
Desde el mirador
Saltar las barreras
Por Kepa Murua
Los reproches por el escaso interés por la cultura se escuchan en la boca de los interesados. Artistas, directores de cine, actores, músicos, bailarines, escritores, editores, profesores y otros agentes de la cultura responden con una afirmación taxativa como “es lo que hay”, cuando se les pregunta por la inteligencia de la ciudad. Hay algunos que son alarmistas y como agoreros afirman que si no se remedia la escasez de infraestructuras y se incentiva el interés por los actos culturales en el hábito de los ciudadanos, el futuro será todavía peor. Parece que no existe nada vivo en la ciudad. Parece que no hubiese inteligencia que viviera entre nosotros. Las instituciones, limitadas a intereses políticos, bastante hacen con mantener el esquema vivo bajo mínimos. Los artistas, por su parte, esperan que las instituciones abran su puerta para deslizar la sombra de su presencia. ¿Dónde si no podrían vivir con decoro en un escenario que en principio solo a ellos les corresponde? Los directores de cine se pelean con los que tienen el dinero para venderles un producto que inevitablemente deberá responder en el mercado. Los bailarines giran sobre sí y hacen piruetas para demostrar que la gimnasia con ruido puede ser arte. Y los escritores critican a los artistas porque apenas se potencia la literatura en la ciudad. Lo de los poetas es todavía más tétrico, bastante hacen con atreverse a vivir como poetas en los tiempos que corren y, sin embargo, hay otros campos irreductibles en su pobreza como el de la música y el espectáculo. Porque de lo que se trata es de dar espectáculo para que la ciudad se maquille por unos días para que parezca más viva de lo que, por lo general, es. Pero, ¿y si no tiene remedio?, ¿y si la ciudad no da para más y es bastante más analfabeta de lo que pensábamos y no tuviera interés por estos lenguajes del arte y el conocimiento? En otras palabras, que no hubiese lectores con sensibilidad para la literatura, que no hubiese público interesado por el arte, que no existiera una ciudadanía capaz de responder a una cultura moderna que movilice la vida de la ciudad, tanto de día como de noche. No nos engañemos entonces: tenemos lo que tenemos y para lo poco que hay, cualquier creador que se precie deberá saltar sus barreras si quiere mostrar su arte ante un público maduro e inteligente dispuesto a entenderlo, a arroparlo, pero también a rechazarlo. Pero, ¿no será que algunos no se atreven con el riesgo que supone esta aventura más allá de las fronteras de su ciudad y buscan el amparo de quienes les dan cobijo, se conforman con su estatus de artista reconocido? Y tú, ¿qué haces para remediarlo?
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