Un hombre/ Dos mujeres[i], de J.J. Becerra, relatos de un presente en fuga

Por Sergio G. Colautti

“un trozo único de presente que se dejaba llevar por el curso de la eternidad”

J.J. Becerra, Toda la verdad

            La narrativa de Becerra, que nace desde el asombro de la observación y crece afinando la lupa irónica de su escritura, inventa una novela en dos o dos en una, según decidan sus lectores, ya entrenados en la audacia de sus trabajos anteriores.

            Dos relatos que recorren, en un caso, la obsesión de un coleccionista de autos viejos y caros, un hombre rico rodeado de vecinos vulnerables y, en el otro caso, el recorrido de una mujer pobre y sola por elección, sobreviviendo en la ciudad que simula opulencia, seguida paso a paso por otra mujer que parece leer la vida que ella escribe desde los sitios donde vaga, come, piensa y respira.

            Un acierto editorial acompaña este juego ficcional: cada libro es independiente y puede leerse como tal, pero el vínculo temático, expuesto como contraste o réplica, se enriquece si la lectura es conjunta. Unir las tapas de los libros, además, es completar la foto de un Cadillac rojo, con un hombre al volante y las dos mujeres caminando en la ciudad que las cobija y expulsa.

            Becerra ha construido un aparato urdido como argamasa de ironía, humor y lucidez para proponer la narrativa más fresca y sorprendente de la actual producción literaria argentina. El conjunto novelesco parece renunciar a la ambición de texto decisivo o grandilocuente; su perspectiva es más sencilla, su despliegue más austero, pero el filo de su irónica mirada sobre las relaciones de la proximidad, las hipocresías sociales y las perplejidades de la desigualdad se cuela entre la modesta prosa para convertirla en inteligencia narrativa.

            Los textos dicen el presente en fuga que la perspicacia de Becerra ausculta y convierte en relato. El hombre y las mujeres que persigue su mirada habitan el tiempo que habitamos, pero sus historias se constituyen en escapes hacia ningún lugar, despedidas del presente donde la desigualdad lacera.

            Otra aspiración literaria aparece en El espectáculo del tiempo (2015), novela imponente, con intención abarcativa y potente, que se zambulle en las aguas inquietantes del tiempo, o de todos los tiempos. Esa es la materia prima del texto polifónico de Juan José Becerra. Todos los tiempos posibles intentan narrar y ser narrados por la novela que comienza a deshilvanar su sentido desde la propuesta del título: el espectáculo  implica, antes de la lectura y más aún después de ella, la percepción múltiple de las diversas formas en las que el tiempo atraviesa nuestras historias personales con las del mundo y el universo; la escritura es una obsesión por decir lo real del tiempo, por husmear en todos los rincones donde se oculten sus modos y variables, conociendo la infructuosidad del logro, la imposible proeza de las afirmaciones definitivas, pero entendiendo que justamente esa prefiguración del fracaso constituye la posibilidad de la construcción literaria.

            Pero en esta doble entrega literaria Becerra desacelera su máquina de narrar, estrecha deliberadamente su perspectiva sin renunciar nunca a la obsesión de bucear en las aguas turbias de lo real, la condición humana sin apariencias, la desnudez de lo que en verdad somos cuando nuestra subjetividad tiene quien la descubra. En este caso, desde una escritura audaz en la creación de situaciones y personajes que habitan el extrañamiento. El gesto mordaz, burlón y sagaz es el tono inalterable de su narrativa.  

 

 

            Espejos

 

            En Un hombre, el sitio de la comodidad y la abundancia está adentro, en la casa confortable donde habita su familia, presas del confort y la cercanía incomunicada. Lo otro está afuera, en la vecindad que se acerca para atrapar el derrame o la sobra. El hombre será otros hombres, mutando según su rol: el Ingeniero, el Coleccionista de autos, el Mecánico, el Parrillero, el Asesino. También el Desaparecido.

En Dos mujeres, el afuera es el bienestar social, y el adentro es la misma mujer, sola, recorriendo presentaciones de libros, exposiciones y copetines sociales para comer como los demás. La mujer en cuestión es cada uno menos ella misma, se aleja de sus hijos y de su casa, se despoja de sí.

En el primer texto el espacio es una mansión cercada por la pobreza. En el segundo la desigualdad expone su revés: las mujeres en la calle, donde duermen los pobres, esperando lo que la ciudad arroja como descarte.

El Coleccionista de autos se ensimisma en su obsesión de fierros y velocidades, pierde la relación con su familia: un ermitaño del confort automovilístico. La mujer y la deslumbrada compañera que la sigue, se afuerizan para ser: decide escapar de su familia para buscarse en la hipocresía social que ofrece lo que le sobra a los invisibles que la deambulan.

            Como espejos que la desigualdad reproduce, los dos textos cruzan sus historias para desnudar los tejidos sociales y culturales de la ciudad. Fugas de un presente que nunca los contiene: el hombre en su coche a alta velocidad, surcando el tiempo deseando hacerlo retroceder desde la potencia del objeto industrial que solo él puede comprar para ver lo real en aceleración. Las mujeres, conversando en el subte sobre lo que ven, también en movimiento, cuando ven las caras y los objetos de la gente: “Dijo: la destrucción que viaja acá adentro es incalculable, y me pidió que mirara a las personas en pareja que viajaban abrazadas, y a quienes venían de trabajar, y a las que iban leyendo un libro, y me preguntó cuánto pensaba yo que iban a durar esas parejas, esos trabajos, la lectura de esos libros; no hay descanso, dijo”.

            La percepción del tiempo ilusorio y fugaz que aparece en toda la narrativa de Becerra, desde Toda la verdad (2010) o El espectáculo del tiempo (2015) hasta esta novela dual es lo que permanece en su recorrido diverso y creativo.

            La relación con los objetos del mundo también es sometida a esta perspectiva de doble lectura: en el primer relato, el afán de transformar el parabrisas de su auto en transparencia, en aire, en nada, contrasta con el espacio donde caminan las dos mujeres, opaco y sucio, ganado por los desechos urbanos. El desenlace de las historias invita de nuevo a la lectura bifocal: el hombre termina solo y dormido ante el desdeñoso olvido de sus próximos; las mujeres, aún en la escenografía mísera de un conventillo, se besan con la boca fresca.

Hay algún punto, un sitio indescifrable y puro, en el que esas historias, dicotómicas y enfrentadas en casi todos sus itinerarios y sus representaciones, se cruzan: la fragilidad de un tiempo despiadado que los prohija, los empuja al abismo y los ve diluirse en medio del olvido.


[i] Un hombre / Dos mujeres, Juan José Becerra, Seix Barral, Barcelona, 2025.

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