Lectura

Buscadores de palabras

Sobre “Te deseo un río”, de Diego Formíai
Por Marcelo Fagianoii 

 

Los buscadores de oro se parecen mucho a los poetas, ambos escarban, unos en las rocas, otros en el lenguaje hasta encontrar el destello dorado, la palabra o pepita, frase o filón, poemas o placeres. El pirquinero busca un noble metal, el poeta busca la palabra más adecuada para decir lo que reclama ese momento creativo en la historia que le ha tocado vivir. Hallazgo tras hallazgo se va construyendo el discurso que más se ajusta al tiempo existencial de esa escritura. Ese persistente camino de encuentros y desencuentros, atesora el propio ritmo que el poeta va descubriendo, en un paisaje que se nutre del habla cotidiana y de múltiples lecturas junto a la propia experiencia con el lenguaje. Es por eso que la poesía, atesora en su raíz fundante, la tarea de traducir ese estar en el mundo en clave estética, barriendo con su mirada todo lo que hay que festejar y maldecir en el conflictivo presente de las sociedades humanas, sin olvidar la historia, personal y colectiva, y hacia dónde vamos.

“Poesía reunida”, que engloba todos los textos editados por el autor hasta el momento, da cuenta de un serpenteante itinerario, que deja al descubierto diferentes dimensiones de la transformación de una escritura poética en un período de un poco más de dos décadas. Tomado de esa manera se puede disfrutar independientemente de cada libro, de cada poema, así como también apreciar los momentos vitales en que la hoja en blanco los contuvo en un cuerpo independiente y acabado.

En el primer texto de “Un velero en el vacío” (1999), se inicia el viaje de un sujeto que busca una salida, una puerta de emergencia, un cofre con respuestas. Una voz social, a la vez que existencial, se lanza hacia el futuro desde La pasión de la impotencia como se llama el poema. Un impulso enunciado con la imposibilidad de la imagen del título del libro. El enojo, la decepción, la devastación del planeta son temáticas que se agitan en los textos. La voz poética declara sentirse “exiliado de la tierra toda”. Sin embargo, el poeta se las ingenia para empujar las velas con el inquieto viento de las palabras. No cae en el abismo, lo sostiene “ese último poema…” que “…hacen tocar fondo siempre / y tajada por tajada…” “…dibujan todo lo nuevo”. Usa el plural y el singular para nombrar la angustia, el dolor y el frío, ese “frío de todos”. Este texto inaugural funciona como un manifiesto artístico/existencial (incompleto como todos), que servirá de contrapunto para el anclaje de sentido de más de un centenar de poemas que el libro ofrece. El final de la época neoliberal toca las campanas del fracaso y todos los cuerpos, contenidos en el territorio, han temblado en la desnuda intemperie.

En el siguiente libro, “Sonajeros” (2003), la temática se vuelve intimista inclinando los sentidos hacia lo cotidiano, haciendo palpable lo dicho en una línea de un poema del libro anterior “…y aunque cada tanto acampemos en algún lugar…”. En ese acampe el sujeto poético se sumerge en uno de los destinos posibles de la especie humana: la crianza de la propia descendencia. Se produce aquí una metamorfosis en la manera de percibir la realidad: “…Harto de la archivisión trágica de las cosas… / emprendo el viaje por el costado fecundo del mundo…”.

En “Crol en el invierno líquido” (2006), deviene un cambio en la escritura como si el poeta hubiera sumergido los escritos en una corriente de agua para que las palabras más livianas y menos nobles, aquellas que parecían flotar entre la espuma junto a las puntuaciones y cortes de versos, fueran arrastrados corriente abajo, dejando al sol crujientes poemas nuevos. Esqueletos simples que callan e indagan desde su simpleza. El poeta se aleja del intimismo, se vuelve distante, mira por encima de las cabezas el pasar de la vida con la tarea de partir desde un Muelle, atravesar Mareas y arribar a lejanas o cercanas Orillas. Todo resumido en una imagen: “…crol / en medio del atlántico…”. Estas tres palabras en cursiva son los separadores del poemario y sirven también, simbólicamente, para reflejar el titánico itinerario propuesto: nadar “…en las aguas / de la época…” y registrarlo literariamente.

“El pez del ojo” (2010), es un ensayo poético sobre las posibles miradas e interpretaciones del mundo y, a la vez, un ensayo sobre la ilusión. La mirada sobre la trama social, el espejo del iris que observa para salvarse y escudriña la realidad para hacer pie en el líquido universo acuático en el que está inmerso. El mundo es una gran pecera habitada por un diverso cardumen, por una multitud de miradas atrapadas en una red invisible: “Todo pez de pecera / es pescado vivo”. En la tercera parte del libro: “Cosas de quarks” la visión se abre hacia la materia cósmica que nos sostiene y de la cual formamos parte. La energía física, la materia luminosa vibra para darnos vida y el pensamiento estalla, abriéndose hacia el mundo subatómico: “…Hay un principio de incertidumbre / en lo mínimo / mínimo de la materia / que aterra…”. En ese tono busca respuestas, alguna que otra verdad en esa “…tormenta eléctrica que se repite / en el cerebro…”.

