BEAT ATTITUDE. Antología de mujeres poetas de la generación beat[i]

Por Jorge Rodríguez Hidalgo

Se cumplen diez años de la publicación en España de la antología de mujeres poetas de la generación beat (EE.UU., años 50-60 del siglo XX). La edición, bilingüe (inglés-español), supuso entonces un primer resarcimiento para toda una generación de mujeres poetas que habían sido excluidas de todas las nóminas de vates, siempre reservadas a los hombres. Si bien el de la generación beat no fue ni el primero ni el último de los casos en que las mujeres no existieron para la crítica ni para el público lector, sí llama la atención que en el marco de contestación social y política vivido en los Estados Unidos en las décadas de los años 50-60 del pasado siglo ellas fueran objeto de una parcialidad que incluso superó a la padecida por escritoras de tiempos pasados, muchas de las cuales lograron publicar sus obras bajo seudónimos masculinos. Sin embargo, constatamos en la actualidad que el interés por las mujeres beat ha retrocedido, de modo que lo que parecía una oportuna -aunque tardía- reparación ha quedado en una simple anécdota bibliográfica. Una de las referencias canónicas a la generación beat, al menos en España, sigue siendo la obra del italiano Emanuele Bevilacqua  “Guía de la generación beat” (1994), cuya traducción al castellano, debida a Edgardo Dobry Lewin, se publicó en la península ibérica dos años más tarde. La obra de Bevilacqua ignora casi por completo la existencia de creadoras beat y rinde pleitesía al ‘rey’ Jack Kerouac, además de a Allen Ginsberg, William Burroughs, Neal Cassady, Laurence Ferlinghetti, Gregory Corso o Gary Snyder, entre otros autores sobradamente conocidos.

            La editora de “Beat Attitude”, Annalisa Marí Pegrum (Mallorca, 1983), nació a poco de celebrarse los veinticinco años de la publicación de “On the Road”, la novela de Kerouac. El aniversario tuvo la virtud de interesar a una parte de la crítica en los autores (hombres fundamentalmente, pero también artistas afroamericanos y hasta algunas mujeres) que integraban la generación, caracterizada por su contestación social, política y moral a la sociedad estadounidense, así como la búsqueda de una cultura alternativa. Una de las instituciones más activas en la investigación fue el Instituto Naropa, de la universidad privada de Boulder, Colorado, fundada en 1974 por el maestro budista tibetano Chögyam Trungpa. En uno de los actos celebrados en ella en 1994, Gregory Corso fue preguntado por la existencia de mujeres pertenecientes a la generación. Según recogió Brenda Knight en su libro “Women of the Beat Generation” (2004), Corso afirmó que “hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerraron en manicomios, se les sometía a tratamientos por electrochoque. En los años 50 si eras hombre podías ser un rebelde, pero si eras mujer tu familia te encerraba. Hubo muchos casos, yo los conocí. Algún día alguien escribirá sobre ellas”. Pues bien, la joven mallorquina Annalisa Marí Pegrum, años después de esa declaración de Corso, abordó la impagable tarea de dar a conocer algunas de las más brillantes mujeres que pertenecieron a la generación beat, y que los propios hombres de la misma ignoraron.

