
Reencuentro de personajes y La casa junto al río, dos novelas de Elena Garro
Por Alberto Hernández
El lector de estas dos piezas de la mexicana Elena Garro podría trasladar un personaje de una novela a otra y no cambiaría su perfil de mujeres acosadas.
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Dos mujeres, Verónica y Consuelo, creadas para las novelas Reencuentro de personajes y La casa junto al río, respectivamente, viven en trampas que ellas mismas se forjaron: el presente continuo de la primera, que la lleva a permanecer bajo el yugo de sus “vigilantes”, y un pasado recobrado de la segunda, convertido en un presente peligroso que la conduce a la muerte. Ambas son víctimas de los personajes que ellas, en una suerte de riesgo inocente, buscaron hasta convertirse en sus propias prisioneras.
Ambos personajes representan el arquetipo de la mujer acosada. Tanto Verónica como Consuelo podrían ser el mismo sujeto, sólo que se mueven en diferentes ambientes y con actantes también diferentes, pero con las mismas conductas agresivas, delictuales, del bajo mundo social y económico.
Reencuentro de personajes nos descubre a un Francisco B. Luengo, alias Frank, quien atrapa a Verónica con sus encantos, pero que es un sujeto “diabólico”, como lo señalan otros personajes que lo rodean y le obedecen, organizados en una banda criminal internacional que tiene como motivo, desde Frank, imitar la conducta de los personajes de Scott Fitzgerald en El gran Gatsby y en Tender Is the Night y también la de los protagonistas en páginas de la novela Brideshead Revisited, de Evelyn Waugh.
Atrapada en ese mundo, Verónica se pasea con Frank por varios países de Europa, maltratada, humillada, pero sin poder alejarse de él. Tanto que no puede regresar a su tierra, México.
Los personajes son todos sujetos referenciales de la obra de Fitzgerald. Se portan como ellos y aducen que conocieron al autor norteamericano y hasta libaron con él, quien se paseaba con su esposa, Zelda, por los pasillos de hoteles de Suiza o Inglaterra. De modo que Frank es un reflejo de uno de los malévolos de la obra del también autor de Hermosos y malditos.
Reencuentro de personajes, de Elena Garro (Grijalbo, 1982).
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El lector de estas dos piezas de la mexicana podría trasladar un personaje de una novela a otra y no cambiaría su perfil de mujeres acosadas, de mujeres cuyo destino es vivir apegadas al miedo, al zumbido de la noche en la que se mueven fantasmas imaginados por su miedo, pero que no son capaces de desprenderse de él.
La escritura de Elena Garro es sobria, de tiempo lento y hasta repetitivos algunos pasajes, como ocurre en la primera de las novelas mencionadas. Creo que le sobran páginas. No obstante, quien se arriesgue a leerla se topará con un conocimiento de la conducta humana. Muy psicológica porque los sujetos en acción muestran diferentes perfiles dignos de ser estudiados por un psiquiatra.
Esta novela es un texto viaje, se mueve de un país a otro porque el reflejo de la protagonista, su carcelero, la mantiene cautiva en diferentes hoteles de varias ciudades del Viejo Continente. Verónica podría ser calificada como un personaje mítico que no logra deshacerse del poder de Frank, quien en una ocasión simuló su muerte y la hizo “reconocer” su cadáver en una morgue de París. Quien estaba en la plancha de patología forense no era Frank; sin embargo, ella, obligada por los cómplices de Frank, afirmó que se trataba del cuerpo de Francisco B. Luengo, alias Frank, quien de acuerdo con las “investigaciones” se habría suicidado, pero todo formaba parte de un teatro, de una simulación. Frank estaba en Nueva York y desde allá daba las órdenes para engañar a las autoridades y que no lo atraparan por todos los crímenes cometidos por él y su banda. Es bueno destacar que el sujeto no pertenecía al mundo del populacho, al proletariado. Era un hombre de mucho poder económico cuya personalidad sociopática lo llevó a convertirse en un poder que dominaba a quien se acercaba, a quien osaba ser su amigo o conocido.
Finalmente, Verónica terminó siendo una más como trabajadora de una tienda cuya “propietaria” recibía órdenes de Frank para mantenerla callada, toda vez que sabía mucho acerca de los crímenes cometidos por quien fue su amante, más allá de la duda de que el sujeto era homosexual.
Es una novela del fracaso. Del no futuro.
La casa junto al río, de Elena Garro (Grijalbo, 1983).
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Consuelo tiene el mismo perfil: víctima del agravio de un pequeño pueblo español al que regresa a buscar a su familia. Pero se encuentra con una familia que no conoce. Que no es su familia, porque la verdadera ha sido desaparecida, asesinada, enloquecida.
En medio del triunfo franquista en la Guerra Civil española los habitantes del pueblo, como en toda España, se convierten en sociedad de la sospecha, cultivada por nacionalistas y republicanos. Es decir, entre los que apoyaron al Generalísimo, calificados de fascistas, y los rojos, calificados de comunistas. La murmuración, el chisme, la delación, el terror provocado por los vencedores, se hace patente en el miedo que Consuelo siente ante quienes decir sus familiares. Ella se había ido muy niña de España a México y retornó al pueblo ya adulta. Tenía borrosos rasgos de quiénes habían sido sus antepasados ricos, cuyas propiedades pasaron a manos de quienes apoyaban al nuevo régimen. No obstante, ella luchó por alcanzar la verdad acerca de esa herencia, pero sobre todo la verdad de su familia. Todo fue en vano: la complicidad de todos la llevó a la muerte, fue asesinada por la espalda mientras trataba de huir del pueblo. De nuevo, el fracaso.
Ambas novelas fueron publicadas en 1997 por la editorial Grijalbo, empresa que descuidó la edición, porque muchos son los errores de puntuación o de palabras incompletas. De manera que se trata de unas ediciones burdas, pero que a pesar de todo se pueden leer con cierta comodidad.
A manera de comentario extraliterario, Elena Garro fue esposa del también escritor (poeta) Octavio Paz, con quien ella tuvo serios problemas. Elena Garro denuncia a Paz por no permitirle escribir poesía, razón por la cual se dedicó a la narrativa y a la dramaturgia. Recientemente han aparecido algunas declaraciones de la autora donde denuncia con dureza a su ex esposo.
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Otras dos novelas de esta autora están a la espera de ser abiertas sus páginas para saber un poco más del carácter de sus personajes. Ellas son La culpa es de los tlaxcaltecas e Y Matarazo no llamó…, la primera editada en 1997, y la segunda en 1991/1996. Cuatro piezas literarias que logré encontrar hace algunos años en una librería de Quintana Roo, Cancún, México.