Daila Prado

Todas las breves voces del mundo[i]


Por Claudio Asaad[ii]

Cinco baldosas son, solo cinco. ¿Cuántos pasos se necesitan para atravesar ese metro tan escaso, y al mismo tiempo infinito?  ¿Cómo se liga aquella espacialidad con el tiempo de la memoria? La evocación se parece a un movimiento sin retórica que asume el pasado, ingrediente errático que sortea a duras penas la imprudencia del olvido, lo provoca mirándolo por el rabillo del ojo, lo quiere decir, porque el deseo es la fuerza de resistencia, pulso y encuentro, sinergia: posibilidad y renuncia, ambivalente búsqueda de equilibrio entre el presente dicho y el residuo del silencio. ¿Dónde se inicia el primer impulso del poema? ¿Desde donde puja la herida por tanta vida, hasta donde esa necesidad de enfundarse con las vestiduras y el desorden del lenguaje?

Cinco oscuras baldosas para entrar y salir del mundo, / portal que por milagro de la cuadra/ miraba al este, a la alborada joven.

 

La escritura y la poeta juntan sus cuerpos, se rozan. No se confunden, danzan de un lado a otro de las fronteras. Visitan tiempos, espacios, circunstancias, hurgan, sin mezquindad y con sed la potencia y espesura de las palabras. Es la manera en que se desanda la provocación de la ausencia, el hueco quejumbroso de un antiguo dolor, apnea que la poesía desarma para después y siempre:

 Vení ahora, hermanita, enjugame la nostalgia / de junio y la pandemia, no me llores, / acercate./ Acercate, después vemos.

 

También es el modo en que la poeta, rasga el trayecto de la velocidad de lo cotidiano, sin detener lo que presenta.  Hace estallar escenas de apariencia minúscula en brotes de belleza inquietante:

No sabía que estaba nevando, /dice Lautaro y trepa a la silla. / Tiene dinosaurios su piyamita / no parecen feroces / claro, están muertos / si vivos, quizá hicieran un alto / para ver la nieve que mira el niño.

Hay una vida propia que se anuncia, que flota paciente, pero nunca del todo calma, y también muchos más.

 Los vínculos que dispone la sangre, el amor y los otros.

La carencia que toda vida tuvo, la que afecta el presente resentido por el tiempo verbal.

 Las argucias de recursos expresivos sopesados por la lengua húmeda, esa que aclara la voz poética hasta volverla fino cristal; aun cuando cada tanto se opaca por el vaho del aliento efímero, inquieto. Todo esto aloja la poética de Prado en una obra dividida en seis secciones. Cada una es un cruce de frontera, un paso, largo a veces, casi un salto a una orilla que anhela liberación, que sostiene la tonicidad de la anatomía de la obra como unidad.

La frontera es y ha sido un tema recurrente, una preocupación y un interés de Daila a lo largo de su prolífica trayectoria como escritora. Basta con leer alguna de sus novelas “La Cicatriz” (Ediciones B, UniRío Editora), o la antología de relatos de contenido histórico sobre hechos y personajes de Río Cuarto y la región, “Las puertas verdes”, (2021, UniRío Editora) para encontrar los gestos de su mirada, el modo en que desanuda lo que es capaz de ver para transmutarlo escrito, partícula que enciende la espesura de lo nombrado:

No sabré de dónde obtienen los humanos /una tira/capullo de algodón, cinta de embalar, / curita vegetal. Compasión. / No conoceré del todo con qué palillo, honda y rezo /combaten contra el furioso viento norte / levantan abatido árbol de la casa del hijo.

El filoso y potente talento narrador de Daila sostiene en la poesía la recurrencia del diálogo que la voz poética mantiene consigo misma, con un otro/otra. En esos intercambios el ritmo, la respiración de los versos, parecen inhalar de la ondulación del tiempo:  allí nunca es solo pasado, no será porvenir, sino continuidad en el regazo del poema que lo protege de la pérdida y el vacío:

En la dailita de mis fotos (pocas) hay un flequillo cuadrado, / sonrisa no y ojos negros donde /el temor asoma y la alegría se esconde / (pero un futuro rumor de canciones prevé / el íntimo gozo de los días y el trabajo: amor y poesía).

El libro editado por la editorial local “Cartografías”, suma Todas las breves voces del mundo a su colección Archipiélago. En la tapa una obra de la fotógrafa Laura Nicora, muestra una mano sosteniendo un plumerillo. No sabemos si hay viento, detrás un paisaje desenfocado deja ver un camino de tierra. El plumerillo atraviesa el límite entre la tierra y un campo verde. Quietud. Abrir el libro es empezar a andar despacio, a paso invitado, por espacios de belleza y ardor. Poesía:

Ella quería volver a su casa /cinco baldosas y enredadera / siempre me pregunté por qué / para qué regresar ahí/ donde el encanto/ duraba lo que el sol en tejas pares.


[i] Daila Prado, Todas las breves voces del mundo Editorial Cartografías, colección Archipiélago- Poesía- Volumen 52, Río Cuarto, 2025. https://editorialcartografias.com/

[ii] Claudio Asaad, Sobre la obra literaria de Daila Prado. https://cultura.riocuarto.gov.ar/sobre-la-obra-literaria-de-daila-prado/

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