            Las poetas antologadas son: Denise Leverton (Reino Unido, 1923-EEUU, 1997), Leonore Kandel (Nueva York, 1932-San Francisco, 2009), Elise Cowen (Nueva York, 1953-1962), Diane di Prima (Nueva York, 1934-San Francisco, 2020), Hettie Jones [Hettie Cohen] (Nueva York, 1934-Filadelfia, 2024), Joanne Kyger (California, 1934-2017), ruth weiss [escrito en minúsculas por voluntad de la autora] (Alemania, 1928-EEUU, 2020), Janine Pommy Vega (Nueva Jersey, 1942-Nueva York, 2010), Mary Norbert Korte (California, 1934-2022) y Anne Waldman (Nueva Jersey, 1945). El denominador común a todas ellas es la marginalidad de su escritura y la incomprensión por parte de sus familias (y, por ende, de la sociedad en su conjunto), el ocultamiento de sus obras (incluso la destrucción de sus textos por parte de sus allegados) y la amargura de sus vidas. Confinadas, casi todas, en el ámbito de la unidad familiar; resilientes, pocas, a las adversidades; sumisas, algunas, a la dictadura machista de los “compañeros” de vida, un buen número de estas poetas sufrieron la denigración de los hombres, que las trataron como meros objetos sexuales, así como la corrupción de sus propios cuerpos a causa de las drogas. En “Breaking the Rule of Cool, Interviewing and Reading Women Beat Writers”, Nancy M. Grace y Ronna C. Johnson explican que para más de un poeta beat “las aspiraciones de algunas de estas mujeres continuaban resultando algo extraño”. Incluso Gary Snyder “decía sentirse desconcertado frente a las mujeres que escribían. Si bien podía comprender la ‘psicología de los poetas hombres’ desconocía ‘lo que ocurría en la psique de las poetas mujeres’”.

Para la editora Annalisa Marí, buena parte de las poetas fueron prolíficas, pese a las adversidades, y, por ejemplo, “Hettie Jones, Carolyn Cassady, Joyce Jhonson y Joane Kyger son autoras de una rica y variada literatura escrita en primera persona sobre la generación beat que ofrece un interesante contrapunto a la literatura típicamente masculina de la época”. Se sabe que algunas mujeres cofundaron actos con sus homólogos masculinos, compartieron influencias y círculos literarios, además de coincidir en temas con ellos, como la espiritualidad, las filosofías orientales, la alteración de la conciencia, el jazz o la escritura automática, entre otros. Pero, hemos de insistir, la mayoría de poetas mujeres quedó recluida en el ámbito doméstico, donde acabaron por “crear una nueva forma de literatura”.

            Denise Levertov ofrece una visión del mundo desde el “encierro” doméstico (“El mundo afuera”, “El dolor del matrimonio”). Mientras idealiza a los poetas hombres, especialmente a los de mayor renombre (Ezra Pound, William Carlos Williams, y hasta Hilda Dolitle, D. H.), se muestra perpleja cuando afirma que “han dejado// el lenguaje en nuestras manos”. El lenguaje de la sinceridad y la crudeza, sin duda. Y más: “Nos han dicho/ que la carretera conduce al mar”, pero “No se puede alcanzar// el mar en esta interminable/ carretera hasta el mar”. A pesar de todo, se pregunta (¿irónicamente?) “cómo será la vida sin ellos [los mayores], no/ nos detenemos, sabemos/ que el camino será largo”.

            Leonore Kandel es una descreida del amor universal (“Poema para tiranos”). Tampoco cree en el amor sensual, pues queda confundido con la lascivia. Se trata del “amorlujuria” (“Eros/ Poema”). “Eros […] folla con todas las chicas”; [Eros] “Aquel que es incapaz de acumular amor”. Como Denise Levertov, es consciente de que (“Poema de la iluminación”) “Ideamos lenguajes diferentes/ palabras nuevas para conceptos nuevos”. No rehúye la crudeza de las expresiones, a fin de llamar a las cosas por su nombre: “lo divino no está separado de la bestia”; “acepta el ser que eres”; “tu polla en mi mano”; “demasiados de mis amigos son yonkis”; “a demasiados de mis amigos se les está agotando la sangre, sus venas/ están colapsadas, les lleva media hora colocarse”.

            Elise Cowen también ajusta el lenguaje a las situaciones que describe: “el dedo que acariciaba un coño anoche”; “quise un coño de placer dorado”. El sexo y las drogas, sin embargo, parecen ser la puerta de entrada en el mundo de los hombres, como si expresara una subordinación a los poetas varones: “Fácil amar/ a los POETAS/ Su/ ESPLENDOR”.

