Silvina Ocampo, una belleza oscura y perturbadora

Por Nélida Cañas

 

                       “Yo quisiera tener sueños, aunque fueran inconciliables con la realidad. No soñar es como estar muerto”.

Armando Heredia

El día de hoy se tornó propicio para leer El impostor de Silvina Ocampo[i], una nouvelle o un cuento largo, enigmático y perturbador como la propia Silvina. El día se fue haciendo gris otoñal. Desencajado. Como esos días extensos y desolados de la llanura.

La soledad del llano es difícil de decir. Inasible. La soledad de un hombre solo en el llano, aún más. Silvina lo hace posible con una prosa poética, ambigua. Una manera de narrar la suya que vuelve fantástico lo cotidiano; lo real, onírico. Ninguna frontera deja de ser transgredida. El personaje, Armando Heredia, el más carnal de la narración, dice de sí mismo que no tiene sueños ni recuerdos. Una hoja en blanco, que para permitirle ser debe ser escrito. Así se develará más tarde al encontrar su cuaderno de tapas azules.

El otro personaje es Luis Maidana, el de los sueños visionarios, que había sido enviado con el propósito de acompañar e influir “positivamente” en Heredia, quien se había alejado de todo recluyéndose en la estancia Los Cisnes, una estancia ahora derruida. “Era aquella una estancia abandonada. Sobre el techo de la casa crecía un eucalipto y algunas flores silvestres. Las enredaderas devoraban las puertas, los aleros de los corredores, las rejas de las ventanas. En una película cinematográfica había visto algo parecido. Una casa con telarañas, con puertas desquiciadas, con fantasmas”. Al avanzar la narración crece un paisaje gótico. Agónico. Y en sus lectores, el desasosiego.

Y están las goteras, las vasijas, el sonido de la lluvia que provoca insomnios y una música imprevisible. “Podría jurarlo: cada gota que cae en estos recipientes produce un sonido infinitesimalmente distinto del anterior y del siguiente. He oído más de quinientas lluvias en este cuarto”, Le dice Heredia a Maidana cuando le muestra el cuarto que le ha destinado.

Luis Maidana debe ser el espía de Heredia. Descubrir su locura, sus amores, cada detalle de su vida, e informarle a su padre con la intención de ayudarlo. A veces pienso en un thriller psicológico donde uno debe “cazar” al otro, develarlo. Creo que nosotros mismos, los lectores, intentamos  “cazarlos”. Pero son resbaladizos. Se escabullen por las telarañas del sueño o la locura.

El narrador parece ser Maidana, pero aquí nada es seguro. Detrás de quién se enmascara Silvina Ocampo: Maidana o Heredia. ¿Quién es el impostor o la impostora? Ya dijimos que todo se corre y fluye de una manera surrealista, onírica.

En un momento le dice Heredia a Maidana: -“Las cosas monótonas son las más difíciles de conocer. Nunca nos fijamos bastante en ellas porque creemos que son siempre iguales.

– ¿Qué es monótono? Pregunta Maidana.

– El campo, la soledad”.

Ambos jóvenes entran en ese clima donde todo parece derrumbarse o desvanecerse.

¿Quién es el fantasma o el doble de quién?

¿La muchacha, objeto del amor de ambos, María Gismondi, ¿existe o es fruto de la obsesión o la fantasía de una mente afiebrada?

El viaje en tren nos revela, y revela a los personajes, como pasajeros de lo desconocido. Maidana viaja en tren desde Buenos Aires hasta Cacharí, un pueblo de la provincia, como en Los galgos los galgos Lisa y Julián emprenden el viaje desde Buenos Aires hasta Las Zanjas, donde construirán la casa con el mirador y comprarán los mejores animales para un futuro tan inasible y lejano, como el humo del tren que se desvanece. Hay similitudes entre la novela de Sara Gallardo[ii]  y El impostor: la naturaleza, la soledad de la llanura, la rusticidad de los peones. El abandono, cuando Lisa y Julián arriendan su sueño a un tal Orlandi y éste lo convierte en un chiquero. Pero no era esto de lo que quería hablar.

Armando Heredia siempre estuvo solo en la derruida estancia Los Cisnes, cuyo nombre guarda una trama de horror y tal vez de locura que no develaré. Si es que lo creo puede ser develado. No, en realidad, toda literatura guarda un secreto, un nudo de niebla que no puede ser desatado. Decía que Armando Heredia siempre estuvo solo. El cuaderno azul, donde no escribió sus sueños, sino que narró a “su amigo”. Su viaje en tren. Su llegada, su convivencia, sus traiciones. Maidana “su amigo” es también su enemigo íntimo al revelarle lo que no existe. En él encontramos las facetas de Heredia, que habría que reunir como en un puzzle. Un puzzle que no podremos completar nunca. La pieza secreta la guarda la verdadera impostora: Silvina Ocampo, capaz de narrar una belleza oscura y perturbadora. Una belleza cruda y fantasmagórica, adentrándose en los laberintos del alma.

 La soledad crea fantasmas, que sostenemos con nuestros propios huesos. Fantasmas a los que les prestamos carnadura para sobrevivir. Dobles que muestran el lado más oscuro de nosotros mismos. La traición. El crimen. La crueldad. La materia de la que estamos hechos y nos escinde de nosotros mismos cegándonos como al caballo blanco de esta narración, que nos deslumbra y nos oblitera como luego de mirar el sol de frente.


[i] Silvina Ocampo, escritora argentina (Bs.As. 1903-1993). El cuento El impostor pertenece a su libro Autobiografía de Irene (1948) y está incluido en Cuentos completos, Emecé, Bs.As.-2017.

[ii] Sara Gallardo, escritora argentina (Bs.As. 1931-1988) – La novela Los galgos los galgos fue editada por Emecé, Bs. As, 1968.

Compartir

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

1 comentario en “Silvina Ocampo, una belleza oscura y perturbadora”

Scroll al inicio