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Desde el mirador
Tengamos la fiesta en paz
Por Kepa Murua
Tengamos la fiesta en paz ya que nunca la tendremos de verdad, pues siempre habrá un loco que recurra a la violencia, busquemos en la fiesta lo que oculta la vida durante el año. Busquemos tranquilidad en un primer momento, aunque este detalle, según dicen los entendidos, esté reñido con la auténtica fiesta. Busquemos entonces alegría y jolgorio, cadera suelta y lengua desenvuelta para reírnos de todos y especialmente, de nosotros mismos. Busquemos desenfreno y con la mirada al viento una ventana a la sorpresa, para que alguien nos toque por la espalda y susurre nuestro nombre, algo como decir te quiero. Si nadie te quiere, busca entonces un poco de ternura en el gesto, una sonrisa para que alguien se fije en tu necesidad como se pierde uno entre los pliegues secretos del deseo. Que no te va bien en el trabajo, busca la libertad –ahora que tienes tiempo– para no perder la cabeza entre esa rara esclavitud en la que se ha convertido el dinero. Que te han hecho daño en la política, baila y baila hasta decir basta. Que has tenido miedo de la violencia analfabeta, sacia tu sed rodeado de tus amigos, sal a la calle y disfruta del sol y de las terrazas de verano, como si volvieras a ser un niño que abre los ojos ante las cosas por primera vez. Que nadie te ha hecho caso, disfrázate y ríe con el primer loco que encuentres en el camino porque sin saberlo tienes el don de hacer auténticos amigos. Que nadie ha sabido reconocer lo que guardas en el fondo de tu corazón, sal de tu casa y diviértete, que tendrás un ángel cerca, que te dirá cosas bellas como que te fijes en aquellos que te miran con disimulo. Que nadie ha sabido quererte como se quiere a una mujer, pues abre tus piernas al viento y déjate llevar por la alegría que rechaza la melancolía de lo que pudo ser y perdimos. Que nadie ha sabido verte como hombre, saborea lento esa copa de vino como un esclavo que acaba de recuperar su libertad y piensa en una nueva vida. Que no has tenido suerte en la vida, juega a perderte en ella, aun sabiendo que no tendrás nada propio entre las manos, tal como la vida nos pide ahora que dejemos las máscaras en una esquina. Que has sido duro con tus hijos, pídeles perdón y abrázales fuerte de madrugada y cuando vuelvan al hogar esquivos, prepárales el desayuno y acúnales en la cama. Que has sido frío con tu mujer, escríbele, aunque sea el peor de los poemas, esas cosas no importan, la intención es lo que prevalece. Si has sido una arpía con el bueno de tu marido, dile que lo quieres pese a todo. Si te has enemistado con tu amigo, llámale a ver qué pasa. Pero si has votado al partido equivocado, cierra los ojos y baila, baila, hasta decir basta.
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