En “Hueco de mundo” (2013), las palabras de los poemas son ya partículas errantes agrupadas en lo invisible, una pura realidad sensible desde donde pensarse para ser y percibirse tan ajeno a todo, tan dentro de todo, enunciando en uno de sus textos lo que podría tomarse como un principio de arte poética: “La poesía necesita ensuciarse / no ser tan / modosita / las patas en el barro”. Por otro lado, en el poema “Hueco de tiempo” se manifiesta explícitamente el motivo central que podría explicar, en parte, el anclaje desde donde el poeta se mira y nos mira para decir el mundo: “Mi primer recuerdo es de los tres años: / metido en el hueco que deja / el espacio entre la pared y el ropero / de una casa desconocida / lloraba esta misma sensación de abandono. / Es el chico que todavía juega, / un otro que te lleva puesto para todo el viaje”.

El 5 de septiembre de 2015, Formía presentaba en el Teatrino de la Trapalanda el libro “Poemitas” y tuve la suerte de acompañar esa fiesta con algunas palabras que retomo textuales para compartirlas: “El diminutivo del título hace hincapié en la extensión de los textos, pero no en su profundidad. En este libro el desafío de la hoja en blanco es para el lector, ¿qué me dice este poeta que usa tan poca tinta para poblar el reino de la celulosa molecular del pensamiento? ¿Qué existe o vibra en el frágil espacio que me propone con depurada economía? Estos escritos son el germen desde donde enfocar poéticamente la realidad, una de las tantas posibilidades de habitar un territorio, tan válida como cualquier otra, tan imprescindible como todos los gestos vitales que nos hacen mejores cada día. Poemas semillas que darán origen, luego de cumplido el ciclo que habilite al lector dispuesto, a nuevas simientes, óvulos fecundados de poesía, árboles enanos en la palma de la mano que transforman el dióxido del agobio en oxígeno elemental: fotosíntesis bajo el sol de la lectura frontal. Hagan un ensayo: pongan estas semillas en el remojo de su cerebro y, en un tiempo, le cuentan al autor si algo pasa”.

En el último libro, “Poemas para mirar / 9 universos visuales” (2022), las obras de artistas visuales le sirven al poeta como disparadores para continuar con la lectura del mundo en clave poética. Alejado de lo descriptivo acompaña lo pictórico ofreciendo estímulos sensibles a los lectores visuales, que más allá de la obra en sí, se permitan embeberse en el torrente poético ofrecido, para que, en el mejor de los casos, el observador fusione, por un instante, ambos lenguajes.

“Poesía reunida” recorre y refleja un extenso camino de encuentros y desencuentros que apetece descubrir el tono apropiado para expresar los temas que conmueven la sensibilidad del poeta. Hay una profunda indagación sobre la condición humana, el mundo de la materia y la energía conjugado con sutiles cambios en el formato del verso libre, en el aleatorio corte de versos, la separación con barras en “El pez en el ojo”, como si el poeta necesitara transformar su propio tono y la grafía del texto para decirse desde diferentes costados.

Los buscadores de oro se parecen mucho a los poetas, hay que escarbar y escarbar entre las arenosas letras del cauce de la vida, colar con paciencia de pirquinero litros y litros de agua de los arroyos del lenguaje, esos que nacen del deshielo del pensamiento, hasta encontrar el destello dorado: pequeñas pepitas de palabras, minúsculos versos de oro. Filtrar la arena del lenguaje con la fiebre de la poesía como aquellos antiguos buscadores de oro cuyo éxito estaba atado a la supervivencia humana.

Leyendo este libro se presiente que el poeta, a pesar de todo lo escrito, tiene aún mucho por decir y sabe, desde la escritura, cómo hacerlo.

Siete poemarios escritos en democracia y publicados en un año en donde todas las conquistas sociales van siendo empujadas al abismo mientras cuervos y carroñeros oscurecen el cielo y la desnuda intemperie azota otra vez nuestro territorio.


iTe deseo un río. Poesía reunida (1999-2022). Editorial Cartografías, Río Cuarto, 2024. Con prólogos de Antonio Tello y Marcelo Fagiano
ii Texto del prólogo de Marcelo Fagiano para la poesía reunida de Diego Formía.

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