            Diane di Prima, en el poema “Elogio a mi marido”, presenta a la mujer en un plano secundario con respecto al hombre, recluida en el ámbito doméstico, sin ser valorada su creatividad: “y tú, interrumpiéndome en medio de mil poemas”; “el triunfo de nuestra revolución en al aire / yo a punto de anotarlo, y tú/ tú diciendo algo sobre el carburador/ para que todo se esfumara/ pero nos aferramos el uno al otro/ creyendo hallar la balsa/ aunque estamos los dos a la deriva”. El poema “Praxis de la evocación mágica” viene precedido por una cita del poeta Gary Snyder (“La mujer es fértil, y la disciplina/ (contra naturam) sólo/ la confunde”). Afirma en él que “soy mujer y mis poemas/ son de mujer: fácil/ de decir. la hembra es dúctil”. Y recuerda la ‘función’ reproductora de las mujeres: “(parir) el coño se ensancha/ y relativamente mojado/ pare hombres niños sólo/ la mujer/ es/ dúctil”. Porque la mujer es un mero objeto de deseo y satisfacción del hombre, pero cuando este quiere: “Cuando me vuelvo hacia ti de noche, suspiras, y te giras/ Cuando me vuelvo hacia ti por la tarde, en la cama, / Donde lees tumbado, me rechazas, diciendo sólo/ Hace calor, tengo sueño”. ¿Quién es la mujer? En “Nana para un bebé nonato” se pregunta qué puede darle a un posible hijo “una poeta, / apenas la opción ideal”; “No puedo prometerte/ que nunca pasarás hambre/ o que no estarás triste/ en este mundo/ descuartizado/ y reducido a cenizas// pero puedo enseñarte/ cielo/ a amar tanto/ que tu corazón se rompa/ por siempre jamás”.

            Hettie Jones abunda en la realidad de la subordinación de la mujer al hombre: (“Sin título”) “mujer/ ama de casa/ madre”; “Amor mío/ sacarás por favor/ la basura”; “los niños duermen/ no los oigo respirar”; “¿Serás mi amigo?/ Protégeme del mal”. Y en “Conductora temeraria”, sentencia: “así que jóvenes mujeres/ he aquí el dilema// en él la solución:/ siempre he sido a la vez/ tan mujer como para derramar lágrimas de emoción/ y tan hombre/ como para conducir mi coche en cualquier dirección”.

            En Joanne Kyger la angustia de la mujer orillada alcanza tintes trágicos: “Quemando el bebé para hacerlo más real” es una suerte de ficción/pesadilla de un niño/muñeco y la soledad (real) de una mujer “abandonada” en su soledad. Todo se aclara en “un despertar de galletas machacadas, pintalabios triturado/ cigarrillos mojados/ y una prisa nerviosa, no hay dicha/ al desgarrar las campanillas tres veces del tiesto”. Expresa también su deseo de independencia: (“Mira el pájaro hace planes” “Quédate la casa/ Ya me iré yo/ pájaro quédate tú este lugar”. Pero enseguida llega la decepción: (“Esperando de nuevo”) “Esperando de nuevo/ para qué”. En “Ella se acerca” ve claramente a la mujer carente de libertad, encerrada en su casa: “La mujer histérica chilla en la cocina”; “tengo que fregar el suelo de nuevo”; “Cuando perséfone vuelve en primavera/ hay una fiesta/ Donde subyace la melancolía/ y se entierran los fantasmas de la casa. / Esta es mi casa”; “¿Me hiciste una promesa? Gemí/ desde los pulmones y el estómago/ bramando libertad”.

