagonista, quien da nombre a la obra, el “señor Baxter”. Osorio y el señor Baxter (“un hombre reservado, elegante, con posibilidades aún, con una vida sana, un tanto sedentaria, sin una enfermedad que lo limitase, un hombre que vivía de su dinero y que tenía la mente despierta, aunque no hablara mucho”) se constituyen, aparentemente, en las dos caras de un mismo personaje (a modo de Jano): “El señor Baxter y yo vivíamos en silencio, apenas hablábamos”, asegura Osorio. Maniáticos de la limpieza, los coprotagonistas acuerdan tácitamente tratarse de manera exclusiva en el terreno de la relación laboral que los vincula. Ambos esconden su interioridad (“El mundo que vemos fuera es de verdad -dijo el señor Baxter-, este que nosotros vivimos es el del retiro. Este, el nuestro, aunque no lo crea usted, es el paraíso; el de fuera, sea usted creyente o no, es el infierno […] Cada uno […] debe elegir en cada momento en qué mundo quiere vivir”). Mientras Osorio arrostra un pasado lleno de frustraciones personales, el señor Baxter se muestra misterioso en cada una de sus acciones: recibe llamadas telefónicas que, o no contesta, o, si lo hace, sus pocas y repetitivas frases protocolarias impiden elucidar su contenido y la identidad de los interlocutores. A menudo, dichas llamadas las efectúa alguien que permanece en silencio (“la estrategia silenciosa del señor Baxter”). Osorio conjetura que las realicen amigos del pasado, que quizá aún se acordaban de él. Por otro lado, el señor Baxter sigue un ritual extraño consistente en escribir frases en tiras rectangulares de papel del tamaño de un dedo que después introduce en un frasco de cristal que vacía periódicamente. Tan extraño como tener encendida la televisión permanentemente y sin voz, salvo cuando las noticias guardan relación con asuntos criminales, como las actuaciones de una banda de jubilados atracadores; o también la función de un anillo que el señor Baxter se pone solo cuando recibe visitas y que todos besan al despedirse. Asimismo, el señor Baxter repite de forma cuasi solemne la frase “Vaya usted con Dios y lleve mi abrazo fraternal a los amigos de los amigos”.
Pese a no hablar nunca de sí mismo, el señor Baxter, a cuya casa acude semanalmente una joven limpiadora (“la señorita Silvina”), recibe las visitas de algunos amigos, que, protocolariamente, presenta a Osorio bajo nombres singulares: así, desfilan por su domicilio la señora “Escindida”, el señor “Escubierto”, el señor “Esesperanza”, el señor “Esconsiderado” (este lucía tres anillos en cada mano)… Ponga el lector la letra que falta en cada nombre.
Kepa Murua, mediante la “estrategia de silencio” y el oscurantismo de sus personajes, nos lleva al terreno de la especulación, pero hábilmente, ésta abandona la anécdota de la trama para introducirse en la abstracción filosófica, pues lejos de enfatizar sobre los detalles escabrosos nos insta a pensar en los impulsos primarios de los hombres y, sobre todo, en sus contradicciones (“Hombre bueno que no molesta a nadie […] religioso […] que renegó de su fortuna para vivir con poco, en un piso modesto, solo con lo necesario para disfrutar de su jubilación con dignidad”). Contradicciones que se ven aliviadas, en el caso de los coprotagonistas, por el hecho de haber “encontrado, de alguna manera, un alma gemela […] porque tal como usted -me confesó el señor Baxter-, mi familia fueron mis padres que ya murieron y ahora son los amigos que me quedan vivos”.
Con respecto al argumento, Murua resuelve que el señor Baxter (o “Parker”, según las pesquisas policiales) forma parte de la banda de jubilados atracadores. El final atrapa a Osorio, cuya suerte parece correr pareja a la del señor Baxter, aunque el autor no lo desvela. En este punto, cabe señalar que Osorio y el señor Baxter, coprotagonistas de esta novela, constituyen dos aspectos opuestos de una misma naturaleza. Algo así como lo que el poeta español Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) relata en su poema “Teopompo y Filipo”. El historiador Teopompo (Quios, 380-323 a. C.) enjuicia a Filipo II de Macedonia (382-336 a. C.) como hombre y como rey, “concluyendo que fue un gran soberano/ en el plano político y un monstruo/ en el plano moral, sin que ambas opiniones,/ en apariencia opuestas, fuesen contradictorias”. De Cuenca concluye que “al cabo,/ Bien y Mal no son más que una y la misma cosa […], de modo que Filipo/ fue, según Teopompo, bueno y malo a la vez,/ como todos los hombres de este mundo”. A similar conclusión puede llegarse tras la lectura de “Señor Baxter…”
La novela de Murua repite constantemente algunas ideas fuerza en torno de las cuales gira el argumento: la obsesión por la limpieza, la función de la televisión, las llamadas telefónicas (contestadas o no), el anillo, la frase de despedida a los amigos, el dinero (billetes de 50 euros “nuevos, planchados, destinados a la compra de la semana”)… Asimismo, la novela que Osorio quiere escribir es ocasión para que el personaje aluda hasta el cansancio a su falta de imaginación como escritor (“mi escritura necesitaba de una realidad que paradójicamente se volvía contra su autor”), un hombre lastrado por la necesidad de poseer un trabajo remunerado que, a su vez, le posibilite escribir. Las reflexiones acerca del sistema capitalista (“recuerde -dijo el señor Baxter- que es preferible no ser vistos […] es recomendable la inserción, el pacto antes que el enfrentamiento directo […] a los enemigos no es necesario aniquilarlos, solo con apartarlos del dinero es suficiente”) y el concepto de realidad contrapuesto -solo aparentemente- a la ficción confieren a la obra un aire vagamente filosófico (Osorio es licenciado en Filosofía) que queda neutralizado finalmente por la contundencia de los hechos relacionados, y que no desvelaré a fin de preservar el suspense que la obra plantea. Osorio intenta entender la realidad para empezar a escribir una novela, “la primera y la última de mi existencia, la verdadera, la que me ocupó el resto de mi existencia dedicada al señor Baxter y que comenzó con un frasco vacío donde una mano con un anillo depositaba unas líneas que la señorita Silvina llevaba de un lugar a otro y que, luego, Griselda pasaba de una mano a otra hasta crear una biografía compleja que, tal como me dijo el comisario Andrade, podría ser de un hombre con distintos nombres, y podría incluir el mal o el bien a partes iguales”.
[i] Señor Baxter, unas líneas, Kepa Murua, Editorial Verbum, Madrid, 2024.
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