
Entrevista
Revista PERRO VIEJO
A pesar de las dificultades por las que atraviesa el país y los ataques gubernamentales a la cultura, nace en Río Cuarto una nueva publicación. Sus editores, Ernesto Funes, Martín Álvarez y Alejandro Calderón, hablan para ECM.
Por Marcelo Fagiano
Desde que el papel cobró existencia material en la cultura humana no ha cesado en su manía de convertirse en libros y revistas. Desde hace siglos se plasman en su cuerpo expresiones creativas hechas de palabras, formas, colores y estilos con la esperanza de seducir a lectores que manipulen y acaricien su piel de celulosa con manos ávidas y posen sus ojos en todo lo allí impreso.
Esa costumbre ancestral ha cobrado vida, una vez más y a pesar de las pantallas que colonizan el presente, en el cuerpo de una nueva revista que ya va por el segundo número y es editada en Río Cuarto, Córdoba, Argentina.
– ¿Cómo nace el proyecto Perro viejo, esta revista en papel “chapada a la antigua”?
Surge en nuestras reuniones de amigos con las ganas de emprender algo. Ernesto tuvo la idea de hacer una revista después de pasar por fuera de un geriátrico y ver a los residentes apagados. Algo para esperar todos los meses fue una buena opción, y como al grupo le gustaban las historietas y la escritura, le dimos para adelante con un proyecto artístico y creativo.
– Perro Viejo se presenta como una revista de cuentos ilustrados, artículos e historietas. ¿Cuáles son los vínculos o anclajes en la historia editorial de la ciudad y el país?
Tuvimos mucha inspiración de las revistas de antaño de la editorial Columbia, como Nippur Magnum y El Tony. En la ciudad, hace poco tuvimos contacto con la revista Río Revuelto de Jericles y tomamos mucha inspiración de ahí para nuestra segunda edición.
También nos enorgullece contar con el apoyo de un grande del país que es Salvaje Sur, aparte de inspirarnos, nos alienta mucho que nos tengan en cuenta a través de redes sociales.
– En el vertiginoso proceso creativo de edición mensual, ¿hay modelos arquetípicos e inspiradores a seguir?
No tenemos un modelo preciso, nos ajustamos mucho más a nuestros tiempos. Si fuese por nosotros, sacaríamos uno semanal pero no somos como los colegas japoneses, aunque creo que la mensualidad da un respiro para poder explotar al máximo la creatividad y entregarle al lector el mejor producto posible. También la creación de personajes recurrentes como “el Tuerto Godoy” ayuda a que el punto de partida de las historias sea un poco más fácil de encontrar.
– ¿Cómo está conformado el equipo de trabajo?
El equipo está compuesto por Ernesto, Martin y Alejandro. Somos un grupo de tres estudiantes de la carrera de comunicación social de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Con lo que aprendimos y la inspiración que nos transmitieron nuestros profesores, nos llevó a proyectar y entregarnos a lo que hoy es Perro Viejo.
– Tienen, según entiendo, intención de que la revista sea permeable a expresiones, a manera de colaboración, de otros artistas.
Nuestro primer gran sueño siempre fue materializar la revista, tenerla en las manos. Hoy, con la segunda edición, ese sueño está más que cumplido. Por lo que la ambición y el hambre de más la tratamos de desparramar por el territorio argentino que está plagado de grandes artistas. Lo que se trata de generar con la revista es un espacio para aquellos que quieran incursionar en el papel impreso con sus obras. Se corrió el rumor de este albergue de artistas y, para nuestra sorpresa, nos contactaron varios colegas para futuros números del proyecto.
– Escritura y dibujo son las artes que despliegan en la revista creando como artistas. ¿Cómo surge esa doble dimensión?
Surge por los gustos en intereses personales del grupo y también por saber que no es imposible hacerlo. Al leer historietas, uno se va percatando que la variedad de modalidades de trabajo es tan amplia como plata haya disponible. Justamente por esto y por otros factores, muchos artistas hacen todo el trabajo solos. Sin embargo, hacer todo nosotros tiene cierta mística y ayuda a formar historias que apelan a nuestros intereses individuales, enmarcados en una línea “pulp” propia de la revista.
– En las historietas, diálogos y textos, ¿aparecen al mismo tiempo que la parte gráfica? ¿Siempre funcionan de la misma manera?
Los métodos son tan variados como las historias. A veces de una idea pueden dispararse diálogos a los que uno trata de ponerle un contexto dibujado, y muchas otras veces, un pequeño boceto de un personaje basta para inspirar y desencadenar toda una trama. Y es en esas veces en las que los diálogos aparecen casi solos. En este rubro siempre se dice, la historieta es buena si el relato se entiende solo con los dibujos.
– ¿Piensan que proyectos culturales como el de la revista tienen que recibir apoyo del estado u otras instituciones o deben gestionarse, como ahora lo hacen, ofreciendo espacios para publicidad de productos, objetos y servicios?
Creemos que depende del medio y por supuesto, de quién lo financia. La gestión de la publicidad es el condicionante histórico de los medios, que define qué es lo que se puede publicar, hacer o difundir, ya sea por la bajada de línea estatal o privada o la misma ausencia de la financiación. En términos de medios informativos es muy difícil hacer lo que uno quiere cuando depende de la publicidad para sobrevivir, en los medios más artísticos hay más libertad pero el condicionante siempre está. Lo ideal y lo que siempre tratamos y se trata de hacer es encontrar un balance en lo que resulta atractivo para nosotros, para el público y para el publicista.
– Estamos atravesando, como país, momentos críticos por los ajustes y recortes presupuestarios a la cultura por parte del gobierno nacional, dentro de este contexto, ¿qué valor otorgan ustedes a las políticas culturales implementadas o eliminadas por el estado? ¿Las mismas son necesarias para desarrollar y fortalecer la identidad cultural de nuestro pueblo?
Creemos que la cultura debería ser apoyada y respetada por el estado porque a fin de cuentas es un bien (no económico, pero valioso) para la reputación del país y como se nos ve desde afuera. Ahora parece estar la idea de que todo lo que no sea plata no sirve para nada y no es así. Es de país vasallo y subordinado no preocuparse por estas cosas llamadas “banales” cuando lo que se consume es cultura pero de las potencias dominantes. Por eso las políticas culturales no son un gastadero de plata sino son inversiones de un estado presente que ve en su cultura algo digno de ser protegido, financiado y difundido.