            ruth weiss (escrito en minúscula por expreso deseo de la poeta para diferenciarse de la lengua alemana de su nacimiento, en que los nombres se escriben con mayúsculas), judía, hubo de huir de la Alemania nazi. Esta circunstancia está muy presenta en su obra, que se diferencia de las de sus compañeras de generación en la mayor amplitud de su visión de la sociedad y de la condición de mujer. En el poema “Segundo día” afirma que “hay que desecharlo todo […]/ todas las referencias […]/ incluso el mal más dulce. […] Existe un punto/ donde el rescate último/ del amor es posible”. El espíritu de rebeldía de weiss le lleva a asegurar que “¡no existe el mal sólo la quietud!”, o “saber/ no es nunca cosechar”. Esto es, nada es inmutable ni a ningún convencionalismo hemos de atenernos: “no podemos ser amigos/ pero no tenemos por qué ser enemigos”.

            Janine Pommy Vega, cuyo segundo apellido es el de su marido, el pintor peruano Fernando Vega, muerto en Ibiza a causa de una sobredosis de droga, dedicó buena parte de su vida a ayudar a las minorías, entre otras, la de los internos en las prisiones estadounidenses. Consciente de la poca atención que los hombres dispensaban a las mujeres creadoras, escribió, en “Poema contra recitales interminables masivos de poesía”: “Oh la tiranía de los poetas reunidos/ que asedian oídos y los músculos del hombro. […] Oh pagad vuestras deudas ante vosotros mismos ¡Tratadme/ con prepotencia, / Poetas! / en silencio los ángeles respiran”.

            Mary Norbert Korte, quien había ingresado en un convento de monjas, que abandonó tras escuchar a Martin Luther King y a los poetas Ginsberg, Snyder y Spicer, dejó escrito en “El cuarto interior” que “este cuarto dentro de mí exige luz”.

            Anne Waldman fue tan crítica con su actitud personal como con la de los poetas hombres. En “A la manera de Mirabai”, dice: “Anne se ha vuelto loca, está hecha un desastre, es inútil/ Está ausente, no hay nada que hacer”. Algunos de sus poemas se dirigen de forma expresa a poetas hombres muy conocidos, como Ginsberg (“Me reconozco en ti cuando anuncias tu próximo destino, sin frenar”; “Deja de decirle a todo el mundo lo que debe hacer, para luego ser sumiso/ y darle la vuelta a todo, me hace sentir mal”; “No seas tan ávido de tierna carne de muchacho”; “me alegra que no estrangularas a ese joven italiano/ en escena frente a 20.000 personas cuando/ interrumpió el espectáculo, o que no masacrases al joven poeta/ que prometió suicidarse designándote a ti/ su albacea con dos bolsas de la compra/ repletas de poesía”), Burroughs (“te estamos buscando Biloly// estudiando tu chute Billy/ universalidad Billy// deja que se escape/ pásalo”) y a los hombres en su conjunto (“Vosotros que eyaculasteis en la grieta de mi mundo/ Hombres que salisteis de mí, apartaos ahora/ Las palabras salen de mi vientre”; “El cuerpo usó las medidas de la mujer/ para explicar la ferocidad del presente/ que camina sobre la periferia”).

            Las mujeres de la generación beat, en resumen, constituyen una auténtica generación perdida en el interior de sí mismas; fueron sojuzgadas por sus familias y por la sociedad machista en que vivieron; sus obras, destruidas en parte o en su totalidad; tratadas como objetos sexuales por sus “compañeros” de vida y/o de generación; menospreciadas sus capacidades, salvo las reproductivas. Quizá estas circunstancias determinaron la peculiaridad de su literatura, o por mejor decir, de la mala vida denunciada en su literatura, que, casi siempre fue el íntimo y último recurso con que contaron para dar salida a algunos de sus sueños, o al gran sueño de vivir en pie de igualdad con los hombres, a quienes tantas veces hubieron de conducir como a niños u hombres envanecidos e inmaduros y caprichosos.


[i] BEAT ATTITUDE. Antología de mujeres poetas de la generación beat .Ed. Annalisa Marí Pegrum

Bartleby Editores, Madrid, 2015.

Compartir

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio